Sigmund Freud Las Malvinas

Los tam-tam de la guerra han vuelto a vibrar en el Reino Unido tras a?os de silencio. Es perfectamente razonable condenar algunos aspectos de esta guerra no declarada. Sus motivaciones y efectos pol¨ªticos son relativamente sencillos de comprender. No as¨ª su dimensi¨®n social. Si nos sorprende que un pueblo civilizado como el brit¨¢nico se lance apasionado en un conflicto que recuerda a los del siglo XVIII en el Caribe, es que est¨¢bamos equivocados."En realidad, tales hombres no han ca¨ªdo tan bajo como tem¨ªamos, porque tampoco se hab¨ªan elevado tanto como figur¨¢bamos", escribi¨® Sigmund Freud en un op¨²sculo Sobre la guerra y la muerte. "El hecho de que los pueblos y los estados infringieran, unos para con otros, las limitaciones morales, ha sido para los hombres un est¨ªmulo comprensible a sustraerse por alg¨²n tiempo al agobio de la civilizaci¨®n y permitir una satisfacci¨®n pasajera a sus instintos retenidos. Y con ello, no perdieron probablemente su moralidad relativa dentro de su colectividad nacional".
Aunque aplicadas a un contexto diferente, las palabras de Freud no pierden su vigor en las fr¨ªas agua del Atl¨¢ntico sur. El pueblo brit¨¢nico, racionalizando sus emociones, goza del sentido de la crisis ¨²nico modo de conservar ante s¨ª mismo un sentido de la unidad nacional. La humillaci¨®n del 2 de abril ha quedado atr¨¢s. El sentido de impotencia y decadencia que s¨ªgui¨® a la crisis de Suez, de 1956, est¨¢ en suspenso. El patriotismo es una fiebre que muchos de los brit¨¢nicos m¨¢s j¨®venes no hab¨ªan jam¨¢s sentido antes. La nostalgia es aparente. Las escenas en los puertos al despedir a los buques y a los muchachos as¨ª lo refleja. Se multiplican los llantos y se tiene el sentimiento de que "esto nos afecta a todos", aunque la vida cotid¨ªana, salvo por las noticias, no se vea mayormente transformada por esta guerra.
Conflicto a la antigua
Esta es una guerra territorial -aunque sea por un territorio que Londres no desea conservar a largo plazo-. Es un conflicto a la antigua que, como ha se?alado el profesor Philip Windsor en estas p¨¢ginas, ha producido un cierto alivio. Toda guerra moderna no tiene por qu¨¦ ser nuclear, si en ella participa un Estado que dispone de estos armamentos. El pueblo brit¨¢nico no es un pueblo pac¨ªfico ni pacifista. Los rigores de la civilizaci¨®n han producido extra?os animales, como el gamberrismo en los estadios de f¨²tbol, que m¨¢s que un acontecimiento parece un movimiento. Un elemento fundamental en esta guerra y su popularidad, es el mar. El agua separa y enfr¨ªa, remodelando la percepci¨®n de la distancia. La miseria de las batallas navales es m¨¢s tr¨¢gica, pero menos evidente que la de las terrestres. De ah¨ª la reacci¨®n relativamente escasa que han producido aqu¨ª las muertes brit¨¢nicas en el Atl¨¢ntico sur. ?No fue Freud el que habl¨® de la esterilidad de luchar con razones en el mundo de los intereses? Hasta el momento, es una guerra irracional pero humana. Su humanidad reside en que se diferencia a¨²n entre combatientes y no combatientes. Todav¨ªa no se han producido graves combates cuerpo a cuerpo. Pero la tecnolog¨ªa moderna ilustra tambi¨¦n la deshumanizaci¨®n de este tipo de conflictos. Los radares y los misiles son los an¨®nimos autores de las muertes.
Cuando los primeros buques brit¨¢nicos zarparon de Portsmouth el 5 de abril, la voz popular brit¨¢nica dec¨ªa que los argentinos echar¨ªan a correr al ver acercarse el primer nav¨ªo con la Union Jack. Desde que el destructor Sheffleld se fue a pique, los brit¨¢nicos respetan m¨¢s al enemigo argentino. Pero desde Londres parece que la Royal Navy vuelve a mandar sobre las olas. La realidad es que mucha gente se sentir¨ªa defraudada si el destacamento naval brit¨¢nico no recuperara las Malvinas por la fuerza de las armas.
Las glorias del pasado han resucitado, el esp¨ªritu de Nelson est¨¢ vivo. Cuando la guerra comenz¨®, los brit¨¢nicos demostraron al mundo que pod¨ªan hacer algo solos..., aunque Europa les apoyara y los Estados Unidos les ayudaran en el campo de la inteligencia y de los suministros de carburante en la isla de la Ascensi¨®n. La fiebre se pasa o se agrava. Pero, en los ¨²ltimos d¨ªas, los arquetipos del subconsciente colectivo brit¨¢nico han resurgido con una fuerza que hab¨ªamos olvidado.
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