La tragedia de Lem¨®niz
Cualquiera que sea el juicio que merezca, en atenci¨®n a su eficacia sobre todo, la propuesta gubernamental para la continuaci¨®n de las obras en la central nuclear de Lem¨®niz, lo que es preciso subrayar es que no s¨®lo se ha hecho lo que ten¨ªa que hacerse: proseguir con esas obras, sino que se ha hecho con rapidez; y ha sido hecho no s¨®lo- por el Gobierno de todo el Estado, sino tambi¨¦n por las autoridades auton¨®micas de Vitoria. Lo que es importante y significativo, porque hace desaparecer una ambig¨¹edad con la que ETA quisiera jugar por m¨¢s tiempo.Obviamente, era l¨®gica e incluso moralmente obligada la decisi¨®n de la empresa constructora de la central de Lem¨®niz, que en d¨ªas pasados hab¨ªa mostrado su resoluci¨®n de abandonar esas obras, como l¨®gica y absolutamente comprensible y por todos sostenible ha, sido la otra decisi¨®n de t¨¦cnicos, y empleados de la central de no acudir a su trabajo mientras sus vidas est¨¦n amenazadas como lo est¨¢n. Pero lo que igualmente alcanza a todo el mundo es, desde luego, tambi¨¦n que no se pod¨ªa ceder a las extorsiones de los terroristas y a sus amenazas, porque eso ser¨ªa regalarles un triunfo, y que, por tanto, Lem¨®niz no deb¨ªa y no pod¨ªa cerrarse. La determinaci¨®n de no hacerlo no s¨®lo era la esperable, sino la ¨²nica posible.
La ¨²nica posible como postura, pero que, ahora tambi¨¦n, ha de hacerse posible y de modo no menos inmediato en la pr¨¢ctica, algo no tan dif¨ªcil, por supuesto, y cuya soluci¨®n tiene m¨¢s aspectos t¨¦cnicos que de otro tipo, porque la protecci¨®n de las personas y de los lugares conlleva, naturalmente, todas las dificultades que la palabra misma de seguridad implica en una tierra en la que las bandas de ETA parecen contar a¨²n con ciertas ayudas y bases operativas, siquiera m¨ªnimas, y en ese clima de reto y apuesta en que ETA parece haber decidido situarse acudiendo a un gigantesco despliegue de sus efectivos reales como para desmentir a las autoridades policiales que ven¨ªan certificando su declive o satisfacer su dictatorial ego, por el que se consideran los amos de las provincias vascas. Una tierra y unos hombres en cuyo nombre esos terroristas se permiten hablar y asesinar, secuestrar o imponer exacciones y a la que cada d¨ªa aproximan, un poco m¨¢s, al desastre, a la pobreza y a la muerte.
, 13 de mayo
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