Argentina vuelve sus ojos hacia Evita y Gardel
Argentina llora todav¨ªa por Evita. Son unos centenares, un millar quiz¨¢, y est¨¢n reunidos frente al pante¨®n de la familia Duarte, en el cementerio de la Recoleta, uno de los m¨¢s caros y exclusivos del mundo, en el barrio Norte de Buenos Aires. El 7 de mayo, aniversario del nacimiento de la hero¨ªna, que si el c¨¢ncer no se la hubiese llevado en la flor de la vida cumplir¨ªa hoy 63 a?os, las rosas, los claveles y los gladiolos se amontonan junto a los s¨®lidos barrotes del pante¨®n familiar que acoge su cad¨¢ver embalsamado. "Se siente, se siente, Evita est¨¢ presente", corean algunos.
ENVIADO ESPECIAL Ha pasado m¨¢s de un mes desde que la Junta Militar argentina recuper¨® las islas Malvinas, abriendo as¨ª una crisis internacional de incalculables consecuencias, y m¨¢s de seis a?os desde que Isabelita Per¨®n fue derrocada por los militares, que iniciaron el llamado "proceso de reorgaizaci¨®n nacional". El movimiento peronista, o las diversas ramas peronistas, o el caj¨®n de sastre del peronismo, vive entre tolerado y reprimido por la dictadura. Es, pese a todo, la fuerza pol¨ªtica m¨¢s importante del pa¨ªs. Una anciana a?ora los bueno! tiempos, en que gobernaba esa pareja inolvidable: "La patria estaba tan bien que los obreros iban cantando a trabajar; con lo que se ganaba se pod¨ªa mantener dignamente un hogar, y los patronos no nos molestaban. Ahora, en cambio, no nos alcanza para nada, hay millones de obreros cesantes...".
Muchos kil¨®metros al oeste, al otro lado del gran Buenos Aires, Juan Domingo Per¨®n descansa en el pante¨®n familiar del cementerio de la Chacarita, una necr¨®polis igualmente espectacular, pero mayor y menos exclusiva. Hay muchas flores frescas en la puerta de la construcci¨®n. funeraria.
El sol oto?al calienta, y hay media docena de personas visitando al general, record¨¢ndole en silencio, pidi¨¦ndole quiz¨¢ alg¨²n favor. El m¨¢s abordable es un joven de poco m¨¢s de treinta a?os, de nombre Rodolfo Serra: "Yo s¨®lo viv¨ª seis a?os. de su primera presidencia, cuando era un ni?o, pero s¨¦ todo lo que hizo por los argentinos, c¨®mo se preocupaba de los pobres, de los inmigrantes... Su ¨²ltima presidencia fue una pena, un desastre, pero ya no era ¨¦l, sino la camarilla que le rodeaba". ?El motivo de esta visita hoy, un martes de mayo, a la tumba del general? "Claro, pedir por la patria, que atraviesa un momento muy grave, con esa flota tan poderosa en las Malvinas".
No muy lejos de all¨ª, con su esmoquin y pajarita de bronce, la estatua de Carlos Gardel, la mano izquierda en el bolsillo, la derecha en adem¨¢n de sostener un cigarro, sonr¨ªe a la eternidad. La tumba del cantante, desaparecido en un accidente a¨¦reo en 1935, es tambi¨¦n un lugar de peregrinaci¨®n. Nunca faltan flores a los pies de la estatua y alguien se encarga siempre de poner un cigarrillo en su mano derecha. Esta tarde el pitillo est¨¢ encendido y humea entre los dedos de metal. Una se?ora elegantemente vestida toca una pierna de la estatua de Gardel y se santigua despu¨¦s. Otra m¨¢s joven, que naci¨® sin duda cuando el cantor de tangos hab¨ªa muerto ya, deja unos claveles rojos y se recoge en meditaci¨®n.
Gardel cantaba tangos patri¨®ticos y tambi¨¦n los canta Edmundo Rivero, uno de los cl¨¢sicos de la canci¨®n porte?a. En su despacho de El Viejo Almac¨¦n, la catedral del tango para los turistas, Rivero dice que quiz¨¢ s¨ª, quiz¨¢ componga un tango patri¨®tico sobre la reconquisla de las islas Malvinas. "Yo canto lo que siente y piensa el pueblo. Las Malvinas siempre han sido argentinas y el Gobierno no las invadi¨®, se limit¨® a recuperarlas. Ya tuvimos 150 a?os de paciencia diplom¨¢tica".
Mientras se encamina al escenario, entre fans que le piden que cante Cambalache, el viejo Rivero admite que hay problemas sociales en Argentina, pero niega que la decisi¨®n de ocupar las islas del Atl¨¢ntico sur fuera una "fuga hacia adelante" de la Junta Militar. "Estaba plancado desde hac¨ªa tiempo, creo yo, y ahora debemos defender esa recuperaci¨®n. Los problemas. sociales se ver¨¢n despu¨¦s". Y arremete un vicio tema de An¨ªbal Trollo: "L¨¢stima, bandoneooon, mi corasooon...".
La bas¨ªlica de Santo Domingo, en la avenida de Belgrano, est¨¢ sumida en una densa penumbra, con excepci¨®n de la nave izquierda, brillantemente iluminada y donde resuenan mon¨®tonamente las avemar¨ªas del rosario. Al fondo, la imagen de Nuestra Se?ora del Rosario de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires.
Cuando los ingleses invadieron por primera vez Buenos Aires, en 1806, el capit¨¢n de nav¨ªo de la Armada espa?ola Santiago de Liniers prometi¨® a la Virgen del Rosario ofrendarle las banderas inglesas que tomase en la lucha. Obtuvo la victoria, y, pese a los intento. brit¨¢nicos de un a?o despu¨¦s por recuperarlas, las cuatro banderas del primer batall¨®n del Regimiento 71 de su majestad brit¨¢nica adornan hoy los muros del camar¨ªn de la Virgen, al lado, por cierto, de dos estandartes espa?oles ofrendados por el general Belgrano tras la batalla de Salta, en la guerra de la independencia argentina.
Manuel Belgrano, el creador de la bandera celeste y blanca, est¨¢ enterrado en esta bas¨ªlica, fundada a principios del siglo XVII, donde se concentran hoy las plegarias para invocar la victoria frente a los nuevos piratas ingleses.
El domingo 9 de mayo, los fieles ofrecieron 150.000 flores a esta Virgen, que ya protegi¨® a Buenos Aires de la p¨¦rfida Albi¨®n. "Y volver¨¢ a hacerlo", asegura una joven que tiene a su novio en alguna guarnici¨®n del sur. "Los piratas pueden traer todos los barcos que quieran, pero se van a volver en un taxi, porque no les vamos a dejar uno", dice, encendida de flama guerrera.
Pocas cosas, ninguna tal vez, podr¨ªan unir tanto a los argentinos como esta gesta de la recuperaci¨®n de las Malvinas. Incluso dicen que el dirigente montonero Mario Firmenich, una de las bestias negras del r¨¦gimen, se ha ofrecido voluntario desde Cuba para defender las Malvinas. El escritor Ernesto S¨¢bato, nada sospechoso de connivencias con la dictadura, declaraba a un peri¨®dico: "El problema de las Malvinas est¨¢ por encima de cualquier discrepancia de pol¨ªtica interior por grave que_sea, es algo que los argentinos hemos sentido entra?ablemente desde que Inglaterra usurp¨® esas islas. Entonces es un burdo sofisma de la se?ora Thatcher cuando nos dice que esta es una lucha de una democracia contra una dictadura militar. Es la defensa de un pueblo entero contra el brutal imperialismo brit¨¢nico".
Claro que la euforia de los primeros momentos, de la manifestaci¨®n popular del 10 de abril en la plaza de Mayo, cuando el presidente Leopoldo Fortunato Galtieri no daba cr¨¦dito a sus ojos ante la multitud que le aplaud¨ªa y vitoreaba por primera vez, ha ido dejando paso a la preocupaci¨®n, aunque la moral sigue siendo alta. La flota pirata ha llegado finalmente al Atl¨¢ntico sur y en los primeros combates se ha derramado sangre argentina. Hay dos quintas movilizadas, la gasolina ha subido un 30% y qui¨¦n sabe cu¨¢ntos nuevos sacrificios esperan hasta que las islas irredentas, las hermanitas perdidas que canta Atahualpa Yupanqui, vuelvan definitivamente a casa.
Una guerra lejana
Pero el campo de batalla est¨¢ a m¨¢s de 2.000 kil¨®metros de Buenos Aires, y aqu¨ª no llega el olor de la p¨®lvora. Los restaurantes de moda, Harpers o Clark's o el cl¨¢sico Los a?os locos, apenas notan la falta de clientes. En el barrio de la Recoleta, a s¨®lo unos centenares de metros de donde descansa Evita Per¨®n, los hijos de la oligarqu¨ªa se re¨²nen a exhibir los modelitos de oto?o, a tomar un copet¨ªn en el caf¨¦ de la Paix, que, como su nombre no indica, es propiedad de un espa?ol, asturilino por m¨¢s se?as.
La calle peatonal Florida sigue abarrotada de gente que mira los lujosos escaparates de ropas y productos importados que no pueden comprar. Los cines de la calle de Lavalle, pese a que hacen un descuento del 50% tres d¨ªas a la semana, s¨ª han notado un descenso en el n¨²mero de espectadores. La avenida Corrientes dej¨® de ser lo que era el pasado lunes, cuando se impusieron las restricciones en el consumo de electricidad y los anuncios luminosos de cines y teatros se apagaron.
. En una confiter¨ªa (caf¨¦-bar) de Corrientes, el camarero se Pasea entre los veladores desiertos. ?Es la guerra el motivo de que est¨¦ vac¨ªo este negocio, que se adivina no hace mucho boyante? "No, la guerra no tiene la culpa. La culpa es de Mart¨ªnez de Hoz, que es un vendepatrias". El camarero se refiere al hasta hace poco ministro de Econom¨ªa, el hombre que- aplic¨® al pie de la letra desde 1976 el manual del monetarismo, la, doctrina de la escuela de Chicago, la liberalizaci¨®n total de la econom¨ªa.
El mundial que viene
C¨¦sar Luis Menotti, el entrenador del cuadro nacional, da clases de t¨¦cnica futbol¨ªstica en un anuncio televisado pagado por la compa?¨ªa Shell. Menotti, un autentico intocable que se permiti¨® criticar al r¨¦gimen militar cuando se le puso en gana, se ha fotografiado con algunas de las estrellas de su equipo sosteniendo un cartel donde se afirma la argentinidad de las Malvinas. Alfredo di St¨¦fano, ¨ªdolo del Real Madrid en su ¨¦poca y a punto de abandonar su cargo de directo t¨¦cnico del River Plate, declara a la televisi¨®n: "Las Malvinas son argentinas, y los ingleses no tienen nada que hacer aqu¨ª".
El pa¨ªs vive pensando en el Mundial, para el que ya queda menos de un mes. Si Londres consiguiera boicotear la participaci¨®n argentina en este campeonato, ser¨ªa un golpe moral tan duro como el hundimiento del crucero General Be1grano. Pero no lo conseguir¨¢n, y un conserje del hotel donde se alojan los casi quinientos periodistas de todo el mundo que cubren esta guerra absurda y anacr¨®nica deja volar su imaginaci¨®n: " ?Se imagina una final Argentina-Inglaterra, con el p¨²blico espa?ol apoy¨¢ndonos y abucheando a los piratas?".
El se?or Grillo, un calabr¨¦s con 52 a?os de residencia en Argentina, es el limpiabotas del caf¨¦ Tortoni, una instituci¨®n bonaerense que lleva m¨¢s de cien a?os en la avenida de Mayo. Le gustar¨ªa tener ahora veinte a?os e ir a luchar al sur. "La Thatcher es una hiena, con perd¨®n de las hienas. Hace unos meses se le perdi¨® un hijo en el Sahara y moviliz¨® a medio mundo. ?Qu¨¦ pasa ahora con la gente que muere en las Malvinas?, ?No tienen madre ellos?".
Pero Grillo tiene menos simpat¨ªa si cabe a los norteamericanos, y nada en absoluto a Alexander Haig, que, seg¨²n ¨¦l, enga?¨® a Argentina haci¨¦ndose pasar por mediador mientras estaba del lado ingl¨¦s. "?Saben c¨®mo le llaman a Haig?, ?no? Pues le llaman Chesterfield. ?Que por qu¨¦? Porque es el americano que m¨¢s se vende...".
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