El cine espa?ol se debate entre la expansi¨®n y la bancarrota
Cuatro d¨¦cadas de inercia creadas por el aparato dirigista de la dictadura, consiguieron que, aunque convertido en un espectro con muletas, el cine espa?ol mantuviera cierta continuidad en la producci¨®n y comercializaci¨®n de pel¨ªculas en el mercado espa?ol interior, uno de los principales de Europa. Con la instauraci¨®n de la democracia, el castillo de naipes se vino l¨®gicamente abajo, pero parad¨®jicamente, cuando todo hac¨ªa presagiar un momento dorado para la consolidaci¨®n e incluso la expansi¨®n del cine espa?ol, ¨¦ste se vino abajo. De la noche a la ma?ana, el dirigismo franquista fue sustituido por una suicida legislaci¨®n neoliberal, que dej¨® al cine espa?ol desguarnecido frente a la agresividad de la oferta extranjera.La legislaci¨®n franquista sosten¨ªa la producci¨®n cinematogr¨¢fica sobre dos muletas: no hab¨ªa libertad de importaci¨®n de pel¨ªculas extranjeras y ¨¦stas hab¨ªan de adquirirse a trav¨¦s del filtro de una cuota de distribuci¨®n del 4 por 1, que obligaba a las distribuidoras a la compra y comercializaci¨®n de un filme espa?ol por cada, cuatro extranjeros: una f¨®rmula herm¨¦tica, que reflejaba mal los aut¨¦nticos vol¨²menes de oferta y demanda, y que no era m¨¢s que un artificio de supervivencia propio de la l¨®gica de la dictadura, pero fuera de lugar en las reglas de juego de la democracia.
El decreto del 77
La caduca legislaci¨®n dirigista fue sustituida por un decreto de 11 de noviembre de 1977 que, ciertamente, acab¨® con el cors¨¦ proteccionista, pero olvid¨® la debilitaci¨®n end¨¦mica que dicho cors¨¦ hab¨ªa producido en los sistemas, vigentes durante d¨¦cadas, de la producci¨®n y la comecializaci¨®n del cine espa?ol. Es como si a una criatura aislada artificialmente dentro de un cerco higi¨¦nico, que la mantuvo siempre fuera del alcance de infecciones, lo que impidi¨® que desarrollara, anticuerpos defensivos, la pusieran de la noche a la ma?ana a la intemperie, a merced de las agresiones de una atm¨®sfera contaminada.
Cuando el decreto del 77 sancion¨® la libre importaci¨®n de pel¨ªculas, la supresi¨®n de la cuota de distribuci¨®n y el establecimiento de una cuota de pantalla del 2 por 1 -exhibici¨®n de un d¨ªa de cine espa?ol por cada dos extranjeros- firm¨® la sentencia de muerte del cine espa?ol. El cine espa?ol no estaba en 1977, ni tampoco ahora, en condiciones de afrontar, ni la libre importaci¨®n de filmes extranjeros, ni de abastecer a las pantallas espa?olas con cuatro meses de proyecci¨®n de pel¨ªculas espa?olas por ocho de extranjeras cada a?o. A una competencia imposible de soportar se compens¨® con un beneficio imposible de disfrutar.
El resultado fue fulminante. Si 1977 la proporci¨®n entre el ingreso en taquilla de filmes espa?oles y extranjeros fue la mayor conocida en muchos a?os -el 29,76 %, lo que, por otra parte, no es una cifra id¨®nea, si se tiene en cuenta que la proporci¨®n habitual, por ejemplo, en Francia supera el 40-, dos a?os despu¨¦s, en 1979, cuando el efecto del decreto de 1977 se hizo sentir, la proporci¨®n hab¨ªa ca¨ªdo en picado a favor del cine extranjero.
Concretamente, en este a?o se baj¨® a un 16,28 %. Y si la productividad del cine espa?ol cay¨® casi en la mitard, el n¨²mero de pel¨ªculas descendi¨® igualmente de manera alarmante. En 1977 se hicieron 83 filmes espa?oles; en 1978, 72; y en 1979, 56. La curva es elocuente y m¨¢s si se la compara con el signo ascendente de la curva de coproducciones: 19 en 1977, 30 en 1978 y 33 en 1979. Al mismo tiempo que perd¨ªa el 50 % de su rentabilidad, al cine espa?ol se le escapaba su de por s¨ª escasa autosuficiencia financiera.
La ley del 80
La causa era simple. La vieja cuota de distribuci¨®n del 4 por 1 creaba, mientras existi¨®, una fuente de financiaci¨®n ya casi institucionalizada, el llamado adelanto de distribuci¨®n, por el que las casas distribuidoras contribu¨ªan como fuente de financiaci¨®n de pel¨ªculas espa?olas a cambio de permisos de importaci¨®n de filmes extranjeros. Ni que decir tiene que, al liberalizarse la importaci¨®n de ¨¦stos, las distribuidoras cortaron en seco sus adelantos. De esta manera se ceg¨® la principal fuente de financiaci¨®n de filmes espa?oles, sin establecerse otra alternativa de recambio. En s¨®lo unos meses, la industria del cine espa?ol se descapitaliz¨®. Un productor lo explica as¨ª de gr¨¢ficamente: "Al cine espa?ol lo pusieron manos arriba, con la cara contra la pared y le pidieron la bolsa o la vida, pero resulta que no ten¨ªa bolsa, as¨ª que peligraba su vida".
La abrumadora evidencia del fracaso de la ingenua legislaci¨®n neoliberal del 77, oblig¨® a su cancelaci¨®n urgente. En enero de 1980 se promulg¨® una nueva ley y, a tenor de su m¨¢s equilibrada factura, parece que por fin se inici¨® con ella un movimiento destinado a poner pie a tierra y crear normas jur¨ªdicas en consonancia con las realidades, y no al rev¨¦s. En esta ley se volvi¨® nuevamente a controlar y limitar la importaci¨®n mediante el establecimiento de un sistema mixto de una cuota de distribuci¨®n del 5 por 1 y una cuota de pantalla del 3 por 1. Los efectos reactivadores de la ley del 80 fueron tan r¨¢pidos como los paralizadores del decreto del 77.
Los productores consideran equitativa, hoy por hoy, la proporci¨®n del 5 por 1 en la cuota de distribuci¨®n establecida por la nueva ley. Con alarmante frecuencia, esta distribuci¨®n era tan calculadamente mala en el sistema interior, que los ejemplos sangraban. Un caso entre infinidad de ellos: la notable pel¨ªcula de Jos¨¦ Luis Borau Hay que matar a B. fue estrenada en Madrid en verano y durante la celebraci¨®n de un campeonato mundial de f¨²tbol, fecha mortal para la comercialidad del filme. Pues bien, en el actual sistema del 5 por 1 introducido por la ley del 80, a la concesi¨®n de cinco licencias de importaci¨®n de pel¨ªculas extranjeras por cada una espa?ola se a?ade un mecanismo corrector que obliga a la casa compradora a una distribuci¨®n id¨®nea de la pel¨ªcula espa?ola. De ah¨ª que el distribuidor que adelanta un cr¨¦dito para la producci¨®n de un filme espa?ol quede autom¨¢ticamente interesado en la calidad de ese filme, ya que est¨¢ obligado a explotarlo adecuadamente. Por ello, casos como el de Hay que matar a B., que eran la regla, pueden ahora convertirse en la excepci¨®n.
Otro tanto ocurre con la cuota de pantalla, fijada por la nueva ley en el 3 por 1, cifra m¨¢s realista que la del 2 por 1 del decreto del 77, ya que conlleva, al igual que la cuota de distribuci¨®n, otro mecanismo de correcci¨®n y garant¨ªa para la exhibici¨®n adecuada de los filmes espa?oles. Este mecanismo consiste en una evaluaci¨®n cuatrimestral de cada pel¨ªcula exhibida, cuya exhibici¨®n no podr¨¢ prolongarse en continuidad por encima de este plazo. Esta evaluaci¨®n cuatrimestral, que los exhibidores impugnan con cierto fundamento, a causa de que impide la explotaci¨®n en continuidad de un filme de ¨¦xito por m¨¢s de cuatro meses, tiene por otro lado la venta a de que a la larga influir¨¢ en la modificaci¨®n de los actuales sistemas de exhibici¨®n de filmes en Espa?a, completamente anacr¨®nicos, ya que a¨²n sigue la vieja y caduca costumbre de estrenar, en uno, o como mucho dos cines, lo que alarga innecesariamente el per¨ªodo de explotaci¨®n inicial. El exhibidor, presionado por ese l¨ªmite de cuatro meses, se ver¨¢ obligado a adoptar los sistemas de explotaci¨®n intensiva -estreno inicial en muchos cines- adoptados en todo Occidente.
Tal es, a grandes rasgos, la, relativamente favorable para la consolidaci¨®n y expansi¨®n del cine espa?ol, situaci¨®n legal creada por la ley del 80. En t¨¦rminos generales, y salvo el malestar que ha creado en el sector de la exhibici¨®n, se considera que el nuevo sistema es aceptable. Sin embargo, salvaguardada su supervivencia, la crisis end¨¦mica del cine espa?ol no s¨®lo no parece que vaya a ser cancelada con la nueva ley, sino que se han presentado, tras su puesta en vigor, s¨ªntomas de agudizaci¨®n de esta crisis. En medios de la producci¨®n de pel¨ªculas se considera que esta ley ser¨¢, a no tardar, in¨²til si no es complementada, y con urgencia, por una operaci¨®n quir¨²rgica destinada al saneamiento, no ya legal sino pr¨¢ctico, de los mecanismos de financiaci¨®n y comercializaci¨®n de filmes en Espa?a.
Este es, precisamente, el sentido del moderado pesimismo de los profesionales del cine a que hicimos referencia. No basta con la ley, pues hace falta desarrollar, a partir de ella, una serie de medidas sagaces y de altos vuelos que configuren una pol¨ªtica cinematogr¨¢fica global, hoy por hoy inexistente en el Ministerio de Cultura, que permita racionalizar las relaciones entre los diversos eslabones de creaci¨®n y comercializaci¨®n de filmes y, por fin, que los medios y largos plazos sean cronolog¨ªa habitual en esta actividad, hasta ahora sin otro horizonte que la pura y simple supervivencia.
Carrera de cojos
El primer s¨ªntoma de insuficiencia se percibe en la divisi¨®n que se ha incubado en el gremio de los productores. Parece obvio que los m¨¢s interesados en unificar sus posturas y actitudes frente a la Administraci¨®n, en busca de esa imprescindible pol¨ªtica cinematogr¨¢fica global, son los productores. No obstante, ¨¦stos se encuentran actualmente divididos alrededor de seis asociaciones diferentes -cuatro en Madrid y dos en Barcelona- que amenazan con dispersar esfuerzos y debilitar la fuerza de su voz ante los interlocutores pol¨ªticos, que son quienes tienen en su mano la posibilidad de hacer del camino abierto por la ley del 80 un camino transitable.
La m¨¢s b¨¢sica operaci¨®n de saneamiento, y en esto concuerdan todos cuantos profesionales del cine hemos consultado, es la creaci¨®n de canales fiables y permanentes de financiaci¨®n del cine espa?ol. El sistema del adelanto de distribuci¨®n, incluso con el giro positivo que le ha imprimido la nueva ley, equivale, en palabras gr¨¢ficas de un productor, a "dar la salida a una carrera de cojos".
En efecto, dicho adelanto, centrado como est¨¢ en una sola pel¨ªcula, atomiza la actividad productora, la fragmenta, le hace ir de pel¨ªcula en pal¨ªcula, a salto de mata, sin posibilidad para el productor de elaborar un plan continuado y org¨¢nico de producci¨®n. Pese a su utilidad, que le convertir¨ªa en un buen complemento de otros sistemas de financiaci¨®n m¨¢s fluidos y estables, el adelanto de distribuci¨®n, o la simple adquisici¨®n de un filme sin adelanto alguno, es hoy un pasaporte para que la ley, muy espa?ola, del tinglado se convierta en norma. Y esto es, m¨¢s o menos, lo que est¨¢ ocurriendo.
Por su parte, el reciente sistema de cr¨¦ditos a medio plazo para el cine del Banco de Cr¨¦dito Industrial -que en 1981 alcanz¨® un volumen de 953 millones de pesetas, contra 541 en 1980, lo que supone una subida considerable pero insuficiente- topa con esa discontinuidad e inorganicidad de la producci¨®n. En las circunstancias actuales, al no contar el productor con las garant¨ªas suficientes de una adecuada rentabilidad para sus pel¨ªculas, la solicitud de un cr¨¦dito de envergadura es una aventura que muy pocos se atreven a correr a cuerpo limpio, y las garant¨ªas que ofrecen, una a una, las pel¨ªculas espa?olas no son suficiente aval. A esto se a?ade la insuficiente dotaci¨®n del Fondo de Protecci¨®n, estabilizado en 1.200 millones durante a?os, mientras los costos se disparaban hacia arriba, as¨ª como los retrasos del Ministerio de Cultura en poner a disposici¨®n de los productores las subvenciones derivadas de este Fondo.
De ah¨ª que, para que el cr¨¦dito industrial diese plenos frutos, se necesitar¨ªan otros avales m¨¢s firmes. El ¨²nico aval de efectos autom¨¢ticos para que un productor pueda afrontar un cr¨¦dito de esta especie, sin jugarse su supervivencia como tal, es la seguridad de que su filme va a obtener un rendimiento m¨ªnimo, y esto, hoy por hoy, ni el adelanto de distribuci¨®n, ni los mecanismos morosos del Fondo de Protecci¨®n al cine espa?ol, ni la apuesta por un premio oficial a la calidad - de hecho menor que los viejos premios al inter¨¦s especial- est¨¢n en condiciones de garantizarlo.
Televisi¨®n y financiaci¨®n
De ah¨ª, de la probada insuficiencia de los canales tradicionales de financiaci¨®n, la trascendencia que los productores espa?oles dan al que consideran m¨¢s seguro y deseable sistema de financiaci¨®n en las actuales circunstancias: la intervenci¨®n directa de la televisi¨®n en la financiaci¨®n de pel¨ªculas, que hoy tiene una aplicaci¨®n pr¨¢cticamente generalizada en todos los pa¨ªses de nuestra ¨¢rea, pero que en Espa?a no ha cristalizado en acuerdos estables, sino excepcionales y at¨ªpicos, entre TVE y casas productoras. Para ello habr¨ªa que normalizar y tipificar estos acuerdos, que son el marco que ha permitido el espectacular resurgimiento de las cinematograf¨ªas sueca, italiana y alemana, as¨ª como el que detuvo en seco la crisis del cine franc¨¦s en los ¨²ltimos a?os.
En la actual relaci¨®n costos-ingresos del cine espa?ol, la agilizaci¨®n de la producci¨®n espa?ola, en eventuales colaboraciones financieras con TVE, ser¨ªa pr¨¢cticamente segura, en la medida que TVE adquirir¨ªa, a bajo precio los derechos de emisi¨®n y venta a otras televisiones de largometrajes de calidad. Se calcula, por ejemplo, que los 55 minutos de un cap¨ªtulo de la serie televisiva La m¨¢scara le cuestan a TVE alrededor de 25 millones, mientras que con una cantidad sensiblemente menor adquirir¨ªa en exclusiva los derechos de emisi¨®n y venta a televisiones extranjeras de filmes de hora y media o m¨¢s, que quedar¨ªan bajo titularidad de la productora privada durante un per¨ªodo de a?o y medio a dos a?os, pasado el cual podr¨ªan exhibirse en TVE.
Por otra parte, la intervenci¨®n de TVE en la financiaci¨®n de filmes, al tener ¨¦stos garant¨ªa de explotaci¨®n m¨ªnima adecuada, servir¨ªa de aval autom¨¢tico de las casas productoras ante los cr¨¦ditos industriales y, obviamente, al dejar de depender exclusivamente, pel¨ªcula a pel¨ªcula, de los adelantos de distribuci¨®n, se facilitar¨ªa el establecimiento de aut¨¦nticos planes de producci¨®n a medio plazo por parte de las casas productoras, desterrando de una vez el actual sistema de producci¨®n fragmentada, del tinglado a salto de mata.
Control de taquilla
Hace un par de a?os, en una emisi¨®n televisada sobre cine espa?ol, ,el director general de Cinematograf¨ªa reconoci¨® en viva voz que la defraudaci¨®n habitual del control de taquilla alcanzaba en Espa?a cifras del orden del 20 % del total de recaudaciones de los cines. Ese 20 % es, en realidad, un n¨²mero astron¨®mico, que demuestra que, aunque ya tiene m¨¢s de quince a?os de existencia legal, el control de taquilla sigue sin funcionar adecuadamente. Y as¨ª seguir¨¢ mientras la Administraci¨®n no tome medidas dr¨¢sticas para automatizar el taquillaje, establecer un sistema eficaz de inspecciones y acabar de una vez con el sistema de contratos a tanto alzado, una incontrolable fuente de fraude.
La repercusi¨®n de este brutal escamoteo de dinero sobre las fuentes de financiaci¨®n del cine espa?ol -ese axioma que dice que el dinero del cine debe volver al cine- es incalculable y de consecuencias nefastas, porque no abarca tan s¨®lo a los ingresos netos de taquilla, sino al porcentaje del Fondo de Protecci¨®n que va a parar a las productoras, ya que ese porcentaje se establece sobre las recaudaciones legales y ¨¦stas, al ser incompletas, rebajan -como m¨ªnimo en un 20 %- las subvenciones correspondientes.
Calidad y exportaci¨®n
Un saneamiento y una reordenaci¨®n adecuada del mercado interior puede y debe consolidar la producci¨®n cinematogr¨¢fica espa?ola, pero su expansi¨®n, si realmente se busca, -y hay datos para pensar lo contrario, sobre todo si se repasa el inabarcable memorial de agravios de la industria del cine con Cinespa?a, organismo te¨®ricamente destinado a exportar filmes espa?oles, y seg¨²n medios profesionales una barrera infranqueable para que esta exportaci¨®n tenga lugar e ¨ªndices dignos- hay que asentarla sobre dos polos indiscutibles: pol¨ªtica de est¨ªmulo para el cine de calidad y adopci¨®n por la Administraci¨®n de una correlativa serie de medidas destinadas a sustituir a Cinespa?a por un organismo de nuevo cu?o, ¨¢gil y ambicioso.
El cine espa?ol es exportable. Una reciente semana de cine espa?ol en Poitiers lo demostr¨®. Un informe posterior del Quotidien de Par¨ªs, fechado a mediados del pasado abril, analiz¨® el fen¨®meno de Poitiers y sus conclusiones fueron as¨ª de n¨ªtidas: "El cine espa?ol existe y posee incluso un temperamento particular, -ese sello, a?adimos nosotros, de identidad indispensable para la exportaci¨®n organizada y sistem¨¢tica- , que se desembaraza de tab¨²es con cinismo, ternura y humor. El cine espa?ol bulle de impaciencia dentro de sus fronteras, pregunt¨¢ndose cu¨¢ndo sonar¨¢ la hora de su consagraci¨®n parisiense."
A la llamada de este informe franc¨¦s contestan unas lac¨®nicas y demoledoras cifras: 700 millones de pesetas alcanz¨® la exportaci¨®n del cine espa?ol en 1981, es decir 233 millones menos que en 1980. De otra manera, mientras especialistas franceses no se explican c¨®mo el cine espa?ol no se expande fuera, los especialistas espa?oles se explican perfectamente que, dado el mecanismo exportador vigente es Espa?a, esa exportaci¨®n disminuya hasta cifras rid¨ªculas.
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