Las consecuencias del monetarismo en el Reino Unido y Estados Unidos / 2
Con el triunfo de la l¨ªnea monetarista en las pol¨ªticas de gesti¨®n econ¨®mica, todo parece indicar que el monetarismo a ultranza ha ca¨ªdo en un c¨ªrculo vicioso del que ser¨¢ extremadamente arduo que pueda salir y, en virtud del cual, la recesi¨®n alimenta el endeudamiento p¨²blico y ¨¦ste, a su vez, alimenta la inflaci¨®n.En este contexto resulta significativo un estudio de la Oficina Presupuestaria del Congreso norteamericano que incluye estimaciones acerca del impacto de la crisis sobre el d¨¦ficit federal. Independientemente de los m¨¢rgenes de fiabilidad de toda estimaci¨®n econom¨¦trica, saltan a la vista los siguientes resultados: la reducci¨®n del 1% del Producto Nacional Bruto comporta un mayor endeudamiento de 8.000 millones de d¨®lares para el presupuesto federal, mientras que los aumentos del1 % en la tasa de paro y en el tipo de inter¨¦s empeoran las cuentas de las administraciones p¨²blicas norteamericanas en1 9.000 y 2.000 millones de d¨®lares, respectivamente. Asimismo, el informe llega a la conclusi¨®n de que la reducci¨®n de la tasa de inflaci¨®n en un 1% contrae los ingresos del Estado y empeora el saldo del presupuesto en 4.000 millones de d¨®lares. En s¨ªntesis, del estudio que comentamos se deduce que la aplicaci¨®n de una pol¨ªtica econ¨®mica recesiva como la actualmente en vigor, orientada prioritariamente a combatir la inflaci¨®n, termina por empeorar el d¨¦ficit presupuestario en 33.000 millones de d¨®lares por cada punto porcentual de victoria contra la inflaci¨®n, y esta cifra -conviene recordarlo- constituye m¨¢s del 50% del d¨¦ficit federal de 1981.
Aparte del mecanicismo que siempre sugieren todas las aproximaciones estad¨ªsticas, lo cierto es que el crecimiento del endeudamiento federal es el primer resultado del fallo parcial de la "pol¨ªtica de oferta", lo que ha conferido a la pol¨ªtica monetaria el papel de instrumento ¨²nico y exclusivo para afrontar los complejos problemas de ajuste estructural y de reasignaci¨®n de recursos derivados de la crisis. De ah¨ª que, prescindiendo de que se trate de una elecci¨®n libremente asumida o de un concurso de circunstancias, el recurso preponderante a la pol¨ªtica monetaria en la lucha contra la inflaci¨®n est¨¢ creando riesgos y problemas cada vez m¨¢s importantes.
Ni que decir tiene que la pol¨ªtica monetaria es un instrumento de control indispensable, pero tambi¨¦n es m¨¢s evidente cada d¨ªa que no sirve para resolver los problemas reales de las econom¨ªas, que siguen subsistiendo tras el velo de los ajustes impuestos por las autoridades monetarias.
Los riesgos del monetarismo
Ya hemos subrayado el problema de los efectos a corto plazo de la pol¨ªtica monetaria sobre el nivel de actividad y de empleo. Una pol¨ªtica monetaria antiinflacionista, bien asuma la forma de una desaceleraci¨®n en el crecimiento de los agregados monetarios, de una deliberada elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s o de una contracci¨®n de la liquidez general del sistema econ¨®mico, siempre se repercute, en primer lugar, sobre el nivel de la demanda global y, por tanto, sobre el ritmo de la actividad econ¨®mica. Este efecto es dif¨ªcilmente contestable y, por lo dem¨¢s, resulta indispensable para controlar la inflaci¨®n incluso en la confusa situaci¨®n econ¨®mica actual, en la que la inflaci¨®n viene acompa?ada de la infrautilizaci¨®n del trabajo y del capital.
Sin embargo, a medida que la crisis avanzaba se han hecho m¨¢s perceptibles las dudas razonables sobre la rapidez con que una pol¨ªtica monetaria restrictiva no flanqueada con otros medios de acci¨®n puede desacelerar el dinamismo de los precios. En econom¨ªas como las actuales en las que la inflaci¨®n ha llegado a ser un modo de vida, los precios y las rentas nominales reaccionan lentamente ante la presencia de capacidades productivas inutilizadas. En tales circunstancias hay que temer que el paro persistir¨¢ demasiado tiempo antes de que se produzca un efecto significativo y duradero sobre la tasa de crecimiento de los precios.
En cuanto a la instrumentaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria., todos los economistas estamos de acuerdo en que el principio base del monetarismo es el control de los agregados; ahora bien, los agregados monetarios no son controlables directamente y, de hecho, se trata de un objetivo dif¨ªcil de alcanzar, ya que las autoridades monetarias cometen errores en el c¨¢lculo de los propios agregados y los agentes econ¨®micos no act¨²an en ocasiones conforme a las expectativas. Y mientras las autoridades se centran en los objetivos monetarios, los tipos de inter¨¦s se toman vol¨¢tiles y sus bruscas fluctuaciones perturban el c¨¢lculo econ¨®mico de los agentes econ¨®micos y financieros. Conforme a estas limitaciones operativas, no puede extra?ar que muchos economistas piensen que el monetarismo a ultranza ha introducido la inestabilidad, la incertidumbre y la volatilidad que azota a las econom¨ªas occidentales.
Para los cr¨ªticos de la "mistificaci¨®n monetarista" se impone una alternativa fundamentada en una explicaci¨®n m¨¢s convincente de la inflaci¨®n actual, que tome en consideraci¨®n las condiciones reales de los mercados de bienes y servicios y laborales -caracterizados por condiciones de competencia imperfecta- y donde, en especial, el comportamiento de los salarios es funci¨®n de los cambios en el equilibrio entre las fuerzas sindicales y empresariales y de la valoraci¨®n de los respectivos "costes de resistencia y de concesi¨®n" presentes en toda negociaci¨®n colectiva.
En opini¨®n de esta corriente de pensamiento -uno de cuyos representantes m¨¢s destacados es el premio Nobel Lawrence Klein-, el funcionamiento de los sistemas productivos en las socidades de masas exige el an¨¢lisis del comportamiento de complejos grupos y organizaciones que debe efectuarse con instrumentos m¨¢s articulados que los ofrecidos don exclusividad por la ciencia econ¨®mica. Para estos mismos economistas, los diferenciales de inflaci¨®n observables entre diversos pa¨ªses son el resultado de diferentes esquemas de relaciones industriales y de la diversidad en las estructuras econ¨®micas y en los comportamientos reales. En su cr¨ªtica al monetarismo llegan a afirmar que este movimiento es "una ideolog¨ªa disfrazada de teor¨ªa", siendo sus enunciados m¨¢s un sistema de criterios para la acci¨®n que un conjunto de proposiciones cient¨ªficas sujetas a falsaci¨®n por el tribunal de los hechos.
Por lo que respecta a la valoraci¨®n de la estrategia econ¨®mica de la Administraci¨®n Reagan, aunque admiten que el proceso inflacionista no puede continuar a largo plazo si no es secundado por una pol¨ªtica monetaria acomodaticia, creen que los recientes ¨¦xitos en la lucha contra la inflaci¨®n tienen su origen no tanto en la eficacia de la pol¨ªtica monetaria como en factores reales que han afectado a la estructura productiva, tales como el descenso en t¨¦rminos reales de los precios del petr¨®leo y las materias primas industriales. Por el contrario, las pol¨ªticas monetaria y fiscal restrictivas se han aplicado con exagerada dureza, ocasionando un incremento del paro innecesario. En definitiva -concluyen-, el monetarismo ha dedicado muy poca atenci¨®n a los factores reales.
El enfrentamiento institucional
Sin duda, los problemas que aquejan a las econom¨ªas occidentales y que surgen de la coexistencia entre pol¨ªticas monetarias restrictivas junto a un amplio y creciente d¨¦ficit del sector p¨²blico son, en muchos pa¨ªses, el reflejo de un enfrentamiento institucional entre los bancos centrales y los Gobiernos. De hecho, en los foros internacionales estamos asistiendo a una sustancial identidad entre los puntos de vista de los bancos centrales del nuevo y del viejo continente, ya que estas instituciones -libres en la mayor parte de los casos de los condicionamientos parlamentarios y de pol¨ªtica electoral- persiguen con cierta firmeza objetivos de estabilidad monetaria, lo que, a menudo, contrasta con las acciones y declaraciones de sus respectivos Gobiernos. S¨ªntoma claro de esta desarmon¨ªa institucional es el crecimiento del d¨¦ficit p¨²blico en todos los pa¨ªses.
Por ello no debe sorprendernos que los ¨²ltimos esfuerzos pol¨ªticos para armonizar la desequilibrada e incoherente mezcla entre pol¨ªtica monetaria y pol¨ªtica fiscal se orienten a la adopci¨®n -con rango de enmiendas constitucionales- de aut¨¦nticas "constituciones monetarias y fiscales" que comprendan reglas severas para salvaguardar la estabilidad monetaria. En esta l¨ªnea hay que situar los intentos neoconservadores en Estados Unidos y en otros paises para establecer normas constitucionales que excluyan la posibilidad de d¨¦ficit p¨²blicos, que limiten el alcance de los mecanismos de indiciaci¨®n -particularmente en materia salarial- y que aseguren una mayor autonom¨ªa de los bancos centrales.
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