Esnob¨ªsimo
Hace ya tiempo que se pretende categorizar la cultura con la superficial y precipitada perspectiva cronol¨®gica que arrastra y devora las modas en todos los sectores lucrables de la sociedad de consumo. Se habla de culturas enteras o de ciudades con tradici¨®n secular como si fueran movimientos pict¨®ricos. Frases como: "En Mil¨¢n ya no pasa nada" son sem¨¢nticamente vac¨ªas, porque relacionan conceptos l¨®gicamente inconexos: Mil¨¢n es un poso, y pasar es un flujo; Mil¨¢n es el poso que ha quedado en un espacio urbano despu¨¦s de pasar por ¨¦l Ludovico Sforza, Leonardo da Vinci, Bramante, Toscanini, Visconti, la Callas y Rocco y sus hermanos. En las ciudades no pasa nada, porque su esencia es quedar; somos nosotros quienes pasamos, por ellas o de ellas, dejando inscrita nuestra ef¨ªmera pirueta en los detritus que ser¨¢n barridos al amanecer.Ni siquiera en Nueva York pasa nada importante culturalmente: se estrenan zarzuelas americanas, se inauguran exposiciones y se venden libros. Donde est¨¢ la acci¨®n es en los titanics de acero y cristal varados en Manhattan, inamovibles, desde cuyas as¨¦pticas alturas aireacondicionadas las multinacionales dirigen los destinos del mundo. Desde all¨ª se ordenan para el consumo las modas; y, ahora que aumenta el tiempo libre, se fomenta el mercado cultural con igual criterio que el del autom¨®vil: obsolescencia planeada. La cultura, para que sea rentable, se ha de consumir con rapidez, de modo que el giro reporte beneficios. No convienen stocks, porque los costes de financiaci¨®n son altos; por eso se crean las modas en cosas por naturaleza lentas, espont¨¢neas, profundas e imprevisibles como son el arte y la cultura. Se lanzan nuevos fil¨®sofos, como si el pensamiento fuera un detergente. Y cuando los nuevos ya no rinden, engullidos en el torbellino, se lanzan los nov¨ªsimos.
Si dif¨ªcil es en estos apresurados lustros ser nuevo, ?c¨®mo mantenerse con holgura en el papel de nov¨ªsimo? Quiz¨¢ proyectando sobre la colectividad el intransferible drama personal y pensando que las ciudades sufren los mismos avatares de entusiasmo y estancamiento que una carrera individual. Es dificil discutir si Barcelona es o no el Titanic, pero s¨ª me parece que para afirmarlo es preciso tener una obra del peso espec¨ªfico y volumen de un iceberg, no de un t¨¦mpano que se licua inocuamente al pasar del Cant¨¢brico al Mediterr¨¢neo. Barcelona, que, seg¨²n autores de fuste, es archivo de cortes¨ªa, no puede guardar en ¨¦l a quienes, tras vivir en ella como nativos o hu¨¦spedes, emplean un tono de suficiencia injustificada para juzgar una categor¨ªa por una an¨¦cdota.
A los catalanes, adem¨¢s de la est¨¦tica, nos mueve la bolsa de valores, y nadie puede negar que la actividad cultural parec¨ªa m¨¢s creativa en las d¨¦cadas de los negocios boyantes; como no es impertinente sino necesaria una actitud cr¨ªtica frente a la pol¨ªtica cultural de la Generalidad.
La cuesti¨®n es el esnobismo en la cultura: el esnob quiere que la cultura cambie como las modas, y cuando adem¨¢s es cursi, quiere que esas modas sean en todas partes las de Par¨ªs. La cultura no se mide por exposiciones de El Greco y Henry Moore, librer¨ªas como las de Par¨ªs ni conciertos de verdad. La cultura, como la ciudad, es el sedimento de vivencias civilizadas repetidas por una comunidad durante siglos. Los altos y bajos normales que se producen en la intensidad cultural quedan incorporados en una tendencia a m¨¢s largo plazo que, ¨¦sa s¨ª, marcar¨¢ el car¨¢cter ascendente o descendente de la cultura. Pero hay todavia un aspecto m¨¢s importante. Es un error de deformaci¨®n profesional confundir la cultura con las manifestaciones art¨ªsticas. Estas son, hoy d¨ªa, un epifen¨®meno que puede ser indicador m¨¢s de un montaje comercial que de un nivel creativo. La verdadera cultura, de la cual las artes son s¨®lo la punta del iceberg, es el talante de las gentes, el modo como enfocan su vida y se relacionan entre s¨ª y con el mundo; la sabidur¨ªa, que es un don de acci¨®n, y no el conocimiento, que es un proceso de informaci¨®n, es cultura: el don de tomar la decisi¨®n m¨¢s ¨²til y agradable ante todos los hombres y todas las cosas y hacerlo en el momento justo. Esta es la cultura que forma las nueve d¨¦cimas partes sumergidas del iceberg. Y es esta parte no visible la ¨²nica capaz de hundir un Titanic.
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