La ?pera de Leipzig representa en la temporada de Madrid obras de Wagner y Mozart
Hoy inicia sus actuaciones con 'Los maestros cantores de N¨¹remberg'
La ?pera de Leipzig (Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania) comienza hoy una serie de representaciones en el teatro madrile?o de La Zarzuela, dentro de la XIX Temporada de la ?pera. Las actuaciones se inician con el montaje de Los maestros cantores de N¨¹remberg, de Wagner. Es la primera vez que esta obra wagneriana se canta en la temporada madrile?a de la ¨®pera. El coro de la compa?¨ªa y la orquesta del Gewandhaus, de Leipzig, participan en todas las representaciones.
Dos cumbres de la oper¨ªstica alemana, La flauta m¨¢gica (estrenada en el Theater auf der Wieden, de viena, el 30 de septiembre de 1791, con libreto de Emanuel Schikaneder y m¨²sica de Wolfgang Amadeus Mozart) y Los maestros cantores de N¨¹remberg (estrenada en el Hoftheater, de Munich, el 21 de junio de 1868, con libreto y m¨²sica de Richard Wagner), se representar¨¢n, dentro de la Temporada de Opera de Madrid, a cargo del Teatro de la ?pera de Leipzig, los d¨ªas 30 y 31 de mayo y 1 y 6 de junio y 28 de mayo y 3, 5 y 8 de junio, respectivamente.Ambas obras de madurez (La flauta m¨¢gica es la ¨²ltima ¨®pera estrenada de Mozart; Los maestros cantores se sit¨²a entre Trist¨¢n e Isolda -1865- y la tetralog¨ªa El anillo del Nibelungo, cuyo pr¨®logo, El oro del Rin, se estrena en 1869) aparecen hoy como la trayectoria de dos viajes simult¨¢neos, paralelos, complementarios, que atravesar¨¢n no sin trabajo un itinerario parecid¨ªsimo.
En La flauta m¨¢gica, Tamino pretende a Pamina; Papageno busca su Papagena. En Los maestros cantores, Walther ama a Eva y David, a Magdalena. El asunto no es f¨¢cil. El amor, centro de la existencia, no se recoge; se disfruta, sin m¨¢s. Se alza una cordillera de obst¨¢culos. No es s¨®lo un problema de geograf¨ªa. Conviene aprenderse el sendero, pero a la hora de coger el macuto resulta imprescindible abrazar estrechamente el riesgo. El explorador va provisto del despojo de cualquier seguridad. Sabe que es probable que no salga vivo del empe?o. "Quien mucho se arriesga, muchas veces gana", dice Papageno para darse ¨¢nimos. "Si uno se arriesga a algo an¨®malo ?de qu¨¦ le valdr¨¢ lo que le digan?", piensa Pogner, el orfebre maestro cantor que ha ofrecido como premio del certamen de canto la mano de su ¨²nica hija, Eva, y todas sus riquezas.
La b¨²squeda de la recompensa
Se inicia el viaje. Tamino busca, Walther prepara su canci¨®n. Parece que los pasos van a sucederse uno tras otro. Tamino se somete a las pruebas, Walther cree que la soluci¨®n es el rapto. Resulta que en la marcha subyace el regreso.No es cosa de degollar leones ni de huir aprovechando las tinieblas. Las proezas nada tienen que ver con la misi¨®n cumplida. Para tocar lo que se tiene enfrente es preciso dar la vuelta al mundo. Tamino, que cree arrancar a Pamina de las garras de Sarastro para devolverla a su madre, la reina de la noche, se encuentra librando a su amada de las zarpas de la reina de la noche para presentarla a Sarastro. Papageno rechaza a Papagena porque cree que tiene ochenta a?os; no, acaba de cumplir dieciocho. El abanico se despliega al rev¨¦s. Pamina arroja la daga, Papageno la soga; con los instrumentos del suicidio no consumado en el suelo se precipita la marcha atr¨¢s. Convencidos de que iban, volv¨ªan. El principal enemigo no es otro que la ignorancia.
Hans Sachs, el zapatero rnaestro cantor, muestra a Walther que la calidad de su canci¨®n se enfrenta, s¨ª, a la ret¨®rica r¨ªgida de las normas imperantes, pero no precisamente para derribarla: la novedad no es un tajo, sino un momento del fluir de la tradici¨®n. No se hab¨ªa o¨ªdo versificar as¨ª.
La expedici¨®n por regiones fabulosas empieza y termina en el trabajo diario. Ante los templos de la sabidur¨ªa, de la raz¨®n y de la naturaleza, Tamino comprueba que "donde reina la actividad y se expulsa el ocio, el mal no puede tener cabida". Hans Sachs, poeta y remend¨®n, que fabula Versos sobre las suelas de cuero, va rimando la mediocre canci¨®n del mediocre pretendiente Bechmesser a base de remachar, con ruidoso j¨²bilo, los clavos de su zapato de fiesta. La lucidez, el trabajo, el encuentro con el ser amado se conjugan en un mismo tejido, la m¨¢sica.
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