Eros y los toros
Y hete aqu¨ª que el espect¨¢culo se nos convirti¨®, durante el segundo novillo, en un festival vagamente er¨®tico. Oficiaba Ferm¨ªn Vioque, a quien parec¨ªa venirle ancha la taleguilla.Luego se ver¨ªa que era una simple estratagema para que el astado partenaire tuviera facilidades a la hora de arrancar al artista el ¨²ltimo, el m¨¢s ¨ªntimo encaje.
Tras una excitante pelea con el animal, Vioque perdi¨® primero la muleta, luego se dej¨® medio arrancar una hombrera y al final de la lucha, durante fracciones de segundos, como hac¨ªan las vedetes en tiempos de la censura, dej¨® entrever sus m¨¢s genuinos encantos, mientras decenas de prism¨¢ticos dirig¨ªan sus puntos de mira hacia la apoteosis.
Alguna espectadora (no se enfade nadie: lo mismo hac¨ªan los varones cuando, con carteles de se?oritas toreras, se produc¨ªan trances similares), levant¨® su humanidad del asiento y estir¨® la garganta, en busca de m¨¢s adecuado plano.
Luego la cosa dur¨® un rato, porque como no hay vestuarios en la plaza, y el torero se hab¨ªa olvidado los calzones de recambio, hubo de solicitarse el concurso del respetable.
Aunque parezca extra?o, un espectador hab¨ªa ido a los toros con dos pares de pantalones, uno de los cuales resolvi¨® al fin la delicada situaci¨®n.
Entre el toque er¨®tico de Vioque, que, aunque fugazmente, todo lo ense?¨®, y el de Campano, que sin prescindir para nada de la ropa hizo varios alardes de exhibicionismo viril, claramente dirigidos a los tendidos, la cosa estuvo, ya digo, de lo m¨¢s descocado.
El mentado Campano, hijo de novillero pasable, puede convertirse en el Bos¨¦ taurino, con perd¨®n de las comparaciones. Como el muchacho se deja ver por las veraneantas en alguno de los establecimientos hosteleros que posee su padre en Las Navas del Marqu¨¦s, ayer estaba la plaza repleta de quincea?eras vociferantes, todas las cuales hab¨ªan ido a la plaza provistas de ramos de reventones claveles. Como, adem¨¢s, el muchacho apunt¨® casta y lleg¨® a torear, ya puede imaginarse el resultado. Tablas tiene el chico como para abrumar.
Aunque no deja de ser un novillero jovencito. ?Que en qu¨¦ se nota?. Pues muy sencillo: cuando se es matador confirmado, el mozo de espadas da a beber agua a su maestro en un inmaculado vaso de cristal, previamente limpio con una no menos blanca toalla; cuando se oficia de novillero, aunque sea puntero, el ayudante le hace conformarse con un recipiente de papel encerado.
Para que as¨ª se acostumbren los aspirantes a las privaciones y a la austeridad.
Y hoy los victorinos. Ya ha llovido en san Isidro, con lo cual puede haber sol y toros, como est¨¢ escrito. Habr¨¢ que gozar de ambos.
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