En medio del ambiente
El 5 de junio pone marco a una serie de actos, en su mayor parte oficiales, encaminados a demostrar que la preocupaci¨®n por los sistemas naturales, la calidad de la vida y el porvenir de esta especie, la nuestra, tambi¨¦n compete a la Administraci¨®n. Y nosotros, una vez m¨¢s, con la obligaci¨®n de subrayar lo poco que se ha hecho desde. el ¨²ltimo D¨ªa Mundial del Medio Ambiente. Los papeles, de momento, est¨¢n claros, por mucho que unos cuantos, desde la derecha y desde la izquierda, quieran crear superestructuras pol¨ªticas en las que cobijar al tan vasto como difuso -a Dios gracias- movimiento ecologista, ambiental o proteccionista, que todos esos nombre tiene, y le sirven.
Porque seguimos con unos organismos oficiales que usan apellidos como conservaci¨®n de la naturaleza o medio ambiente, insertos en ministerios caracterizados por su misi¨®n de saqueo de los recursos, tanto renovables como finitos, que todav¨ªa ofrece nuestro maltrecho entorno.Enfrente, y no por gusto, nosotros, convencidos de que no hay otra salida que tener presentes los presupuestos de esa joven ciencia llamada ecolog¨ªa.
Casi con pereza, fruto de tener que repetir a diario la misma lista de preocupaciones, insistimos en que nuestro pa¨ªs sufre agresiones constantes a las que apenas se pone l¨ªmites, cuando no, son fomentadas.
Pero aburrir tambi¨¦n resulta antiecol¨®gico:
No hay peces para tantas redes y tanto paro, cuando la productividad biol¨®gica del mar podr¨ªa, si la dej¨¢ramos manifestarse, dar alguna que otra sorpresa.
El Mediterr¨¢neo ya se nos escapa de las manos. No puede ser de otra forma tras tapiarlo y verter en ¨¦l todo nuestro desprecio.
Poco m¨¢s o menos, lo mismo se hace con los r¨ªos, lagos y monta?as donde la especulaci¨®n se manifiesta con su verdadera faz. Las zonas h¨²medas, el ecosistema m¨¢s escaso de Espa?a, siguen perdiendo terreno, incluso dentro de los parques nacionales.
La puerta al desierto
Nuestros bosques, o arden cuando son artificiales, o son arrancados si eran naturales. En consecuencia, la puerta al desierto ya est¨¢ abierta en casi la mitad del pa¨ªs.
Tan grave como olvidado' aquello de un suelo agr¨ªcola sin protecci¨®n legal y en permanente repliegue ante el cemento. O que nadie sepa, a ciencia cierta, lo que come, bebe o respira.
Las reservas gen¨¦ticas se agotan: cada d¨ªa son m¨¢s los animales y plantas, tanto dom¨¦sticos -razas aut¨®ctonas- como silvestres, al borde de la extinci¨®n.
Y mientras, el desarrollismo como sistema. Algo que s¨®lo puede mantenerse si se est¨¢ dispuesto a pagar cada vez m¨¢s por la energ¨ªa y a olvidar, paralelamente, que las materias primas ya escasean, pero no los residuos que su procesamiento genera.
Resulta, al respecto, m¨¢s que alarmante que sean basuras y contaminantes precisamente lo que m¨¢s producimos, algunos tan activos y de peligrosidad tan duradera como los radiactivos.
Los ejemplos con los que ilustrar cada uno de los aspectos de esta somera lista de inquietudes son tan numerosos como reconocidos por todos, y, l¨®gicamente, hoy innecesarios. Porque si la Administraci¨®n no lo considerara as¨ª, ?para qu¨¦ ha dictaminado entonces tantas leyes, que examinadas en rigor cubren ya la pr¨¢ctica totalidad de las situaciones relacionadas con el medio ambiente? ?Para qu¨¦ el Icona, la CIMA, la Direcci¨®n General del Medio Ambiente? ?Para qu¨¦ los seis intentos, torpedeados todos ellos, de una ley general? ?Para qu¨¦ el art¨ªculo 45 de la Constituci¨®n? ?Por qu¨¦, en suma, no hay un solo partido que olvide en su programa la tem¨¢tica ecol¨®gica?
No hay nada, pues, que reconocer, ni admitir, desde el momento en que todos padecemos esa realidad que no se quiere atajar. Lo que cambia es, por un lado, la valoraci¨®n, y por otro, la voluntad de aplicar los ya numerosos instrumentos que poseemos para garantizar, entre otras cosas, los postulados de la estrategia mundial para la conservaci¨®n de la naturaleza, elaborada por la UICN, PNUMA y WWF, y suscritos por nuestro Gobierno en un acto presidido por sus majestades los Reyes.
En ese, a nuestro entender, b¨¢sico documento, se urge a las administraciones de todo el mundo a:
1. Mantener los procesos ecol¨®gicos esenciales y los sistemas vitales.
2. Preservar la diversidad gen¨¦tica.
3. Asegurar el aprovechamiento sostenido de las especies y de los ecosistemas.
Marasmo administrativo
Algo sencillo de entender desde el momento en que industrias, agricultura, ganader¨ªa, pesca y miner¨ªa -es decir, la casi totalidad de las actividades humanas- dependen de la continuidad de los recursos en los que siempre se han basado.
Pues bien, hora es de que contemos la m¨¢s ilustrativa de las tristes realidades que acompa?an a los preocupados por el medio ambiente. Algo que revela no s¨®lo el actual marasmo administrativo, donde pr¨¢cticamente todos los departamentos tienen competencias y nadie poder ejecutivo real para ordenar un poco esta casa revuelta, sucia y casi en ruinas que es Espa?a, sino tambi¨¦n que lo ¨²nico que importa a los gobernantes es dar la sensaci¨®n de que se hace algo, pero nunca trascendente para mejorar nuestra calidad de vida.
Nos referimos, en concreto, a que a ra¨ªz de que nuestro Gobierno suscribiera la estrategia mundial para la conservaci¨®n de la naturaleza, el Consejo de Ministros cre¨®, por orden del 2 de junio de 1980, un comit¨¦ de seguimiento, entre otras cosas para que elaborara dos informes anuales que permitieran al Ejecutivo valorar el grado de desviaci¨®n de aquellos prop¨®sitos.
Pues bien, alguien por encima de gobiernos e instituciones debe querer que esto no funcione, pues ese comit¨¦ de seguimiento, con mandato inst¨ªtucional, s¨®lo se ha reunido en tres ocasiones, no ha elevado informe alguno al Gobierno y hoy es una de las numerosas frustraciones de los que estamos convencidos de que es viable un ecodesarrollo, ese que se diferencia del modelo al uso en que garantizar¨ªa a nuestros descendientes una Espa?a, cuando menos, habitable.
Porque nosotros, hoy unidos y representando al conjunto de los proteccionistas y ecologistas de nuestro pa¨ªs, somos conscientes de nuestra condici¨®n humana, que no es otra que la de una especie m¨¢s, inserta como todas en la naturaleza, a la que se puede y debe usar, pero no romper, pues para ella no existe alternativa. Estamos, pues, en medio de un ambiente, no a un lado, ni encima, ni much¨ªsimo menos debajo. Pero de nuestro medio ambiente la mayor¨ªa s¨®lo se acuerda para hacer pol¨ªtica, cuando se tratar¨ªa de ser real y simplemente humanos. Y que conste que ser¨ªamos inmensamente felices si alguien nos demostrara que estamos equivocados.
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