Recuerdo de la aventura humana y editorial de Rafael Gim¨¦nez Siles
Querido Jos¨¦: avanzaba la fila de desterrados sumida en un inexplicable y rosado resplandor. Ven¨ªamos con nuestros amigos, con nuestros hermanos. Hab¨ªa uno de los de la fila que caminaba m¨¢s erguido, o era m¨¢s alto que los dem¨¢s. El hombre que as¨ª sobresal¨ªa entre los otros avanzaba decidido y parec¨ªa impaciente, como si tuviera prisa. ?As¨®mbrate, Jos¨¦! Se le hab¨ªa metido en la cabeza y le iluminaba la mirada fija y penetrante, que los mexicanos hab¨ªan de ponerse a leer, y eso cuanto antes, a Pierre Loti, a Honorato de Balzac.?Qui¨¦n me lo iba a decir! Aquel hombre tan erguido en tan gran adversidad era mi amigo Rafael, Rafael Gim¨¦nez Siles, del que me pides en tu carta que te hable. Le conoc¨ª hace mucho tiempo en aquella casa de Madrid, la de mi padre, sita en la calle de Vel¨¢zquez, las acacias en flor, y en el piso bajo, instal¨¢ndose, el nuevo vecino. No llegaba el carro de mudanzas, ni mueble alguno, pero s¨ª muchas estanter¨ªas y grandes rimeros de libros: El cemento, de Gladkow; El fuego, de Barbuse, y tantos m¨¢s (El sargento Grisha, Babitt, Demi¨¢n ... ). Nac¨ªa la Editorial Cenit y yo descubr¨ªa y me hac¨ªa amigo de uno de los espa?oles m¨¢s sorprendentes y originales. Era el nuevo vecino hombre din¨¢mico, esforzado, inteligente e inflexible en sus decisiones, que hab¨ªa que poner en pr¨¢ctica al momento.
No he conocido un andaluz m¨¢s autoritario, m¨¢s solemne en su adusta tristeza. En ¨¦l, la gracia -el cari?o tambi¨¦n, y tambi¨¦n la amistad, que es muy verdadera- va por dentro. Corre al par de un cierto o fingido mal humor que le hace ser obedecido y por tanto eficaz, eficac¨ªsimo, en su mando. Por fuera, pasa. Qued¨¢ndose a su lado es hombre divertido, se le toma cari?o, es siempre inesperado en sus respuestas, brillante en sus ocurrencias. En Madrid asist¨ª con ¨¦l al milagro abrile?o de las ferias del libro, que a iniciativa suya y por su empe?o se instalaron en el paseo de Recoletos, "con la colaboraci¨®n", puntualiza Rafael, "de la se?ora concesionaria de las sillas del paseo". "?Daniel, tu arrop¨ªa de miel!" -me invitaba generoso el malague?o Gim¨¦nez Siles al verme de lejos-. La arrop¨ªa es un dulce pringoso, entre cristiano y moro, que no se volv¨ªa a vender en Madrid hasta que llegaba la siguiente feria.
?Hay arrop¨ªas en M¨¦xico? Sin duda las hay, entre los dulces monjiles que dej¨® la colonia. En nuestro M¨¦xico del exilio perdur¨® y se acrecent¨® mi amistad con Rafael. Me hizo participar en infinidad de ediciones y me dio a saborear la agridulce arrop¨ªa del trabajo. Oficio: tip¨®grafo. Maestro: Ram¨®n Lamoneda. Al llegar cada ma?ana a mi mesa y levantar la vista, la cara de pocos amigos de Rafael. Pronto me di cuenta de que su cara no era de pocos amigos (he sido siempre uno de esos pocos), sino de preocupaci¨®n, de compromiso. He aprendido despu¨¦s que no hay mayor agobio ni mayor ansiedad que las qu¨¦ produce la confecci¨®n de un libro.
De la fila de aquel ¨¦xodo inicial, Rafael Gim¨¦nez Siles se desprende para cumplir en M¨¦xico una misi¨®n editorial sin paralelo. Editorial y librera. Brota un d¨ªa, en la calle de Humboldt, la primera Librer¨ªa de Cristal, y salen a la luz del tr¨®pico las revistas Amiga y Romance, ¨¦sta dirigida por el poeta Juan Rejano. En seguida, otra librer¨ªa se extiende como un gusano de luz en la noche mexicana, la gran librer¨ªa que en la Alameda Central ocupa la p¨¦rgola Angela Peralta. ?Cu¨¢ntas horas y qu¨¦ incesante leer junto al cristal por el que se ve¨ªa aquel jard¨ªn! Ahora era yo el ins¨®lito vecino en aquella casa transparente que ten¨ªa Rafael en M¨¦xico. No para disfrutar las vetas de sol y sombra que sesgaban el cristal a la ca¨ªda de la tarde, sino para corregir galeradas y leer en voz alta al atendedor el Manifiesto comunista. Ed¨ªtar es como atravesar un caudaloso r¨ªo, como volar, como subir al Hirnalaya, sin que nada se nos olvide: las comas y los puntos, los blancos, que son como las grietas abiertas en el glaciar...
Arriesgada expedici¨®n
Es una arriesgada expedici¨®n esta de la tipograf¨ªa. El exilio tambi¨¦n fue una experiencia de alta monta?a. Experiencia conclusa. Con el tiempo, si nos fijamos bien, el cuadrito de luna se ha quedado vac¨ªo. No del todo. Algunas figuras habitan todav¨ªa el rosado fulgor. Rafael, infatigable, edita alcabo sus propios libros, por ahora el cuarto volumen de sus memorias: Retazos de vida de un obstinado aprendiz de editor, librero e impresor.
Ha pasado el tiempo, como te digo. A don Rafael se le ve en las ma?anas ir a una u otra de tantas librer¨ªas como ha fundado. Ante los aparadores baja un poco la cabeza y se para a distinguir los t¨ªtulos de las novedades.
Ya no hay novedad que nos valga. Todo parece haber pasado. Y, sin embargo, nada tan flagrante como aquel ¨¦xodo nuestro. Igual que- en la noche de Pompeya, yacen, al pie del volc¨¢n mexicano, algunos grupos de seres empecinados, calcinados tal vez. Sus cuerpos, como aquellos otros del Vesubio, han sido protegidos al quedar envueltos en las mismas cenizas en que se abrasaron.
Muertos, o todav¨ªa no; eso es, en suma, amigo Jos¨¦, lo que queda de aquellas gentes que tuvimos la debilidad de tomar por la tremenda la guerra de Espa?a.
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