El paro y la tecnolog¨ªa
En 1977, la Confederaci¨®n Francesa Democr¨¢tica del Trabajo (CFDT) public¨®, con el t¨ªtulo Los da?os del progreso, un libro dedicado a las reacciones de los trabajadores frente a los cambios t¨¦cnicos. El contenido del libro dio lugar a un debate y el t¨ªtulo caus¨® impacto. Las reacciones producidas pueden explicarse, en parte, por el hecho de que militantes y trabajadores, cuya experiencia transcribe el libro, establecen una gran disociaci¨®n entre la noci¨®n de progreso y las evoluciones tecnol¨®gicas con las que tienen que enfrentarse. Ahora bien, sigue estando muy arraigada en nuestra sociedad la confusi¨®n entre la idea de progreso y la evoluci¨®n de las ciencias y las t¨¦cnicas.Esta confusi¨®n impregna los medios t¨¦cnicos y todas las capas sociales caracterizadas por lo que podr¨ªa llamarse un positivismo t¨¦cnico, nacido del desarrollo industrial de los siglos XIX y XX, pero ha marcado tambi¨¦n de manera profunda una parte importante del movimiento obrero, para el cual, en definitiva, el desarrollo de las fuerzas productivas es el motor de la transformaci¨®n social. Decir que no todo es exactamente as¨ª, que las cosas no son tan sencillas, equivale, en cierto modo, a conducirse como un iconoclasta. En el debate nacido de este libro, pero, sobre todo, de las transformaciones del trabajo inducidas por las nuevas tecnolog¨ªas, el an¨¢lisis de la CFDT se presenta muchas veces deformado. Se nos atribuye una postura conservadora, lindante con el ludismo, es decir, un rechazo de cualquier evoluci¨®n tecnol¨®gica.
Esta deformaci¨®n enmascara, en nuestra opini¨®n, otras cuestiones urgentes, esenciales, con las que han de enfrentarse hoy el movimiento sindical y la totalidad de las fuerzas sociales, y de las que nadie puede desentenderse.
?C¨®mo puede la sociedad controlar los profundos cambios del trabajo, su propia transformaci¨®n provocada por el desarrollo acelerado de nuevas tecnolog¨ªas? ?Qu¨¦ concepto se defiende del trabajo, del lugar y del papel de los trabajadores en la producci¨®n? ?C¨®mo encontrar nuevos equilibrios econ¨®micos en el conjunto de profundas modificaciones de la crisis, que acompa?an, cada vez m¨¢s ¨ªntimamente, a las mutaciones tecnol¨®gicas?
Desde hace diez a?os, la econom¨ªa mundial ha entrado en una fase de intensa crisis, que corresponde a una redistribuci¨®n de las relaciones de fuerza entre los pa¨ªses y entre las empresas, materializada simult¨¢neamente en varios niveles: tensiones financieras y monetarias, control de la energ¨ªa y las materias primas, puesta en pr¨¢ctica de innovaciones tecnol¨®gicas que transforman la productividad del trabajo, etc¨¦tera.
Redistribuci¨®n de las relaciones
En esta redistribuci¨®n general, cada rama de actividad, cada sector de producci¨®n, se ve afectado por mutaciones que transforman radicalmente el trabajo en todos sus aspectos: cualificaci¨®n, condiciones laborales, nivel de empleo, etc¨¦tera. El hecho de que estos cambios se deban en parte a las presiones internacionales hace a¨²n m¨¢s dif¨ªcil el an¨¢lisis y la definici¨®n de los medios de intervenci¨®n del sindicalismo.
Frente a esta situaci¨®n, la CFDT intenta definir una pol¨ªtica de acci¨®n que haga tambi¨¦n de la evoluci¨®n tecnol¨®gica un objeto de negociaci¨®n. Tomamos como punto de partida ciertas convicciones y ciertas realizaciones del movimiento obrero. Creemos que el trabajo, la actividad profesional, sigue siendo un lugar de socializaci¨®n, de constituci¨®n de una identidad individual y colectiva, y que, en definitiva, la calidad de esta socializaci¨®n es fundamental para la actividad econ¨®mica y para la sociedad.
Partiendo de esta base, nos parece evidente que las transformaciones brutales del trabajo impuestas por las mutaciones tecnol¨®gicas provocan una desestabilizaci¨®n no s¨®lo de los trabajadores, sino tambi¨¦n del tejido social. Si bien algunas evoluciones tecnol¨®gicas pueden ser positivas, portadoras reales de progreso, es necesario en cualquier caso aprender a administrar colectivamente lo que transforman en la sociedad, y, sobre todo, con quienes van a ver transformado su trabajo.
La fatiga nerviosa
A esta convicci¨®n profunda sumamos ciertas realizaciones de la historia obrera. Hemos conocido ya en el pasado mutaciones del sistema productivo que deb¨ªan aportar el progreso a todos sin distinci¨®n. Citemos, por ejemplo, el taylorismo. Ahora bien, sesenta o setenta a?os despu¨¦s de su introducci¨®n hay que sopesar, de un lado, el desarrollo de la producci¨®n a que ha dado lugar y, de otro, todas las consecuencias que les ha acarreado a los trabajadores y trabajadoras, e incluso a la organizaci¨®n profunda de nuestra sociedad: divisi¨®n del trabajo llevada a extremos absurdos, que provoca un desgaste prematuro y una fatiga nerviosa constante, total diferencia de vida profesional, pero tambi¨¦n social y afectiva, entre los trabajadores sometidos a las cadencias, a la cadena, y los que ocupan otro lugar en el sistema econ¨®mico. Esta historia nos ha ense?ado que no es bueno para el movimiento obrero creer en la neutralidad de la t¨¦cnica ni dejar el futuro del trabajo y de la organizaci¨®n en manos de especialistas, que prometen -sin compartir su poder- asegurar la felicidad de los dem¨¢s. En materia de informatizaci¨®n, de automatizaci¨®n, por ejemplo, siempre estamos escuchando el mismo discurso: "Dejadnos hacer, os traemos el progreso".
La CFDT no quiere quedarse fuera del debate. No acepta que los trabajadores queden marginados de las elecciones que van a pesar de manera decisiva en la organizaci¨®n de su trabajo. Est¨¢n en juego demasiadas cosas, no s¨®lo para los asalariados, sino tambi¨¦n para la sociedad, para que no intervengamos frente a las mutaciones tecnol¨®gicas. ?Cu¨¢l puede ser nuestra pol¨ªtica de acci¨®n con respecto a estos problemas? Hemos de lograr que emerjan simult¨¢neamente tres niveles de tratamiento para estas cuestiones.
El nuevo contexto que se da en Francia desde hace un a?o puede contribuir sin duda a ello, aunque no garantiza autom¨¢ticamente la certeza de alcanzar los objetivos.
1. Hay que definir las condiciones de una independencia econ¨®mica nacional, con objeto de evitar que las presiones internacionales impongan de manera total sus criterios tecnol¨®gicos en nuestro pa¨ªs. Esto implica necesariamente una nueva pol¨ªtica industrial y el desarrollo de las capacidades de investigaci¨®n e innovaci¨®n en el marco de una planificaci¨®n renovada.
2. Hay que definir, asimismo, procedimientos que permitan controlar la transformaci¨®n del trabajo, dar a los trabajadores los medios para expresarse e intervenir en sus condiciones laborales, en lo que se refiere a los proyectos de mutaci¨®n de los sistemas de producci¨®n. ,
3. Hay que definir, por ¨²ltimo, las condiciones de un nuevo orden econ¨®mico internacional. La necesidad del desarrollo de los pa¨ªses menos desarrollados o subdesarrollados, impone nuevas relaciones contractuales entre los pa¨ªses ricos y los otros, sobre todo en lo que se refiere a las transferencias de tecnolog¨ªa, si no se quiere desembocar en conflictos que desestabilizar¨ªan a¨²n m¨¢s la econorn¨ªa mundial.
No es sencillo, ni mucho menos, sacar adelante estos tres niveles de tratamiento. La CFDT piensa que el movimiento sindical, en especial a nivel europeo por mediaci¨®n de la Confederaci¨®n Europea de Sindicatos, puede contribuir a ello en gran medida. Ahora bien, para lograrlo habr¨¢ que aceptar sin duda replantearse algunas cuestiones espinosas: por ejemplo, la de las gigantescas inversiones financieras que cada pa¨ªs dedica a la investigaci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas b¨¦licas.
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