Los curas obreros denuncian la involuci¨®n de la Iglesia
Los curas obreros, tema de esc¨¢ndalo en la Francia de los a?os cincuenta y reivindicaci¨®n generalizada en la Espa?a de los a?os sesenta, vuelven a la carga con una reuni¨®n internacional, en Par¨ªs, y otra de los espa?oles, en Madrid, tal y como ayer inform¨¢bamos.Entre los ¨²ltimos encuentros y los de ahora han transcurrido casi diez a?os. "Parece, a primera vista, que el tema no tiene actualidad, ya que hoy son muchos los curas que trabajan en distintas profesiones", dicen los reunidos en la Casa de Ema¨²s, de Pozuelo de Alarc¨®n, "pero los problemas de fondo siguen sin resolverse, sobre todo en Espa?a". Estos cincuenta curas reunidos, en representaci¨®n de los casi doscientos que hay en Espa?a, se definen "como deudores de una doble fidelidad: al mundo obrero y al evangelio". Con el mundo trabajador no tienen problemas. La mitad de ellos est¨¢n sindicados "y el trabajador nos valora en funci¨®n de lo que hacemos en el trabajo y en la lucha obrera". No pretenden ning¨²n tipo de plataforma unitaria, ni desarrollar ning¨²n tipo de sindicalismo cat¨®lico, sino que reflejan el pluralismo sindical que se encuentra en cualquier colectivo obrero. Lo que les agrupa es la "opci¨®n de clase", que dicen unos, o "en ser clase obrera", que apostillan otros.
Las dificultades proceden de la Iglesia. Ya no se dice, como argumentaba el novelista franc¨¦s Cesbron, el autor del pol¨¦mico Los santos van al infierno, de que los curas obreros ponen en peligro su fe al encontrarse con el mundo descristianizado del trabajador. "Ahora nos cuestionan porque somos portadores de una alternativa de Iglesia, donde el papel social de la Iglesia, el celibato o los ministerios adquieren un sentido distinto del oficial". Tres de los curas presentes est¨¢n casados, la mitad de ellos tienen responsabilidadeds en parroquias y la mayor¨ªa pertertecen a alg¨²n grupo de base.
La confrontaci¨®n con la jerarqu¨ªa adquiere todos los matices. Hay quien tuvo que escoger entre trabajar y seguir perteneciendo a su congregacion religiosa, otro tuvo que escoger entre ser ATS o p¨¢rroco y no falta quien "almuerce de vez en cuando con el obispo desde que soy obrero". El conflicto, sin embargo, ha tomado, en opini¨®n de la mayor¨ªa, la forma de la marginaci¨®n: "Ni se nos comprende, ni ayuda, ni se nos hace participar en los organismos diocesanos". Esta ignorancia, practicada, seg¨²n ellos, por la jerarqu¨ªa espa?ola en los ¨²ltimos a?os, adquiere ahora tintes mucho m¨¢s beligerantes: "La gente que ahora acude a los seminarios son carism¨¢ticos o pentecostalistas, despreocupados del entorno social, y los obispos no quieren que se les d¨¦ a conocer nuestra experiencia obrera. Es un signo de la involuci¨®n de la Iglesia, que desea cada vez m¨¢s que el cura se dedique a la sacrist¨ªa. A estos hombres comprometidos preocupa la falta de sucesores, agravada por el envejecimiento de la pir¨¢mide sacerdotal. En otros pa¨ªses, como Francia, con sus 850 curas obreros, la Iglesia promociona este tipo de existencia y cuenta con su experiencia. Esto es lo que pretenden los doscientos curas obreros espa?oles, los trescientos italianos, los cuarenta belgas, los treinta alemanes y los veinte de Portugal.
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