Tres reinas para el 'pop' espa?ol
El reciente concierto que ofrecieron los grupos Mecano y Alaska y los Pegamoides en la plaza de toros de Segovia, o la presentaci¨®n que de su primer elep¨¦ realiz¨® la cantante Rubi en la sala Rock Ola de Madrid estuvieron marcados por algo muy poco habitual en el pop-rock espa?ol: la presencia en sus filas, como voces cantantes, de tres mujeres que llevan todo el camino de convertirse en nuestras reinas del verano.
En el corto espacio de unos d¨ªas, y con un poco de suerte, cualquiera puede escuchar las cantarinas gargantas de tres mujeres a la moda. Es tiempo de alondras y el pop espa?ol se tiende al calor del verano esperando una reina que tal vez pueda encontrarse en Segovia, en una ciudad invadida por su propia fiesta y en cuya costrosa y casi m¨¢gica plaza de toros deb¨ªa celebrarse un concierto espectacular: un mano a mano (nunca mejor dicho) entre los actuales cabezas de serie de la m¨²sica moderna hispana. Alaska y los Pegamoides contra Mecano. Un combate apasionante entre los fieros luchadores neopunkis y los finos catchers de Somosaguas. Algo apasionante, duro, emocionante, todo un acontecimiento.Llegamos a la plaza. Esta noche Olvido Alaska luce una cabellera blanca y negra, a lo Cruella de Ville, pero es s¨®lo una peluca. Su traje negro semeja el de Ivonne de Carlo en la Familia Monster y sus ojos brillan como los de Rodolfo Valentino en el Hijo del Caid. Pero no todo es de tebeo en esta mujer, los breves destellos de su cintur¨®n tachuelado, de sus mu?equeras despiadadamente punkis, nos recuerdan que este no es un grupo ?o?o. Y tanto es as¨ª que el p¨²blico castellano que hab¨ªa acudido indiscriminadamente al reclamo de lo ex¨®tico y de las trescientas pesetas que costaba la entrada, manten¨ªa la boca abierta ante los amenazadores aspectos de quienes secundaban a la cantante. Sobre todo el de Eduardo, actual guitarra y cuyo cr¨¢neo rapado, con luengo mech¨®n en las alturas, no presagia nada bueno a las hijas de familia que caigan en sus manos. Olvido, que vino aqu¨ª de mexicana adolescente y terrible, se ha convertido en una reina que no sonr¨ªe jam¨¢s. Toda su actuaci¨®n es tensa, como si tratara de machacar con las palabras. Palabras, que, todo hay que decirlo, suenan cada vez mejor ya que, contra todos los diagn¨®sticos, las desafinaciones de esta mujer no eran nada cong¨¦nito, sino simplemente funcional. As¨ª que, hoy por hoy, es la gran vampiresa de nuestro tinglado.
Ana Torroja, de Mecano, ser¨ªa el hada de esta historia. Ella s¨ª sonr¨ªe y su figura menuda, sus vaivenes de brazos o el breve traje que muestra sus bien torneadas extremidades, parecen puros, tiernos, decentes. La voz tampoco es agresiva y a trav¨¦s de ella se respira un cierto esp¨ªritu de bondad, de complacencia serena en lo que hace. Pero milagrosamente y sin hacer aspavientos, consigue llenar el escenario que comparte junto a los hermanos Cano (uno tranquilo, otro nervioso) correctamente trajeados a lo Al Capone. Pero ese aspecto es una broma inocente y el aspecto de pulcritud no se desmiente en ninguna de sus acciones. No canta mal, ni tampoco las letras ni las m¨²sicas precisan de mayores intensidades. Ana, ya digo, parece una ninfa fotog¨¦nica de suaves maneras. Ese es su encanto.
Pero es cosa de volver a Madrid, comprobar en la pantalla gigante del Rock Ola c¨®mo Espa?a hace el rid¨ªculo y esperar la aparici¨®n de Rubi por ver si ofrece algo mejor. Y vaya que s¨ª. La presencia m¨¢s perversa que han visto las tablas de la m¨²sica moderna hispana. Y es que si Alaska muestra lo mal¨ªsima que es y Ana su bondad natural, lo de Rubi es tan contradictorio que provoca inquietud.
Una presencia perversa
Bien es cierto que su grupo no la arropa muy bien, ni en imagen ni en sonido, pero ella es fuerte. Canta con voz de p¨¢rvula gazmo?a y acento rioplatense unas canciones improbables que sobre sus piernas pueden adquirir matices mal¨¦ficos, sensuales, directamente lascivos. Pero como es rubia y sonr¨ªe tanto nadie es capaz de desterrarla por tanto equ¨ªvoco. Y es que tiene morbo, a qu¨¦ enga?arnos. A veces tambi¨¦n da un poco de verg¨¹enza ajena porque todav¨ªa no conoce bien los recursos de Sarita Montiel, pero eso incluso se le pasa, se le olvida, se le perdona. Ya lo lograr¨¢.As¨ª, de esta manera y sin muchos descartes, se ha logrado un tr¨ªo de reinas. Reinas de una, de muchas fiestas. Voces que claman y que expresan lo que posiblemente no sean. Distintas, distantes, otras. Ahora s¨®lo falta una. Para completar el poker.
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