Gibraltar: la cara oculta del problema
Con ocasi¨®n de la vuelta a un primer plano de la actualidad del viejo contencioso con el Reino Unido, hemos podido apreciar diversas opiniones autorizadas acerca del pasado, presente y futuro del acertadamente llamado por el historiador brit¨¢nico George Hills Pe?¨®n de la discordia, y todas ellas, coinciden en el fondo de la cuesti¨®n: Gibraltar es un trozo de Espa?a y debe volver a estar bajo soberan¨ªa nacional.Vaya por delante mi coincidencia con esa premisa fundamental, para a continuaci¨®n, y desde mi situaci¨®n de responsabilidad en un municipio espa?ol cuyo t¨¦rmino municipal es colindante con el, hasta ahora, territorio brit¨¢nico, expresar unas opiniones que s¨¦ compartidas por la gran mayor¨ªa de mis conciudadanos.
De campamento a ciudad dormitorio
La L¨ªnea de la Concepci¨®n, ciudad de 60.000 habitantes y sin apenas t¨¦rmino municipal, surgi¨® como campamento militar, de ah¨ª su nombre: L¨ªnea de Contravalaci¨®n o L¨ªnea de Gibraltar, y como un poblado dormitorio de mano de mano de obra para la colonia inglesa; de esta forma su poblaci¨®n crec¨ªa seg¨²n las necesidades que de trabajadores espa?oles ten¨ªan las importantes obras militares y navales que los ingleses llevaban a cabo en Gibraltar, y as¨ª hubo momento en su historia en que alcanz¨® los 100.000 habitantes, coincidiendo con las grandes obras del arsenal; al mismo tiempo se desarroll¨® una importante estructura comercial, como ocurre en todas las ciudades fronterizas. Era un pueblo alegre y que disfrutaba de un nivel de vida alto en relaci¨®n con el atraso secular de la zona sur de Andaluc¨ªa.
Pero la situaci¨®n empieza a cambiar en los a?os cincuenta, a ra¨ªz de la visita de la reina Isabel de Inglaterra a la colonia; los responsables entonces de la pol¨ªtica exterior espa?ola se acuerdan de Gibraltar, entra en juego la llamada doctrina Castiella y se comienza a actuar en un doble frente: ofensiva diplom¨¢tica en las Naciones Unidas para conseguir un reconocimiento internacional de la injusticia que supone para nuestro pa¨ªs el soportar en su suelo una colonia extranjera, y restricciones progresivas en las comunicaciones para aislar, por tierra, mar y aire, la zona ocupada. Aqu¨ª no son mal acogidas estas medidas, pues prevalece el sentimiento nacional de los linenses, aunque se va observando que, cada vez que el cerco se estrecha, un buen n¨²mero de trabajadores pierde su empleo sin compensaci¨®n alguna.
As¨ª llegamos al a?o 1969; de la noche a la ma?ana se decide en Madrid cortar completamente las comunicaciones con Gibraltar, se desmantela a toda prisa la aduana, y toda Espa?a vive con fervor patri¨®tico la espera, que no se duda ser¨¢ corta, de la entrega, por asfixia, de los gibraltare?os; aqu¨ª, en La L¨ªnea, tambi¨¦n, pero con una diferencia, casi 6.000 linenses han perdido su trabajo; doscientos comerciantes espa?oles, su negocio all¨ª, y otros muchos pierden, a este lado, su clientela gibraltare?a; la construcci¨®n se paraliza, y toda la ciudad se pregunta cu¨¢l ser¨¢ ahora su fuente de vida; hasta el Ayuntamiento ve reducidos sus ingresos a la mitad al no contar ya con arbitrios de aduana. Por otro lado, cerca de quinientas familias gibraltare?as residentes en el Campo de Gibraltar deben abandonar en 72 horas sus hogares; con todo lo que ello significa, es algo que no perdonar¨¢n jam¨¢s.
El r¨¦gimen franquista se vuelca en promesas, todos tendr¨¢n trabajo o ser¨¢n compensados, el Plan de Desarrollo del Campo de Gibraltar est¨¢ en marcha, financiado por la sobretasa en el valor de los sellos de Correos que pagan todos los espa?oles, y as¨ª es, en parte puede considerarse que el Plan, efectivamente, desarroll¨® el Campo de Uibraltar (fuerte industnalizaci¨®n de San Roque y Los Barrios, importantes realizaciones agr¨ªcolas en Jimena y Castellar, y Algeciras se convierte en una importante ciudad portuaria y de servicios), pero La L¨ªnea queda al margen; no tiene t¨¦rmino municipal y no caben las industrias o los regad¨ªos, y las servidumbres militares impiden el desarrollo tur¨ªstico, por eso la Costa del Sol acaba justo en el l¨ªmite del t¨¦rmino municipal de La L¨ªnea; adem¨¢s, todo lo que aqu¨ª se hace fracasa (Confecciones Gibraltar, Crinavis, etc¨¦tera), y s¨®lo queda como muestra de una estrepitosa frustraci¨®n un pol¨ªgono industrial convertido en cementerio de industrias, una v¨ªa de ferrocarril por donde nunca pas¨® un tren, un muelle pantal¨¢n donde nunca atrac¨® un barco, y un estadio de f¨²tbol para 25.000 espectadores, parad¨®jico en un pueblo de 60.000 habitantes, con un equipo de Tercera Divisi¨®n. Resultado: miles de emigrantes, de ellos 7.000 precisamente en Londres, un Ayuntamiento absolutamente arruinado y al l¨ªmite de su endeudamiento, una ciudad donde hoy muchos vecinos pasan hambre y viven en barracas, y el triste honor de ser uno de los principales centros europeos de tr¨¢fico de drogas duras y blandas, ¨²nico fruto de nuestra posici¨®n estrat¨¦gica entre dos continentes, y porque una juventud sin trabajo ni expectativas no tiene m¨¢s salida que ¨¦sa.
Y esta realidad, que puede comprobarse s¨®lo con venir a verla, es lamentable en s¨ª misma, pero lo es a¨²n m¨¢s si, a la par, es la ¨²nica que de nuestro pa¨ªs ven los gibraltare?os; as¨ª puede comprenderse f¨¢cilmente que quieran seguir siendo ciudadanos brit¨¢nicos, ??y hasta chinos antes que espa?oles, pues, adem¨¢s, un gran sector de la opini¨®n p¨²blica espa?ola siempre les ha menospreciado como pueblo, y hoy d¨ªa son, a menudo, insultados; sin olvidar que el bloqueo les ha obligado a adoptar una postura numantina y mucho m¨¢s dependiente de Londres.
Por todo ello, pensamos que la doctrina Castiella fue un inmenso error, no se tuvo en cuenta lo f¨¢cil que era para el Reino Unido mantener, artificialmente, una poblaci¨®n cerrada de 25.000 habitantes, y lo dif¨ªcil que era, en cambio, para Espa?a desarrollar una zona muy atrasada, y de 250.000 almas y, por ende, se cay¨® en el olvido de que exist¨ªa una comunidad establecida en la Roca desde hac¨ªa 265 a?os, m¨¢s espa?ola que inglesa en lo racial y cultural, pero dependiente en lo econ¨®mico de su metr¨®poli. ?No hubiera sido, quiz¨¢, m¨¢s l¨®gico y m¨¢s f¨¢cil ganarse la tantas veces esgrimida por los inglesas "libre voluntad del pueblo gibraltare?o"? Porque lo que s¨ª est¨¢ meridianamente claro es que en Europa, en el siglo XX, no puede mantenerse ni un d¨ªa una colonia en contra de la voluntad de sus habitantes.
Abrir la verja para que desaparezca
Y, por lo mismo, pensamos que la pol¨ªtica que, en relaci¨®n con el problema, se sigue actualmente, no es m¨¢s que la simple continuaci¨®n de la anterior (con el, frustrado hasta ahora, par¨¦ntesis de los Acuerdos de Lisboa), sigue siendo un error, y nos parece que ha llegado la hora de la imaginaci¨®n, de poner en marcha una nueva t¨¢ctica que sepa atraerse a los gibraltare?os, tan identificados en su esp¨ªritu con todo lo andaluz, y esa nueva pol¨ªtica puede estar basada en la proposici¨®n no de ley socialista que dio pie al Acuerdo de Lisboa.
De sabios es rectificar, y de nada sirve empe?arse obstinadamente en conseguir del Reino Unido unas condiciones previas a la apertura, m¨¢s formales que pr¨¢cticas, pues no es defendible, ante un trabajador linense en paro, la postura de los diplom¨¢ticos espa?oles que piden para ¨¦l unos derechos formales y vac¨ªos de contenido; por ejemplo, que pueda pernoctar o no en Gibraltar es cuesti¨®n balad¨ª, pues tiene su casa a quinientos metros, y, adem¨¢s, all¨ª no hay viviendas disponibles y el alojamiento es muy caro; as¨ª de trivial es casi todo lo que, al parecer, se ha discutido con los brit¨¢nicos. Y en cuanto al fondo de la cuesti¨®n, que los ingleses acepten negociar sobre la soberan¨ªa, la experiencia de trece a?os de bloqueo terrestre a Gibraltar indica que no es forma adecuada de presi¨®n; m¨¢s l¨®gica parece la postura de grupos parlamentarios progresistas que sostienen que la presi¨®n deber¨ªa ser por otros caminos m¨¢s coherentes, por ejemplo, paralizando nuestro proceso de integraci¨®n en la OTAN.
Sea cual sea la soluci¨®n del viejo contencioso, lo que debe quedar claro es que los graves problemas de la ciudad de La L¨ªnea son problemas de Estado y que afectan a la pol¨ªtica exterior espa?ola, y que no es justo ni bueno para nuestra imagen exterior que sea una sola ciudad la que sufra las consecuencias de repetidos errores hist¨®ricos cometidos por sucesivos Gobiernos .
Y hora es ya de abrir la verja, odiosa porque ha provocado la ruina de un pueblo, ha enconado a otro y porque para que un d¨ªa desaparezca, primero hay que abrirla, establecer relaciones de buena vecindad con el pueblo gibraltare?o, resta?ar viejas heridas y hermanar dos pueblos andaluces condenados a entenderse. Y esa apertura debe ir acompa?ada de un efectivo apoyo a La L¨ªnea, por dignidad nacional, ya que su situaci¨®n no es hoy soportable.
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