El anarquismo como ta¨®ismo
?Qu¨¦ puede significar el anarquismo hoy? Comencemos dando un rodeo. Sosten¨ªa Alan Wats que es una verdadera cat¨¢strofe cultural el hecho de que en Occidente no exista una tradici¨®n tao¨ªsta frente a la tradici¨®n digamos confusionista que es siempre la tradici¨®n oficial. Y oficializada. Al privilegiar de manera exclusiva el orden social establecido se provocan las inevitables actitudes irracionalistas tan caracter¨ªsticas de la historia occidental. Dicho de otro modo: al no haber una tradici¨®n de descodificaci¨®n de la conciencia, el c¨®digo se hace intolerable, y lo que es m¨¢s grave, nace un fuerte sentimiento de disconformidad con lo real. Con el origen.Un ejemplo de lo que quiero decir nos lo proporciona una mala asimilaci¨®n del glorioso legado de la ciencia. Cuando no hay una tradici¨®n tao¨ªsta, o si lo prefieren m¨ªstica, la ciencia s¨®lo aboca a una visi¨®n frustrante y cuasi irreal. El convencionalismo, la teor¨ªa ling¨¹¨ªstica de que las verdades l¨®gicas son verdaderas por convenci¨®n, no encuentra su contrapartida real. Bertrand Russell hizo una c¨¦lebre declaraci¨®n: "La matem¨¢tica es la disciplina en la que nunca sabemos de qu¨¦ estamos hablando ni si lo que estamos diciendo es verdad". La frase es extrapolable. Se comprende, pues, la tentaci¨®n totalitaria, el mito que censura todas las incertidumbres. Hay una protesta latente contra un simbolismo que termina diluyendo la realidad y se busca la salvaci¨®n en un simbolismo absoluto: lo teol¨®gico, lo totalitario.
Pues bien; el anarquismo puede ser considerado como un movimiento que cobra sentido en este contexto. El anarquismo ha venido a suplir al tao¨ªsmo. El refinamiento coactivo, abstracto, de las sociedades con Estado, con capitalismo, con divisi¨®n de trabajo, con sistema monetario, nos aleja del intercambio concreto, real, entre hombres, personas y cosas. Cuando el anarquismo tiende a la supresi¨®n de la moneda (ese s¨ªmbolo abstracto que precedi¨® incluso a la aparici¨®n de los primeros alfabetos sofisticados y ya no ideogr¨¢ficos) tiende al origen. La oculta intuici¨®n del anarquismo es ¨¦sta: la sofisticaci¨®n simb¨®lica, la divisi¨®n del trabajo, la edificaci¨®n del Estado,el centralismo, s¨®lo tienen sentido si -al ser superados- nos devuelven cr¨ªticamente a un origen donde vuelva a reinar la diversidad, la estructura no jer¨¢rquica, la espontaneidad no programada, no simbolizable, y todo ello sin pagar los costes que los pueblos salvajes pagaron por ello. Dicho de otro modo: el anarquismo s¨®lo tiene sentido en la medida en que se inscriba en una filosof¨ªa de la ambivalencia.
Orden artificial y orden natural
Del mismo modo que no existe (ni probablemente cabe) una teor¨ªa econ¨®mica del anarquismo, tampoco puede haber un sistema anarquista. Cabe, eso s¨ª, una aspiraci¨®n a recuperar los valores de una sociedad agraria, pero sin ingenuidad. A mi juicio, la ingenuidad del anarquismo hist¨®rico procede del planteamiento, ya expresado por Bakunin, de que detr¨¢s de un orden artificial perverso existe un orden natural bueno. O dicho con la c¨¦lebre terminolog¨ªa de Tonnies: consiste en distinguir todav¨ªa entre Gesellschaft y Gemeinschaft. Pero ?por qu¨¦ la comuna o los llamados grupos espont¨¢neos iban a ser entidades m¨¢s naturales que la empresa organizada? El mal no est¨¢ en la empresa ni en la organizaci¨®n, sino en la forma no ambivalente de la empresa y de la organizaci¨®n. El mal est¨¢ en imponer el orden sin dejar ning¨²n margen para su correspondiente desorden. La soluci¨®n est¨¢ en que la complejidad nos aproxime al origen, en que lo simb¨®lico sirva para desprenderse de lo simb¨®lico: la escalera de Wittgenstein. Lo que diferencia a la democracia del totalitarismo es una mayor sofisticaci¨®n simb¨®lica que hace posible una parad¨®jica mayor interrelaci¨®n real entre los hombres. Nadie discute que el Estado moderno -que todav¨ªa hoy es el Estado hegeliano- coacciona a los individuos. Lo que ocurre es que hay que entender el Estado no como un estado, sino como un proceso. El Estado democr¨¢tico es aqu¨¦l que permite que se denuncie la coacci¨®n de todo Estado. A partir de aqu¨ª, el Estado democr¨¢tico puede ir aproxim¨¢ndose a la libertad por la v¨ªa de la sofisticaci¨®n retroprogresiva. Y s¨®lo en el l¨ªmite, lo que hoy entendemos por Estado podr¨¢ ir, efectivamente, "al museo de antig¨¹edades", como quer¨ªa Engels.
Porque el caso es que no cabe el retorno a un realismo ingenuo. He aqu¨ª por qu¨¦ los propios anarquistas deber¨ªan ser hoy conscientes de que ya no es posible la vuelta a un estado de inmediatez prenacional con la natura. En primer lugar, porque no existe la natura. El anarquismo habr¨¢ de presentarse, en el futuro, m¨¢s como el polo de una ambivalencia que como un ideario a realizar: precisamente como la indispensable dimensi¨®n desordenada de la realidad social. El anarquismo ha de entenderse como el tao¨ªsmo de Occidente, la descodificaci¨®n de la conciencia. El anarquismo nos recuerda que la ¨²ltima funci¨®n de lo simb¨®lico es liberarnos de lo simb¨®lico: devolvemos a la realidad que fluye.
El anarquismo es enemigo de la abstracci¨®n. Tambi¨¦n lo era Lao-Ts¨¦, de quien son estas palabras: "Suprimid la sagacidad, descartad la pericia, y el pueblo se beneficiar¨¢ cien veces; suprimid el humanitarismo, descartad la justicia, y el pueblo recobrar¨¢ el amor a sus semejantes". El anarquismo es, pues, una contrapartida de lo te¨®rico, una dimensi¨®n de la pol¨ªtica, una fuente de descodificaci¨®n, un ant¨ªdoto contra la r¨ªgida conciencia socializada, una rebeli¨®n contra los s¨ªmbolos interpuestos. Tambi¨¦n lo dijo Lao-Ts¨¦: "La verdadera virtud no es consciente de s¨ª misma". Traslademos la frase: el verdadero anarquismo no es ning¨²n sistema, sino m¨¢s bien una indispensable dimensi¨®n no programada de cualquier sistema estable. Un s¨ªntoma de buena salud.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.