El popularcatolicismo
La formidable y espantosa m¨¢quina que puede nacer con este feo nombre o definici¨®n de popularcatolicismo, no es sino la vieja CEDA de Gil-Robles, coreogr¨¢ficamente frustrada en las primeras elecciones democr¨¢ticas, y que le pondr¨ªa ahora a la uced¨¦ laica que se sac¨® Su¨¢rez, la sotana de Herrera Oria.Todo esto, naturalmente, si Landelino Lavilla, candidato a la presidencia del partido centrista, por no /unanimidad del Comit¨¦ Ejecutivo, acepta con humildad la abdicaci¨®n de Calvo-Sotelo en su callada persona. En el momento de escribir esta columna, mientras a Teresa Badell se la llevan del Ruber a casa, fuera de peligro, Madrid no sabe si el aristocat¨®lico ha somatizado el designio de convertirse en popularcat¨®lico, cosa que en el fondo le debe dar un poco de asco. Consumada o no la tonsura, con Landelino Lavilla u otro fiel feligr¨¦s en la hornacina, lo que parece claro es que la uced¨¦ tiene como mucho vicio por convertirse en la CEDA. El partido que se sac¨® Su¨¢rez era un interesante juego de tensiones en el que socialdem¨®cratas, movimentistas, transicionales, democristianos, nacionalcat¨®licos, posfranquistas y hasta liberales de Pedro del Hierro, como Camu?as, hab¨ªan asumido la "tirantez de concepto" que impon¨ªa el jefe, hoy duque. Aquello sirvi¨® para traer la democracia, como me dice Guido Brunner, el embajador de Alemania Federal, pero luego se ha diversificado, en distintos partidos, y lo ¨²ltimo que pod¨ªa imaginar el creador de UCD es que estaba reconstruyendo los cimientos de la CEDA, mientras la CEDA hist¨®rica mor¨ªa a sus pies. Esto de popularcatolicismo, aparte de largo y feo, no suena a nada y es tautol¨®gico, pues si algo ha sido el catolicismo en nuestro pa¨ªs, es popular.
Sivananda, la revista mensual de yoga, me env¨ªa su ¨²ltimo n¨²mero, y me permito sugerirles que entronicen a Calvo Sotelo como un Suami Sivananda supernumerario. No hay m¨¢s que raparle el pelo como al maestro y luego disciplinarIe para que haga todas las ma?anas la postura del cuervo lateral, que es una de las m¨¢s bellas y dif¨ªciles del yoga, a ver si se relaja se flexibiliza, se esponja y nos dura un poco. El arte yoga de curar consiste m¨¢s bien en no curar, sino en dejar que la naturaleza y la mente act¨²en por s¨ª mismas. El presidente nos ha tenido mucho tiempo sometidos a una cura nacional de yoga sin saberlo. Dejar hacer, dejar pasar. Despu¨¦s, naturalmente ha venido la acupuntura. A Su¨¢rez le han atravesado una aguja en la nuez, con vocaci¨®n de buscarle la car¨®tida o la yugular. A Landelino Lavilla, las agujas de la acupuntura se le han tornado dardos m¨ªsticos de Santa Teresa, y en el momento en que escribo (a Teresa Badell la trasladan del Ruber, etc¨¦tera), el pol¨ªtico de los rizos y los lunares, el canon¨¦s de la derecha cat¨®lica de orden, est¨¢ consultando con toda la patr¨ªstica de Mateo Inurria lo que el optimismo sepia da por cosa hecha. La confusa y nobelizada Madre Teresa escribe, naturalmente, en la revista de los yoguis. El popularcatolicismo espa?ol tiene miles de Madres Teresas repartidas entre las se?oritas del Ropero y la Conferencia. En cuanto al yoga post/ parto, hay que recomend¨¢rselo al nuevo partido, despu¨¦s de su conflictivo nacimiento. En los felices veinte, Rabindranab Tagore, y en los cuarenta / cuarenta Lanza del Vasto, como Cristos falsos, dandies y orientales, quisieron sumir a Occidente en la inacci¨®n y nuestro pensamiento, de S¨®crates a Althusser, en la nada. Calvo Sotelo, oriental de tervilor, asume la herencia del quietismo desechada por Occidente y desaparece en otro: L / L. Todo esto del popularcatolicismo sabe a viejo y suena a falsamente nuevo. Tiene detr¨¢s como un resto hind¨² de multitudes hipn¨®ticas y vacas sagradas que siempre orde?a alguien. La verdadera vaca sagrada de la India es el taxi: en Espa?a, el n¨²mero uno de su promoci¨®n.
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