El centro sociol¨®gico y el centro pol¨ªtico
Ya hace a?os que un agudo ensayista ingl¨¦s aseveraba que "en el Reino Unido tres cuartas partes de la poblaci¨®n son burguesas y la otra cuarta parte aspira a serlo". Dejando a un lado la faceta anecd¨®tica y humorista que la frase encierra, lo cierto es que hay en la misma un poso de profunda reflexi¨®n que recoge con atino algo que viene ocurriendo en las sociedades avanzadas de Occidente. En ellas, el aumento sistem¨¢tico del nivel de vida; la puesta en marcha de vastos programas de bienestar social; la homogeneizaci¨®n de los gustos, aspiraciones y deseos; la pr¨¢ctica desaparici¨®n de las tensiones sociales m¨¢s inquietantes, y la profundizaci¨®n democr¨¢tica en todos los ¨®rdenes de la vida comunitaria han determinado la formaci¨®n de una amplia faja de poblaci¨®n que tiene escasa relaci¨®n con lo que fueron las tradicionales clases del capitalismo originario, que mantiene una clara tendencia expansiva y que, y aqu¨ª reside su caracter¨ªstica m¨¢s importante, va imponiendo al resto de la sociedad, pr¨¢cticamente sin resistencia, su peculiar concepci¨®n del mundo y de la vida.El esquema cl¨¢sico ha saltado en pedazos y en su lugar ha surgido una nueva situaci¨®n en la que ya no resulta posible conocer con antelaci¨®n cu¨¢l va a ser la respuesta pol¨ªtica de los diversos individuos y en la que el encasillamiento aprior¨ªstico en una u otra parcela se ve desmentido por reacciones que desaf¨ªan los presupuestos te¨®ricos con que se enfoca el tema.
Girando en torno al eje de las clases medias, pero sin quedar estrictamente circunscrito a las mismas, se ha formado en nuestras sociedades un vigoroso centro sociol¨®gico que viene adornado con peculiares, notas pol¨ªticas, econ¨®micas y culturales, y que ha provocado una verdadera revoluci¨®n sin estridencias en lo que era la conformaci¨®n tradicional de la estructura de clases.
Este poderoso bloque social aborrece todo lo que suponga inseguridad y aventura, se impregna de un agudo sentido de ego¨ªsmo material que no le impide preocuparse por lo comunitario, es incapaz de grandes entusiasmos pol¨ªticos (cultiva lo que Wright Mills ha denominado "una desarrollada y madura indiferencia pol¨ªtica"), racionaliza al m¨¢ximo sus compromisos y aspira sobre todo a conservar e incrementar el nivel de vida alcanzado.
Ofertas moderadas
En todas las democracias avanzadas, las victorias electorales se consiguen necesariamente en ese centro sociol¨®gico, y por ello resulta natural que todas las fuerzas pol¨ªticas importantes acomoden sus programas y mensajes a las caracter¨ªsticas del mismo. Las grandes diferencias ideol¨®gicas y los grandes pronunciamientos de principios ceden el paso a ofertas electorales tibias, pragm¨¢ticas, equidistantes, razonables y moderadas. Nadie propone cambios radicales, porque el cambio se ha producido ya, sino medidas tendentes a resolver problemas concretos, a atacar situaciones de desajuste y a rebajar los niveles de desigualdad que todav¨ªa subsisten.Los programas, en cuanto tienen un destinatario en gran parte com¨²n, se asemejan grandemente, y s¨®lo el distinto, empuje y la variable garant¨ªa que suministran los partidos pol¨ªticos en uno u otro momento, as¨ª como sus dirigentes, constituyen el factor diferencial que permite a la ciudadan¨ªa optar por alguna de las diversas formaciones pol¨ªticas en liza. Ya no hay estrictas ofertas electorales de clase porque hoy no se pueden ganar elecciones con los votos de una sola clase, pero, sobre todo, porque la mutada realidad social ha roto la coherencia, uniformidad y hasta la sustancia misma de las clases.
Una quimera
La existencia de ese centro sociol¨®gico que decide las elecciones ha determinado la aproximaci¨®n hacia ¨¦l de todos los grandes partidos tanto conservadores como progresistas, tanto de derechas como de izquierdas. Todos han tenido que ceder algunas de sus vertientes m¨¢s cortantes y acomodarse a la t¨®nica de moderaci¨®n, compromiso y di¨¢logo civilizado que le son caracter¨ªsticos. Todos, en alguna forma y medida, se han vuelto centristas en cuanto han incorporado a su estructura y funcionamiento buena parte de los m¨®dulos que imperan en el centro sociol¨®gico. Todos han acomodado sus planteamientos ideol¨®gicos y sus originarios programas a lo que son las notas predominantes en un medio social que de manera creciente tiende a la uniformidad y a los valores medios.Todos, en fin, han comprendido que con proclamas violentas y anacr¨®nicas y con actitudes que escasamente comprende el ciudadano normal de nuestros d¨ªas es pr¨¢cticamente imposible el acceso al poder a trav¨¦s del voto mayoritario.
En Espa?a las cosas no ocurren de forma diferente. Lo que sucede es que, por especiales razones hist¨®rico-pol¨ªticas, se dieron las condiciones para que el grueso determinante de ese centro sociol¨®gico encontrase serias reticencias a la hora de dar su voto a las formaciones que se le ped¨ªan desde la derecha y la izquierda tradicionales, entre otros motivos porque no ten¨ªa seguridad suficiente sobre el grado de adecuaci¨®n de las mismas a la mutada realidad espa?ola.
Ah¨ª estuvo el acierto de Su¨¢rez: estructurar una f¨®rmula de coalici¨®n electoral amplia, moderada y dialogante que pudiese recoger ese caudal electoral indeciso y mayoritario. El error vendr¨ªa luego, y consisti¨® en querer transformar el centro sociol¨®gico en centro pol¨ªtico y en pretender cobijar bajo un partido artificial creado a prop¨®sito lo que por su propia naturaleza es imposible reducir a una formulaci¨®n pol¨ªtica unitaria.
Porque, en efecto, as¨ª como el centro sociol¨®gico tiene plena y constatable existencia, el centro pol¨ªtico no existe y, por tanto, resulta tarea vana intentar reconducirlo a una agrupaci¨®n partidista. Pretender la creaci¨®n de un partido de centro que quiera recibir la totalidad del voto de ese sector es una quimera, ya que el centro sociol¨®gico no invalida ni excluye la presencia de los partidos normales conservadores y progresistas, sino que tan s¨®lo fuerza a ¨¦stos a incorporar a su fisonom¨ªa determinadas facetas de aqu¨¦l.
Aunque pueda existir alg¨²n peque?o partido que guste denominarse centrista, lo cierto es que el grueso determinante del bloque social de centro se lo repartir¨¢n los partidos tradicionales que hayan sabido aproximarse a los requerimientos y planteamientos de dicho bloque.
El centro no es un partido, simplemente hay partidos que sin abandonar su conformaci¨®n originaria de izquierda o derecha son capaces de entender y asimilar la problem¨¢tica centrista. Es lo que est¨¢ ocurriendo en Espa?a hoy.
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