Galtieri, a orillas del Potomac
Despu¨¦s del fracaso y la rendici¨®n militar en el archipi¨¦lago, apresuradas versiones oficiales intentaron cubrir "al grueso de las conducciones castrenses" con el argumento de que "s¨®lo ocho o nueve personas" conoc¨ªan el proyecto. Las fuentes suman los diez generales de divisi¨®n, catorce de brigada (quienes luego impondr¨ªan a Galtieri su dimisi¨®n), comandancias y estados mayores de las tres armas, responsables y expertos del frente exterior, agregados militares en Washington y una larga cadena de funcionarios. Resultado: varios centenares de personajes -aparte de los servicios secretos internos y extranjeros que accedieron al plan- quedaron implicados en el drama nacional a?adido que desencadenar¨ªa el 2 de: abril. No fue Galtieri el ¨²nico responsable -agregan-, aunque s¨ª el v¨®rtice de la maniobra, ejecutada con la sensata irresponsabilidad" del viejo axioma "arm¨¦monos de valor y vayan a la guerra".La ra¨ªz esencial debe situarse en la cuesti¨®n colonial (de las islas, de la que parten dos grandes tallos hist¨®ricos: uno secular (el despojo, por la fuerza, por el Reino Unido, en 1833), y otro moderno: la aspiraci¨®n de Washington a instalar en ellas una superbase militar par¨ªa controlar las rutas interoce¨¢nicas del Atl¨¢ntico sur y los accesos a la Ant¨¢rtida, conectada a la ambici¨®n de las empresas multinacionales de explotar sus ricas cuencas petroleras submarinas. La cuesti¨®n se crispa con la sordera diplom¨¢tica que opuso Londres, que elude negociar su descolonizaci¨®n, pese a la resoluci¨®n (general) de la ONU en tal sentido (n¨²mero 1.514, de 1960) y otra espec¨ªfica (n¨²mero 2.065, de 1965). El ¨²ltimo tramo de la historia, tr¨¢gico para los argentinos, comenz¨® con el sangriento golpe de estado del 24 de marzo de 1976.
Hacia 1977, el Gobierno laborista acept¨® conversaciones con el r¨¦gimen del general Jorge Videla (y su cerebro gris, el general Roberto Viola) en tomo a dos puntos: un "acuerdo de cooperaci¨®n econ¨®mica en el Atl¨¢ntico suroccidental en general y en las Malvinas en particular" (agenda de Londres), y "sobre todos los aspectos del futuro" malvino, seg¨²n el Buenos Aires oficial. Videla dir¨ªa a un grupo escogido de corresponsales extranjeros, off the record, que la "cooperaci¨®n econ¨®mica -o sea, el petr¨®leo- se puede iniciar ya mismo mientras, la cuesti¨®n soberan¨ªa puede solucionarse en veinte a?os o m¨¢s", mediante un lento traspaso. Para el elenco del Foreign Office de entonces, capitaneado por el ahora l¨ªder socialdemocrata David Oweri, tal proyecto era "a¨²n impresentable" ante la perspectiva electoral inglesa. El 3 de mayo de 1979, la conservadora Margaret Thatcher se hizo due?a de las urnas y de la estrategia exterior, en el contexto de la acentuaci¨®n militar del papel del Reino Unido en la OTAN.
Los hilos de la trama
El cap¨ªtulo m¨¢s reciente de esta historia -que ning¨²n observador aprecia como el ¨²ltimo- se inicia en noviembre de 1981, cuando el comandante en jefe del Ej¨¦rcito, general Leopoldo Galtieri (miembro de la Junta Militar, "¨®rgano supremo" del pa¨ªs seg¨²n el Estatu to de 1976 que abrog¨® de hecho la Constituci¨®n), viaja a Washing ton. All¨ª despliega dos operaciones paralelas en sendos c¨®nclaves. En la XIV Conferencia de Ej¨¦rcitos de las Am¨¦ricas intenta -y lo con sigue sin mayor esfuerzo- descollar como l¨ªder de la "estrategia he misf¨¦rica contrasubversiva", o sea acaparar la misi¨®n de proc¨®nsul o gendarme regional, por entonces vacante e incierta. Contaba, desde an tiguo, con la recomendaci¨®n del Pent¨¢gono. Por esta puerta falsa es recibido como un h¨¦roe, a orillas del Potomac, por el presidente Ronald Reagan, el ex secretario de Estado, general Alexander Haig; el secretario de Defensa, Caspar Weinberger; el vicepresidente, George Bush; su gran amigo el ex subdirector de la CIA, general Vemon Walters, y prohombres del gang californiano, seg¨²n la jerga de los liberales del Capitolio.
Un personaje clave, como posterior introductor y contact man, aparecer¨¢ en la historia: el sumamente discreto agregado militar general Enrique Gil Mallea (o Mallea Gil, en algunas versiones). A las misiones militares de toda ¨ªndole en la capital estadounidense son destinados, por lo general, los considerados ultrahalcones, en ocasiones para alejarlos de las tentaciones de poder. Casi todos los presidentes y mandos militares argentinos de los seis per¨ªodos militares del ¨²ltimo medio siglo ostentan en sus curr¨ªculos alg¨²n tipo de misi¨®n en Washington. O diplomas de honor en cursos de estado mayor de la Escuela de las Am¨¦ricas (norte americana, para especializaci¨®n contrasubersiva, en la zona del canal de Panam¨¢) como, para dar s¨®lo un ejemplo, el secretario de Estado de la Presidencia de Galtieri, general H¨¦ctor Norberto Iglesias, en 1967, con el grado de mayor (comandante).
"Un Jomeini propio"
Seg¨²n revelan fuentes e investigaciones, Galtieri se mueve febrilmente en todos los ¨¢mbitos de poder, present¨¢ndose como el "indispensable hombre providencial" (Walters dixit) para que el ya irreparable colapso econ¨®mico, social y politico que cerca a la Junta no deje paso a "la guerrilla izquierdista generalizada" (Haig dixit). Para Weinberger, se trata de un "general impresionante".
Seg¨²n liberales estadounidenses, el dilema del gang californiano consist¨ªa en empinar "un Jomeini propio" o correr el riesgo de que surgiera "un Jomeini en contra". Lo tragic¨®mico, como en un, esperp¨¦ntico gag de Gila, es que tal era la argumentaci¨®n textual de Galtieri que luego desarrollar¨ªa con amplitud y seductor calor en Buenos Aires, ante boquiabiertos personajes civiles de los presuntos "peronismo moderado" o "radicalismo positivo", cuestionados en sus propias fuerzas. Haig, receloso del Club de Intimos de Reagan -seg¨²n su definici¨®n-, pens¨® utilizar por su cuenta al "ambicioso secador de frascos de scotch", aunque teni¨¦ndolo a "rienda corta". Ambos generales, en noviembre de 1981, so?aban tenazmente con la Presidencia y, por encima de todo, eran "camaradas, militares". Los motores de la aventura en las Malvinas se pon¨ªan en marcha.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Leopoldo Fortunato Galtieri
- Dictadura argentina
- Argentina
- Viajes
- Guerra Malvinas
- Personas desaparecidas
- Casos sin resolver
- Estados Unidos
- Dictadura militar
- Reino Unido
- Casos judiciales
- Ofertas tur¨ªsticas
- Dictadura
- Europa occidental
- Pol¨ªtica exterior
- Historia contempor¨¢nea
- Defensa
- Latinoam¨¦rica
- Turismo
- Guerra
- Gobierno
- Sudam¨¦rica
- Administraci¨®n Estado
- Conflictos
- Am¨¦rica