Los otros golpes
PARECE COMO si Televisi¨®n Espa?ola estuviese empe?a da en un combate contra los aires de libertad y modernidad que desea disfrutar la sociedad espa?ola. Un d¨ªa por omisi¨®n y al otro por exceso, los responsables de Prado del Rey env¨ªan apresuradamente de vacaciones a presentadores con imaginaci¨®n, descabezan al jefe de un in formativo premiado con una audiencia masiva, vetan un programa sobre el maquis en Espa?a por ser inoportuno y suspenden la emisi¨®n de una entrevista con el cantante de los Rolling Stones, ofreciendo como disculpa que las declaraciones de Mick Jagger ya no son de actualidad, despu¨¦s de que tampoco se emitieron cuando s¨ª lo eran. El Consejo de Administraci¨®n de Radiotelevisi¨®n Espa?ola, que hoy recibe el informe de la comisi¨®n creada en su seno para estudiar el programa Golpe a la turca, va a verse desbordado de trabajo ante tanto desafuero. Los espa?oles nos vemos desbordados en cambio de aburrimiento. Y de una cierta y resignada indignaci¨®n. Los tiempos en que algunos mozos sanfermineros rociaban con gasolina a melenudos desprevenidos en la plaza del Castillo simbolizaban una Espa?a ahist¨®rica, tridentina y cerrada, tan alejada de los nuevos modos sociales como ayuna de cuanto nuevo se gestaba en el mundo de las ideas y de la est¨¦tica. Esos a?os parec¨ªan definitivamente olvidados, pero han tenido que volver los Rolling Stones para recordarnos que a¨²n hay autoridades que ver¨ªan con agrado a los caballos de las Fuerzas de Orden P¨²blico cargar de nuevo contra los admiradores de los Beatles. Y no es met¨¢fora: los conciertos madrile?os de los Rolling reunieron en su entorno una concentraci¨®n de fuerza p¨²blica tal que parec¨ªa como si el gobernador civil de Madrid se hubiera dispuesto a defender las Malvinas o poco menos. Y all¨ª ten¨ªamos a los pac¨ªficos asistentes a una velada musical abandonando el recinto entre cordones policiales, caballos, botes de humo esperando su utilizaci¨®n... Un retorno a los felices sesenta por obra y gracia de un gobernador y un jefe superior de Polic¨ªa que han dado sobradas muestras de ineptitud y que no merecen ni el puesto que tienen ni el amparo que se les presta desde el Gobierno. Ni lo merecen ellos ni lo merecemos los contribuyentes. Los tiempos -est¨¢ visto- no cambian para algunas instituciones que, en cualquier caso, aceptar¨¢n las transformaciones a disgusto y con ¨¢nimos boicoteadores. Todo ello deja adem¨¢s bien patente la desconfianza y el miedo que el poder parece sentir por la juventud, en un reflejo del que podr¨ªan sacarse m¨²ltiples conclusiones sociol¨®gicas, pero del que, por lo pronto, se desprenden no pocas consecuencias pol¨ªticas.
En todo caso, no deja de tener gracia a raudales que los responsables de Televisi¨®n Espa?ola, a los que se supone preocupados ¨²ltimamente por asuntos de mayor envergadura, desciendan hasta la supervisi¨®n del contenido de un programa musical y se tomen la molestia de vetar a Mick Jagger cuando el propio solista de los Rolling Stones empieza a reconocerse, no sin alguna nostalgia, un carroza respetable. Que Televisi¨®n Espa?ola desplazase hasta Viena un equipo para entrevistar a Jagger, que el reportaje no se diera en el momento oportuno (antes de los recitales del grupo en Madrid), que el espacio se programase oficialmente para el domingo pasado y que, por fin, sin saberse oficialmente los motivos ni ofrecer disculpa al telespectador, se cancelara definitivamente la emisi¨®n, son an¨¦cdotas de un deterioro informativo y de una degradaci¨®n del medio bien patentes. Pero hay algo que ni los responsables de Televisi¨®n, ni el ministro del Interior, ni el gobernador de Madrid, con todo su poder, podr¨¢n hacer nunca: parar el tiempo contra el que luchan. El tiempo est¨¢ con los Rolling Stones, carrozas y todo.
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