Pactos con Washington y reacci¨®n de Mosc¨²
Fuentes solventes argentinas convergen en afirmar que Galtieri conect¨® su tesis de la necesidad de un peronismo al rev¨¦s para "saltar el charco de la bronca (popular) sin caerse del caballo", con las diversas contradicciones subyacentes en las tres armas, de las que te¨®ricamente ser¨ªa comandante en jefe. Con los partidos pol¨ªticos, sindicatos y Parlamento abolidos desde 1976, necesita, aparte del suyo, los otros dos votos de la Junta Militar para ingresar en majestad a la Casa Rosada. El tema de la recuperaci¨®n de las Malvinas -incluido en el cap¨ªtulo de los intereses permanentes de la naci¨®n- era analizado por el estamento militar desde antes de recuperar su poder sobre el pa¨ªs en 1976.El consenso estrat¨¦gico consist¨ªa en "apoyarse en Washington para descabalgar a Londres". La intensa preocupaci¨®n norteamericana por el Atl¨¢ntico sur era el tema central en las libaciones dirigidas de las recepciones casi cotidianas de la Embajada norteamericana a los jefes militares. Una base militar compartida y negociada (alquiler y cr¨¦ditos militares) era el l¨ªmite pragm¨¢tico para el Buenos Aires oficial, "en las Malvinas y donde sea, siempre que nos apoyen" (son palabras de Galtieri, seg¨²n las fuentes).
La promesa de "concretar el operativo Malvinas" decide el voto de la Marina, que exig¨ªa ese paso -a?aden las fuentes- y facilita el de la Aviaci¨®n, que generalmente, hasta entonces, apoyaba a los candidatos del Ej¨¦rcito para la presidencia del pa¨ªs. La lejana contradicci¨®n entre Ej¨¦rcito y Marina llegaba a un status quo id¨ªlico. Detr¨¢s parec¨ªan quedar frases como "les pintaremos los barcos de verde si insisten en aspirar a la presidencia", que dedicaban generales como Luciano Men¨¦ndez y Antonio Bussi a los ajetreos arribistas del almirante Emilio Massera. "Si las fuerzas armadas se unen en un proyecto nacional, los civiles tendr¨¢n que hacerlo, quieran o no", exultaban los mullahs argentinos, exaltados por el astuto jomeinismo de Galtieri, que supo atraer a militares y civiles en b¨²squeda consuetudinaria del l¨ªder carism¨¢tico que los salvara del previsible argentinazo social.
En el terreno de las contraprestaciones argentinas a la Administraci¨®n Reagan, Galtieri pact¨® el apoyo a la pol¨ªtica norteamericana en Am¨¦rica Central y el Caribe. Unos doscientos oficiales asesores se instalaron en la frontera de Honduras con Nicaragua, entre 5.000 ex guardias somocistas, y en El Salvador, tarea que se honraron en compartir con oficiales del Pent¨¢gono. Tambi¨¦n prometi¨® enfliar el ascendente comercio argentinosovi¨¦tico: la URSS se hab¨ªa convertido en primer comprador de productos primarios (de 250 millones de d¨®lares en 1976 a 3.500 millones en 1981).
Mosc¨² no cree en l¨¢grimas
El idilio Buenos Aires-Washington alcanzaba el el¨ªmaxpasional, y Vernon Walters aterrizaba a menudo en el aeropuerto militar de Ezeiza, con su conocida discreci¨®n, aparte del subsecretario para Asuntos Interamericanos, Thomas Enders, y altos jefes militares de Estados Unidos, El Salvador y Honduras. Buenos Aires ostentaba la comandancia continental de la contrainsurgencia al sur de EE UU.
Sin embargo, Galtieri no pudo cumplir todos sus compromisos. Su prop¨®sito de enfriar el comer cio con la URSS choc¨®, curiosa mente, no s¨®lo con el sector agr¨ª cola y las multinacionales agroex portadoras, sino tambi¨¦n con parte del establishment militar (videlista y violista). Era el grupo afin al ex superministro de Econom¨ªa, Jos¨¦ Mart¨ªnez de Hoz, que prefer¨ªa "evitar el colapso total pagando con d¨®lares rusos la deuda externa", multiplicada (por seis) a 36.000 millones de d¨®lares, con las bancas norteamericana y brit¨¢nica, de conocida afinidad con el ex ministro. Se negoci¨®, y el comercio continu¨® normalmente.
Cuando crecieron los rumores sobre el vuelco en el comercio exterior propiciado por Galtieri, Radio Mosc¨², la agencia Tass y alg¨²n viceministro de Comercio sovi¨¦tico coincidieron en que, de "adoptar tal rumbo, la crisis no tardar¨ªa ni quince d¨ªas en estallar en Argentina". Las variadas izquierdas del pa¨ªs se galvanizaron en un cerrado aplauso ¨ªntimo ante este: an¨¢lisis que estimaron correct¨ªsimo, aunque algunos inquirieron por qu¨¦ el Kremlin no hab¨ªa dejado pasar nunca esas dos semanas decisivas, durante los seis a?os de un r¨¦gimen acusado de genocidio, para que el poder militar antipopular acabara de hacerse trizas y desplomarse. El 22 de diciembre de 1981, Galtieri asum¨ªa triunfalmente la presidencia.
Design¨® como canciller (ministro de Exteriores) a Nicanor Costa M¨¦ndez, conocido en los medios pol¨ªticos como "abogado de multinacionales, entre ellas Deltec, del grupo Rockefeller", quien hab¨ªa ejercido la misma cartera durante el r¨¦gimen de facto del general Juan Carlos Ongan¨ªa. Al jurar y asumir el cargo, Costa M¨¦ndez descalific¨® la pertenencia de Argentina al Movimiento de Pa¨ªses No Alineados (NOAL, un centenar de Estados) y la situ¨® como ¨ªnclito miembro de la comunidad occidental, cristiana y, especialmente, de raza blanca.
En la cartera clave de Econom¨ªa, Galtieri design¨® a Roberto Alemann, ex embajador en Washington, ex consejero financiero en Londres, reputado como personero de un holding multinacional el¨¦ctrico con sede en Suiza. Su primer proyecto de ley fue el de la privatizaci¨®n del subsuelo, o sea, que las multinacionales petroleras y mineras ser¨ªan un Estado dentro del Estado, propietarias con t¨ªtulo de las tierras que explotaran hasta el centro esf¨¦rico del magma planetario. Al mismo tiempo, decidi¨® concretar la privatizaci¨®n del ente Yacimientos Petrol¨ªferos Fiscales (YPF), creado por un general independentista y dem¨®crata, oasis de alta tecnolog¨ªa que a¨²n autoabastece al pa¨ªs el 95% de su demanda interna. Defender a YPF y al general Enrique Mosconi le cost¨® al presidente radical Hip¨®lito Yrigoyen el derrocamiento militar (1930), que abri¨® el ciclo moderno de golpes de Estado.
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