Por qu¨¦ ayudar a Nicaragua
LA POLITICA exterior espa?ola respecto de Nicaragua ha estado presidida por la ambig¨¹edad desde que los sandinistas derrocaron, hace ya tres a?os, a la dictadura familiar de los Somoza. El ministro P¨¦rez-Llorca ha prometido, y es de aplaudir el gesto, poner especial acento en las relaciones iberoamericanas con aquellos pa¨ªses que practican la democracia. No obstante, la aseveraci¨®n de que el Gobierno sandinista camina inexorablemente hacia un totalitarismo marxista-leninista debe ser puesta entre par¨¦ntesis hasta que los hechos demuestren de manera irrebatible que no hay la menor esperanza de impedirlo. No se puede asegurar todav¨ªa que el proceso de penetraci¨®n sovi¨¦tica y cubana, aunque acentuado en los, ¨²ltimos tiempos, sea irreversible. En cualquier caso, la forma m¨¢s eficaz de contribuir a que Nicaragua se convierta en un cementerio de las libertades es precisamente: dar por sentado que ese destino es inmodificable y colaborar, mediante el aislamiento diplom¨¢t¨ªco, y el bloqueo econ¨®mico, a la asfixia de un pa¨ªs que apenas est¨¢. por encima de los niveles de subsistencia. El final de la. historia depende, en gran parte, de la actitud de la Administraci¨®n Reagan y de su pol¨ªtica respecto a Nicaragua. Por lo dem¨¢s, es preciso, por nuestra parte, ser fieles a los principios superiores de la pol¨ªtica exterior espa?ola: autodeterminaci¨®n de los pueblos, no injerencia en los asuntos internos y defensa de la paz y el di¨¢logo como forma de resolver las cuestiones pol¨ªticas.Por todo ello, hacer coincidir la visita oficial a Espa?a. de Daniel Ortega, que tiene categor¨ªa de jefe de Estado, con la emisi¨®n por parte de Televisi¨®n Espa?ola de una. largu¨ªsima entrevista con Ed¨¦n Pastora, en la que ¨¦ste: hac¨ªa una apolog¨ªa de la rebeli¨®n como m¨¦todo para derrocar a la dictadura sandinista, parece un gesto de hostilidad innecesario. Y no cabe ampararse en la libertad de: expresi¨®n, porque ¨¦sta hubiera salido bien librada s¨®lo, con que las declaraciones de Pastora se hubieran difiundido en el momento en que fueron realizadas durante su reciente viaje a Madrid.
Daniel Ortega pretende que Madrid y Par¨ªs medien ante Estados Unidos para que Washington se avenga a entablar negociaciones directas con el objetivo de hallar una paz estable para Centroam¨¦rica. Reciente a¨²n la infiltraci¨®n de un millar de antiguos guardias somocistas en Nicaragua, latente la amenaza de tropas irregulares; instaladas en Honduras, aireada en Estados Unidos la labor desestabilizadora que lleva a cabo la CIA, el Gobierno sandinista pide a Espa?a que interponga ante: Washington sus buenos oficios, a fin de frenar la amenaza de una guerra regional. Resulta razonable que esta petici¨®n nicarag¨¹ense sea planteada a un Gobierno como el espa?ol, que ha sido capaz, en nombre de los lazos de la hispanidad, de mantener relaciones cordiales con reg¨ªmenes tan poco democr¨¢ticos y tan irrespetuosos con los derechos humanos como son los de Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, El Salvador o la Nicaragua presandinista de Somoza.
Es verdad que el r¨¦gimen sandinista no puede homologarse con el de los pa¨ªses democr¨¢ticos y que la situaci¨®n de las libertades -y notablemente la de la libertad de expresi¨®n- es cada vez m¨¢s precaria en aquel pa¨ªs. No es menos cierto, sin embargo, que las naciones de Occidente deben realizar un esfuerzo para no cometer con Nicaragua los errores que Estados Unidos multipl¨ªcaron en el caso de Cuba. La negaci¨®n de ayuda y cooperaci¨®n, el fracaso de las v¨ªas del di¨¢logo, s¨®lo conducen a un camino indeseable en cualquiera de sus dos direcciones posibles: o el aumento de la influencia sovi¨¦tica y la cubanizaci¨®n definitiva de Nicaragua o una respuesta de Estados Unidos en forma de invasi¨®n m¨¢s o menos disfrazada, que implicar¨ªa la generalizaci¨®n de la guerra en Centroam¨¦rica. Para quienes suponen que todo es blanco o negro en este mundo, y que la causa de la libertad est¨¢ definitivamente herida por el r¨¦gimen sandinista, habr¨¢ que recordarles que, con todas las presiones y amenazas del caso, el pluralismo pol¨ªtico sigue siendo todav¨ªa una realidad en aquel pa¨ªs, gran parte de la econom¨ªa contin¨²a en manos privadas y algunas transformaciones sociales emprendidas por el r¨¦gimen pueden ser la base de un ulterior desarrollo democr¨¢tico. Los pa¨ªses occidentales necesitan acostumbrarse a comprender que el despegue del subdesarrollo profundo de algunas naciones del Tercer Mundo no podr¨¢ llevarse a cabo, en condiciones que garanticen la justicia y la libertad, si no se encuentra una respuesta original a sus problemas. Quiz¨¢ esta respuesta lesione ocasional y lamentablemen.te principios democr¨¢ticos. Pero no es la forma de evitar las agresiones a la libertad emprender una pol¨ªtica de bloqueo que conduzca a la definitiva muerte de los derechos de un pueblo en manos de los intereses de cualquier imperialismo. No es fatalmente seguro que Nicaragua est¨¦ condenada a convertirse en una dictadura de corte cubano o angole?o. Pero la probabilidad de que esto se produzca ser¨¢ ineluctable si las naciones de Europa occidental, y entre ellas Espa?a, no se esfuerzan por abrir v¨ªas de di¨¢logo en el continente americano que influyan favorablemente sobre la experiencia sandinista.
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