Hay que investigar las causas
En conjunto no puede decirse que este mundial haya aportado nada nuevo al f¨²tbol. Es cierto que algunas selecciones como Italia, Brasil y Francia mostraron un evidente progreso respecto a 1978 pero en t¨¦rminos generales el Campeonato del Mundo 1982 no pasar¨¢ a la historia como una frontera en los modos de concebir el juego.Para m¨ª la supuesta sorpresa sobre la eliminaci¨®n de Argentina no ha sido tal. Argentina ha dado la exacta medida de su juego y si el Mundial anterior no se hubiera disputado en aquel pa¨ªs sus ¨¦xitos no habr¨ªan excedido a los de ahora.
Brasil, en cambio, por seguir con otro equipo l¨ªder en Latinoam¨¦rica, ha presentado un equipo formidable. Ha practicado un f¨²tbol bello a cargo de jugadores con una t¨¦cnica y un poder f¨ªsico extraordinarios. Si acaso ha de reproch¨¢rsele algo a esta espl¨¦ndida selecci¨®n brasile?a es la exhibici¨®n de un ataque desenfadado. Tan desenfadado que le ha faltado, incluso en los momentos decisivos, el siempre necesario respeto al adversario.
Ante estas caracter¨ªsticas los dos equipos que para m¨ª han sido m¨¢s sorprendentes -Francia e Italia- han actuado con una notable disciplina. Puede parecer obvio que trat¨¢ndose de equipos internacionales, formados por jugadores de elite y profesionalizados al m¨¢ximo, la disciplina deba darse por supuesta. Sin embargo, en los casos de Italia y Francia, esta disciplina se ha desarrollado con tal definici¨®n e inteligencia que pudimos observar la constancia en el sistema de juego aun teniendo que recurrir, en ocasiones, al reemplazo de cinco o seis jugadores, algunos de ellos considerados fundamentales. En el caso de Italia, adem¨¢s, se ha puesto de manifiesto el cuidadoso planteamiento de los encuentros. Todo parec¨ªa perfectamente pensado por Enzo Bearzot, como en ese detalle fundamental de colocar a Conti, en la final, junto a Brieghel, hasta lograr su extenuaci¨®n. En el sistema de juego, en el movimiento t¨¢ctico y en el cumplimiento de misiones individuales por los jugadores el equipo italiano ha sido ejemplar.
Se equivocan quienes siguen con la ilusi¨®n de que el f¨²tbol espa?ol se encuentra a la misma altura que el italiano. No conozco las razones, pero, generalizando, nuestros jugadores han bajado bastante en su nivel t¨¦cnico a lo largo de los ¨²ltimos a?os. Seg¨²n lo que hemos visto en este Mundial yo dir¨ªa que tanto Camer¨²n como Chile y Honduras han mostrado en conjunto una categor¨ªa t¨¦cnica superior a la nuestra. Por otra parte, y tampoco me explico por qu¨¦, el equipo espa?ol no ha rendido. Se habla sobre si la concentraci¨®n ha sido larga y mon¨®tona, si ha faltado o ha sido equivocada la preparaci¨®n psicol¨®gica. Pero yo, que en 1950 estuve concentrado treintaitantos d¨ªas con la selecci¨®n nacional que iba a acudir al Mundial de Brasil, no puedo entender las quejas. En ese a?o y un d¨ªa antes de partir par R¨ªo fuimos descartados cuatro jugadores: Arza, Segu¨ª, Calv¨¦ y yo. Tampoco se produjo un malestar por esos descartes, m¨¢s all¨¢ de la decepci¨®n natural que sufrimos. Pues bien, ese equipo que hab¨ªa estado concentrado en plan monacal en El Escorial, sin esposas ni nada, qued¨® el cuarto en el Campeonato.
Evidentemente los jugadores espa?oles hicieron un juego triste y hasta ellos mismos parec¨ªan tristes. Tampoco lo entiendo. Cuando se tienen veinticuatro o veinticinco a?os, se viste la camisola nacional. y se encuentra uno en su propio pa¨ªs para conquistar la Copa del Mundo, no existe lugar para la tristeza y ni creo necesaria una preparaci¨®n psicol¨®gica especial. Es m¨¢s, cuando se tiene un p¨²blico como el que ha tenido la selecci¨®n nacional, que para m¨ª ha sido lo mejor de este campeonato, el jugador ha de sentirse en volandas.
No s¨¦ con precisi¨®n lo que ha podido suceder para este fracaso porque me faltan muchos datos importantes. Parec¨ªa que se hab¨ªa trabajado bien, con mucho tino, y las informaciones que nos daba Santamar¨ªa antes de empezar el campeonato eran que todo marchaba formidablemente: la preparaci¨®n f¨ªsica era muy buena, hab¨ªa entendimiento y la moral era muy alta. El hecho, sin embargo, es que aun con las deficiencias t¨¦cnicas que he apuntado antes, los jugadores no exhibieron sobre el campo la imagen a la que est¨¢bamos acostumbrados.
Se ha aludido a la contrariedad de encajar un gol en momentos psicol¨®gicos importantes, se ha lamentado la ausencia de un conductor del equipo o se ha recurrido incluso a la abrumadora responsabilidad que pesaba sobre los jugadores. El caso es que siempre estamos con pitos y flautas. En 1978 fue que si un jugador abandon¨® la defensa y con ello lleg¨® el decisivo gol de Austria, que si el fallo de Carde?osa ante Brasil, que si los lesionados en el partido contra Checoslovaquia dieciseis a?os antes. Siempre estamos con que nos persigue la desgracia. Es hora pues de llegar a encontrar las causas profundas por las cuales pr¨¢cticamente desde hace un cuarto de siglo la selecci¨®n espa?ola no consigue hacer casi nada.
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