Cogida de Mario Triana
Plaza de Las Ventas. 18 de julio. Corrida del Montep¨ªo de TorerosCinco toros de Salvador Guardiola, de gran trap¨ªo, flojos en general y manejables; quinto de Garcia de la Pe?a, de extraordinaria nobleza. Manili: Pinchazo perdiendo la muleta, estocada y descabello. Tres pinchazos. Pinchazo bajo, estocada y descabello. (Silencio en los tres toros).
Mario Triana: Estocada ca¨ªda, recibiendo un pitonazo. Pas¨® a la enfermer¨ªa (silencio).
El Mangui, que confirm¨® la alternativa: pinchazo, estocada corta atravesada, cinco descabellos y aviso con retraso. Dos pinchazos y bajonazo. (Silencio en los dos). Parte facahativo: Mario Triana sufre cornada en la axila, de quince cent¨ªmetros hacia abajo, que produce detrozos en m¨²sculo biceps. Pron¨®stico reservado.
Mario Triana sufri¨® una cornada al matar a su primer toro y pas¨® a la enfermer¨ªa. Quedaron, para lo que gustaran mandar, Manili y El Mangui, nombres de gladiadores, gladiadores ellos, aunque venidos a menos. En la Roma del panem et circensis, que dijo aqu¨¦l, habr¨ªan sido gladiadores de tercera divisi¨®n.
Algo semejante que aqu¨ª, en a?o de mundiales, aunque una diferencia abismal se apreciaba entre ambos, y puestos en las coordenadas donde bullen, Manili parec¨ªa sesudo maestro, y Mangui, desventajado disc¨ªpulo. No precisamente porque aqu¨¦l exhibiera dotes de sabio, sino porque ¨¦ste es lego, comprobado est¨¢.
El Mangui da con toros menor talla que con nov¨ªllos, lo cual ya es decir. Adem¨¢s se ha cortado el pelo, e igual que Sans¨®n ha perdido fuerza. Le vimos en esta plaza, hace unos a?itos, cuando le sacaban novillejos desmayados con los que no hac¨ªa arte, pero bull¨ªa, la blonda melena al viento, y ha vuelto con toros de una vez, muy cuajados y astifinos, con los que no bulle siquiera. Le salieron nobles, pero si malos, no los habr¨ªa toreado peor, se supone; aunque hay diestros que con el dif¨ªcil ganado mejora lo que es capaz de hacer con el f¨¢cil.
Para toro noble, sin embargo, el cuarto, del hierro Garc¨ªa de la Pe?a. Dir¨ªamos que era excepcional si no fuera porque toros de estas bondades salen ¨²ltimamente a pu?ados. Venimos de Pamplona, donde hubo un Miura ansioso de que le cortaran las orejas, y unos d¨ªas m¨¢s tarde, aparece en Madrid este Garc¨ªa de la Pe?a, con las mismas altruistas inclinaciones.
Tuvo Manili las orejas al alcance de la mano, pero no deb¨ªa ser su tarde. Buena cosa fue que a ese toro lo llevara al platillo y all¨ª le hiciera toda la faena, sin enmendarse. Mala cosa, en cambio, que muleteara despegado, sin vibraci¨®n ni sentimiento. Ligaba los naturales, es cierto, aunque hay dudas de que esos pases por la izquierda. que instrument¨® fueran naturales en sentido estricto. Su antepen¨²ltima acci¨®n frente al toro de ensue?o consisti¨® en intentar circulares; la pen¨²ltima, en arrodillarse; la ¨²ltima, en matarlo a disgustos. No se merec¨ªa semenajante trato tan noble animal. Lo que pudo ser orejas, triunfo, salida a hombros, qued¨® en un silencio piadoso.
No se le disculpa a Manili este desperdicio, pues tiene valor para mejores empresas. Lo demostr¨® con el segundo, ¨²nico dif¨ªcil de la corrida, que punteaba y llevaba peligro en la mayor parte de las embestidas, e incluso en el quinto tambi¨¦n, pues aunque bueno de sentimientos, se quedaba en el centro de la suerte y ah¨ª pod¨ªa coger, bien que a su pesar.
Se quedaba por flojo. La corrida, de gran trap¨ªo, muy seria y armada, result¨® floja, y tres toros debieron ser devueltos a corral, por este motivo. La presidencia, amagada en el palco, hizo caso omiso de las protestas del p¨²blico, con lo cual burl¨® las justas aspiraciones de ese p¨²blico, burl¨® el reglamento y burl¨® la autoridad, cuya representaci¨®n ostenta y no precisamente para hacerle gui?os al espect¨¢culo. "?El palco est¨¢ vacio!", gritaba la afici¨®n, con muy malos aires. Y no estaba vac¨ªo, sino usurpado por quien tampoco da la talla para tan delicado cometido como es presidir una corrida.
El tercero fue uno de esos toros inv¨¢lidos que no soportan la lidia y que reclaman cabestros para morir infamantemente en los corrales. Mario Triana lo intent¨® a su aire y estilo, es decir, sin garbo, y empefiado en agotar el cupo de derechazos que tiene asignada la torer¨ªa para toda la temporada, que ya de por s¨ª es generoso. Cuando en el volapi¨¦ pasaba el fielato, el torito le meti¨® el pit¨®n por la axila. No dio sensaci¨®n de cornada, aunque el espada hac¨ªa gestos de dolor. Pas¨® a la enfermer¨ªa y quedaron solos en la arena Manili y El Mangui, esos gladiadores.
Quedaron solos para nuestros pecados, y para su penitencia, pues no les ser¨¢ f¨¢cil liberar el estigma de que tuvieron toros de triunfo y no fueron capaces de conseguir ni una ovaci¨®n.
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