El personal
El personal es una fuerza motriz, un salto el¨¦ctrico, un salto de agua, una reserva de energ¨ªa. El poder que los pol¨ªticos tienen o toman, ?de d¨®nde lo toman, queridos ni?os? Del personal.Una dictadura consiste en que el personal s¨®lo es eso: fuerza motriz, plazaorientalismo, legitimizaci¨®n embarullada del sistema mediante el grito y la pancarta gesta dos en la planta noble, una demostraci¨®n sindical en plan Bernab¨¦u, como aqu¨¦llas del primero de mayo y San Jos¨¦ Obrero. El personal, depositario o no de la Historia, de la Revoluci¨®n, de la Utop¨ªa y de otras pesad¨ªsimas may¨²sculas, concienciado o no mediante la conciencia de clase, sigue siendo fuerza motriz, en una democracia, silo de energ¨ªas, pajar de donde todos los pol¨ªticos toman su paja. M¨¢s he aqu¨ª que esta democracia se est¨¢ hipostasiando por hacer de esa hidroel¨¦ctrica que es el personal el mismo uso que har¨ªa una dictadura, m¨¢s o menos. Fraga pierde sus elecciones en. Andaluc¨ªa y sigue como si nada, hablando de mayor¨ªas naturales y ba?¨¢ndose por Catalu?a con ba?ador de cuello vuelto. Parece que no le duele el mordisco andaluz. Soledad Becerr¨ªl pierde en Sevilla, don Landelino queda borrado, como una alpaca inexistente, por la luz de estraza de Ja¨¦n, en vista de lo cual pasa a presidente plenipotenciario de su partido. Y la ministra sigue perdiendo Mundiales y becando el teatro m¨¢s comercial de Espa?a. La izquierda hace m¨¢s pol¨ªtica que sociolog¨ªa, est¨¢ m¨¢s en la herradura intelectual de las Cortes que en la plaza mayor de los pueblos.
La democracia es un sistema abierto de libertades, defensas, coartadas populares, imaginaciones, inventos y remedios que le permiten al personal gobernarse a s¨ª mismo en la vida cotidiana. Hasta las movidas obreras funcionan mejor cuando se convocan de abajo arriba. Pero, de la cosa vecinal a la cosa cultural, aqu¨ª no han funcionado ni el Gobierno ni los partidos. El pueblo tiene opiniones, ideolog¨ªas, imaginaciones, creaciones y recreaciones, gustos y caprichos pol¨ªticos. Pero no se le convoca para nada de eso, para que se exprese y act¨²e, sino solamente para que vote (como denuncia Glucksmann por lo que se refiere a Francia, aunque desde una gran ambig¨¹edad). Llamar al pueblo a elecciones cuando hace falta, estando pendientes tantos pleitos populares -Almer¨ªa, Trebujena, el paro, la colza, la vivienda-, es casi como llamarle a la Plaza de Oriente. Quiero que se me entienda, please. Los pol¨ªticos toman el poder de arriba o de abajo. Si lo toman de arriba, tenemos la oligocracia. Si lo toman de abajo, tenemos la democracia. Y el pueblo se va dando cuenta de que, pasadas las primeras movidas del 77, ya no se le llama para nada, salvo para que impulse peri¨®dicamente (ni siquiera en las calendas griegas o los idus de marzo, sino cuando conviene a los pol¨ªticos), con su fuerza, la fuerza de un partido, de un l¨ªder, de un modelo de sociedad que apenas se le ha explicado. No es esto escribir ni leer entre l¨ªneas. Por una vez digo lo que digo. Al margen de la actitud de cambio, profunda y favorable, que dan los sondeos previos a los sondeos previos, me parece que estamos haciendo del personal un uso un poco plazaorientalista, por cuanto s¨®lo le convocamos para corroborarnos, y luego prescindimos de ¨¦l, tanto si nos corrobora como si no.
Perdonen ustedes este rollo afgano, no dir¨¦ que te¨®rico, pero casi sin negritas. Mi maestro y paisano Jorge Guill¨¦n habl¨® de "lo tan real, hoy lunes". Hoy es lunes. ?Y qu¨¦ cosa m¨¢s real que el pueblo? El pueblo, se?ores pol¨ªticos, est¨¢ ya entendiendo que s¨®lo se toma de ¨¦l su fuerza, nunca su imaginaci¨®n. De ah¨ª el abstencionismo, ay.
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