Energ¨ªa y salarios: la dif¨ªcil adaptaci¨®n
La aparici¨®n cada doce meses del Informe del Banco de Espa?a marca siempre un momento intenso de reflexi¨®n sobre los problemas econ¨®micos; siempre intenso y con frecuencia fecundo, pues se trata de una obra no, s¨®lo rica en documentaci¨®n, sino tambi¨¦n con muchas sugerencias anal¨ªticas y certeros apuntes sobre puntos neur¨¢lgicos del funcionamiento del sistema econ¨®mico.La oportunidad del recientemente publicado -referido a 1981- es, en todo caso, incuestionable. Aunque los an¨¢lisis sectoriales son excesivamente descriptivos y poco homog¨¦neos en su tratamiento -particularmente desafortunado es el referido a la agricultura-, y se echa de menos un apartado final sobre el horizonte econ¨®mico previsible a corto y medio plazo, es muy destacable el rigor y la agudeza que presiden el estudio frente del ajuste energ¨¦tico y del ajuste salarial
El ajuste energ¨¦tico
El punto mismo de partida del Informe es el impacto negativo sobre la econom¨ªa espa?ola del encarecimiento de los precios del petr¨®leo registrado en 1979-1980. Dado que Espa?a es un pa¨ªs fuertemente dependiente de las importaciones de petr¨®leo -en 1978 a¨²n cubr¨ªa con ellas un 66% de sus necesidades de energ¨ªa primaria: un porcentaje que era el doble que la media de pa¨ªses de la OCDE-, tambi¨¦n es especialmente sensible a las alzas de los crudos importados. Como el precio medio de ¨¦stos en d¨®lares se situ¨® en 1981 en un 142% sobre eI nivel medio de 1978, puede estimarse -seg¨²n los t¨¦rminos literales del Informe- que la segunda oleada de encarecimiento del precio del petr¨®leo -cuando a¨²n perduraban las repercusiones de la primera gran alza, la de 1973-1974- "ha supuesto para Espa?a, en los a?os 1980 y 1981, un aumento de la factura petrol¨ªfera, en unidades renta de 1979, del 5,4% del produopto interior bruto de dicho a?o. Adem¨¢s, el tipo de cambio efectivo real de la peseta se ha depreciado en cuant¨ªa considerable desde 1979, y ello ha sido un elemento adicional en el empeoramiento de la relaci¨®n real de intercambio de Espa?a con el resto del mundo durante el per¨ªodo. En su conjunto , dicha relaci¨®n de intercambio de bienes y servicios ha empeorado un 19,5% en el per¨ªodo 1980-1981 y ha supuesto una transferencia o p¨¦rdida acumulada de producto real en favor del resto del mundo del orden del 6,6% en el bienio".
No puede, por eso, dejar de se?alarse a rengl¨®n seguido el considerable retraso que en el proceso de ajuste energ¨¦tico -para reducir la participaci¨®n del petr¨®leo y para reducir el consumo de energ¨ªa primaria por unidad de producto- lleva Espa?a en relaci¨®n con la mayor parte de los pa¨ªses desarrollados: "El hecho es que los siete mayores pa¨ªses industriales de la OCDE consumieron en 1981 la misma energ¨ªa que en 1973, mientras que en Espa?a aument¨® su consumo en un 24% entre ambos a?os". La ausenc¨ªa durante a?os, en nuestro pa¨ªs, de una pol¨ªtica de regulaci¨®n de la demanda energ¨¦tica que repercutiera pronto y adecuadamente en los distintos usos y servicios de los precios internacionales encarecidos de la energ¨ªa deja sentir ahora todo su peso negativo. Con un retraso de cuatro o seis a?os con relaci¨®n a Europa y a la generalizaci¨®n de la crisis, se han comenzado aqu¨ª a adoptar medidas de cierta envergadura, aunque no suficientes: el Plan Energ¨¦tico Nacional no es sino de 1979, fecha a partir de la cual se inicia en Espa?a una reducci¨®n -s¨®lo suave- en la intensidad energ¨¦tica de su producci¨®n, al tiempo que se abre un proceso -pero no muy intenso- de sustituci¨®n energ¨¦tica, con mayor contribuci¨®n del carb¨®n al consumo total bruto de energ¨ªa. Por eso debe subrayarse la responsabilidad de los ¨²ltimos Gobiernos del franquismo y de los primeros de la Monarqu¨ªa en el actual "elevado grado de exposici¨®n a los impactos del petr¨®leo" que presenta la econom¨ªa espariola.
El ajuste salarial
El segundo de los ajustes b¨¢sicos de precios relativos es el referente al coste del trabajo. La posici¨®n mantenida en el Informe respecto a una cuesti¨®n tan enconada es, a nuestro juicio, correcta, y s¨®lo est¨¢ mediatizada por las insuficiencias informativas que sobre la evoluci¨®n de las rentas salariales se siguen padeciendo. Est¨¢ fuera de discus¨®n que entre 1973 y 1978 se registr¨® en la econom¨ªa espa?ola un muy fuerte aumento de los salarios nominales brutos (incluidas las contribuciones la Seguridad Social), que determin¨® unos crecimientos de salarios reales imposibles de mantener a medio plazo sin provocar una creciente sustituci¨®n de trabajo por capital, con graves consecuencias para el empleo. S¨®lo a partir de 1978 se produce una desaceleraci¨®n de los ritmos de crecimiento de los salarios reales, mantenida durante 1981 y previsibiemente, en cumplimiento del ANE, durante todo 1982. Sin embargo, seg¨²n el Informe, "la desviaci¨®n acumulada en el per¨ªodo 1973-1978 respecto de cualquier senda de crecimiento salarial sostenible fue muy intensa y la desaceleraci¨®n posterior no ha bastado para compensarla. Adem¨¢s, esa desaceleraci¨®n ha coincidido, desgraciadamente, con la nueva e importante p¨¦rdida de renta real resultante del segundo encarecimiento del petr¨®leo, que impon¨ªa, de un modo autom¨¢tico, un descenso de la senda de crecimiento de los costes reales unitarios del trabajo compatible con cada nivel de ocupaci¨®n. De modo que la desaceleraci¨®n de los salarios no ha bastado para impedir el retroceso del empleo desde 1978."
La responsabilidad de la pol¨ªtica econ¨®mica del pasado m¨¢s reciente en todo ello no puede tampoco, en este caso, silenciarse. Entre 1973 y 1977, en especial, los diversos Gobiernos compensaron su propia interinidad y su propia provisionalidad canalizando a trav¨¦s de alzas salariales toda la presi¨®n social de esos inciertos a?os que van desde la muerte de Carrero Blanco hasta la promulgaci¨®n de la Constituci¨®n de 1978. Por eso habr¨¢ que esperar a las medidas adoptadas durante 1979 y 1980 y, sobre todo, al Acuerdo Nacional sobre Empleo para que le produzca un cambio de orientaci¨®n, si bien el retraso tiene aqu¨ª efectos especialmente nocivos: la ca¨ªda del empleo. Pues la respuesta a los fuertes aumentos de la retribuci¨®n bruta por persona empleada, en t¨¦rminos reales, no ha sido otra que la tambi¨¦n fuerte reducci¨®n del empleo (especialmente en la industria: entre 1973 y 1981, la ca¨ªda del empleo industrial alcanza m¨¢s de un 15%); "tan fuerte en un per¨ªodo relativamente corto", en,palabras del Informe citado, '"que cabr¨ªa pensar que el ajuste a dicho impacto est¨¢ ya muy avanzado en t¨¦rminos de comparaciones internacionales y que, a falta de nuevas perturbaciones, deber¨ªa mostrar una progresiva moderaci¨®n de sus efectos sobre el empleo".
Capacidad pan gobernar
Se puede tambi¨¦n suscribir el p¨¢rrafo final del an¨¢lisis introductorio del Informe. "La econom¨ªa espa?ola vive un proceso de ajuste a unas nuevas condiciones de la econom¨ªa mundial. La rapidez y el ¨¦xito de esa adaptaci¨®n dependen de la capacidad de la econom¨ªa para mostrar flexibilidad en sus respuestas a los nuevos est¨ªmulos. La tradici¨®n de inercia, rigidez y burocratizaci¨®n de nuestra econom¨ªa dificulta esa flexibilidad, alarga los ajustes y ampl¨ªa los costes sociales que conlleva. La iniroducci¨®n de mayor flexibilidad en todos los ¨¢mbitos y de un an¨¢lisis de los efectos de las pol¨ªticas sectoriales para el conjunto de la econom¨ªa esuna necesidad primordial.
S¨ª puede coincidirse en esas l¨ªneas a condici¨®n de a?adir algo m¨¢s, y es, dicho sin rodeos, que el actual Gobierno no parece capacitado para afrontar con ¨¦xito el reto que plantean esas exigencias. La par¨¢lisis facial de quien lo preside y las luchas internas de UCD se han convertido, m¨¢s all¨¢ de met¨¢foras f¨¢ciles, en rasgos bien definitorios de un modo de gesti¨®n p¨²blica que consigue una dif¨ªcil combinaci¨®n de rigidez e irresponsabilidad, de incuria y clima de liquidaci¨®n por derribo. As¨ª no puede h¨¢cerse frente, entre otras cosas, al desaf¨ªo que supone la dif¨ªcil culminaci¨®n del proceso adaptativo de la econom¨ªa espa?ola a las nuevas circunstancias en los flancos de la energ¨ªa y de los costes del trabajo porque no basta con nuevas readaptac¨ªones de precios, y con sucesivas medidas de moderaci¨®n salarial.
Es necesario, en suma, una disposici¨®n y un estilo muy distintos para combatir con cierto margen de garant¨ªa los actuales problemas. Un gran economista conservador espa?ol, nacido en los a?os setenta del siglo pasado y al que hace tan s¨®lo unas pocas fechas se le ha rehabilitado tras ser separado de su c¨¢tedra en 1939, Antonio Flores de Lemus, en situaciones dif¨ªciles para la econom¨ªa espa?ola apelaba siempre a la providencia para compensar la falta de previsi¨®n de nuestros Gobiernos. Hoy debe confiarse en el coraje ciudadano para sostener comportamientos y opciones de progreso hist¨®rico y en el instinto cada vez m¨¢s agudizado de la mayor¨ªa para elegir Gobiernos responsables.
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