Miguel Montero,

celador de un consultorio madrile?o de la Seguridad Social, no gana la loter¨ªa, pero se conforma, con acumular d¨¦cimos no premiados, aunque luego los entrega "a gentes que puedan hacer un uso social de ellos". En julio de 1980 dio a Unicef el arsenal de billetes de loter¨ªa conseguido en siete a?os de paciente trabajo y, dentro de unos cinco meses, pretende donar otra colecci¨®n al centenar de intoxicados por el aceite de colza desnaturalizado que viven en su barrio, en El Pilar. Montero supone que, con la subasta o cualquier otro medio de aprovechar estos d¨¦cimos, los afectados podr¨¢n hacerse con unas 300.000 pesetas, "que buena falta les hacen", dice. Cuando d¨¦ fin a este primer empe?o, el coleccionista pretende iniciar una colecci¨®n m¨¢s ambiciosa, por series completas desde el a?o 1967, con un valor superior a los dos millones de pesetas, con destino a los envenenados por la colza en todo el territorio nacional.