Un subalterno, herido en la tarde de los rejoneadores
ENVIADO ESPECIALLa cuota de sobresalto que el destino ten¨ªa reservada para esta corrida, se agot¨® en el primer minuto del espect¨¢culo. Sali¨® el torazo del marqu¨¦s -que era torazo, y del marqu¨¦s-, acudi¨® como un tren al cite de Salustiano Sierra, y lo hizo con tal velocidad y empuje que le alcanz¨® un muslo cuando -aqu¨¦l se cobijaba en el burladero y adem¨¢s hundi¨® las tablas de la barrera. Quiz¨¢ por fracciones de segundos no le parti¨® la pierna al banderillero.
Y luego vino todo lo dem¨¢s, lo ya conocido del toreo a caballo, que transcurre habitualmente con una monoton¨ªa apabullante. No es que deba restarse m¨¦rito a los rejoneadores, pues lo tienen. Son profesionales de una pieza, poseen unos caballos maravillosos de acabada doma, le hacen al toro cuanto saben, exponen discretamente (a veces, temerariamente) las cabalgaduras y entusiasman al p¨²blico que no suele acudir a las corridas llamadas de lidia ordinaria.
Plaza de Valencia
31 de julioToros del marqu¨¦s de Domecq, que dieron juego, para rejones. Angel Peralta, oreja. Alvaro Domecq, vuelta. Manuel Vidri¨¦ vuelta. Antonio Ignacio Vargas, ovaci¨®n. Por colleras: Peralta-Vargas, dos orejas. Domecq-Vidri¨¦, aviso y ovaci¨®n. El banderillero Salustiano Sierra sufri¨® una cornada menos grave en un muslo.
Cada uno a su aire y a su estilo son buenos. Peralta estuvo ayer en Valencia muy seguro, espectacular dentro de la eficacia, ¨¢gil y entusiasta. A Domecq le correspondi¨® un manso y consigui¨® torearle y clavarle con poder¨ªo y emoci¨®n. Vidri¨¦ entusiasm¨® con sus quiebros, pero en uno de ellos el toro alcanz¨® al caballo por el pecho y lo hiri¨®. Con otro manso, Vargas actu¨® tan valent¨®n como premioso. Por colleras, ya fue otra cuesti¨®n. Las colleras constituyen una desigual pelea en la que el toro no s¨®lo lleva las de perder, para morir, sino que resulta v¨ªctima de una catastr¨®fica melopea caballar. En esta variante del rejoneo no hay lo que pudi¨¦ramos llamar lidia, ni toreo, sino carreras, jugueteo, acaso burla del toro.
Hay muchos y buenos aficionados al toreo a caballo, desde luego, pero la afici¨®n a los toros prefiere el toreo a pie. Lo mismo les sucede a la mayor parte de los taurinos y as¨ª lo confiesan en privado. Hace poco, un importante apodera do hubo de someterse a una grave intervenci¨®n quir¨²rgica y, al entrar al quir¨®fano, sus allegados y el cirujano le animaban: "No te preocupes, hombre, ya ver¨¢s c¨®mo no pasa nada". Y respond¨ªa: "Es igual, si pasa, tampoco me importa demasiado: as¨ª no tendr¨¦ que ver m¨¢s una corrida de rejoneadores".
Un toro para rejones es un estupendo regalo. Seis toros para cuatro rejoneadores es un empacho. Pero, naturalmente, tiene su p¨²blico, y el de Valencia lo pas¨® bien ayer. Acab¨® la fiesta con muchos aplausos para los jinetes que cumplieron con profesionalidad un contrato m¨¢s de los muchos que suman a lo largo de la temporada. Y en la enfermer¨ªa qued¨®, con una comada en un muslo, un torero de a pie. No deja de tener cierta l¨®gica: en el toreo de a pie es donde est¨¢ la verdadera fiesta.
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