Rafael Abaitua fue liberado tras el pago de un m¨ªnimo de 25 millones de pesetas
Rafael Abaitua, el industrial secuestrado en Zarauz, fue liberado en la madrugada de ayer a pocos kil¨®metros de la localidad alavesa de Llodio, tras haber permanecido veintiocho d¨ªas retenido en el interior de una tienda de campa?a en una zona no determinada. El portavoz familiar, Felipe Abaitua, como viene siendo habitual en este tipo de hechos, rechaz¨® ayer haber efectuado pago alguno en concepto de rescate, si bien el propio padre del secuestrado, Javier Abaitua, afirm¨® justamente lo contrario.
Fuentes consultadas por este peri¨®dico sostienen que los Abaitua habr¨ªan entregado a los autores del secuestro una cantidad que oscila entre los cincuenta y los ochenta millones de pesetas. Estas fuentes confirman el pago de al menos veinticinco millones de pesetas en las fechas anteriores al recibo de las dos cartas escritas por el secuestrado. Dichas cartas habr¨ªan sido exigidas por la familia Abaitua como condici¨®n previa a la entrega de la ¨²ltima y m¨¢s importante partida de dinero.La frase: "Somos Juantxo" fue la consigna utilizada por los autores del secuestro, presumiblemente ETApm VIII Asamblea, para conectar telef¨®nicamente con la familia. El industrial se present¨® en la residencia de su familia en Zarauz a las 2.15 horas, bien afeitado, sin s¨ªntomas externos de haber sufrido un cautiverio penoso. Estuvo a punto de pernoctar en un hotel de Llodio, en un primer momento, al no encontrar un taxi que pudiera trasladarle a Zarauz. Sus secuestradores le entregaron, para que cenara y se trasladara a su domicilio, mil pesetas y dos paquetes de tabaco rubio antes de abandonarle.
El industrial propietario y gerente de Fiel, SA, relat¨® ayer pormenorizadamente su secuestro en una conferencia de Prensa que acapar¨® la atenci¨®n de la pr¨¢ctica totalidad de los medios informativos del pa¨ªs.
Veintiocho d¨ªas en una tienda de campa?a individual
"Todo empez¨® un s¨¢bado hace exactamente cuatro semanas, cuando me despertaron tocando la puerta de mi habitaci¨®n, dici¨¦ndome que mi padre se encontraba enfermo en la planta baja de la casa. Al bajar me encontr¨¦ con seis o siete encapuchados armados con una metralleta y pistolas que reten¨ªan a la mayor parte de mi familia en el comedor. Nos interrogaron por separado y finalmente decidieron llevarme consigo. Me colocaron unas gafas negras y me metieron en un coche. Despu¨¦s de hora y media de viaje llegamos a la falda de un monte para m¨ª desconocido, e iniciamos una marcha ascendente a pie que dur¨® algo m¨¢s de una hora. All¨ª me introdujeron en una tienda de campa?a individual, donde he permanecido los veintiocho d¨ªas, saliendo ¨²nicamente una hora al d¨ªa para desayunar, comer y asearme".
A lo largo de este mes de cautiverio, el secuestrado, en contra de su costumbre -seg¨²n ha declarado la esposa-, ha le¨ªdo una decena de libros de autores como Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Juan Mars¨¦, Luis de Castresana y Mario Vargas Llosa. "Todas eran novelas muy buenas; por ejemplo, he le¨ªdo Si te dicen que ca¨ª, Las brujas, alguna novela polic¨ªaca y cuentos de Vargas Llosa. Los compraron expresamente para m¨ª, pero ellos tambi¨¦n los leyeron durante sus vacaciones".
Los secuestradores le permit¨ªan escuchar la radio, aunque desconectaban el aparato a la hora de la transmisi¨®n de los espacios informativos. Esta censura se aplicaba tambi¨¦n sistem¨¢ticamente a las noticias referentes al secuestro publicadas en los peri¨®dicos que les suministraban sus guardianes, tres de los cuales, al menos, intervinieron directamente en la acci¨®n del secuestro.
"Salvo los primeros d¨ªas, que se mostraron m¨¢s serios, m¨¢s duros, sin duda para que yo me hiciera cargo de la situaci¨®n y siguiera sus instrucciones, incluida la de no mirarles a la cara, estuve por lo dem¨¢s bastante tranquilo y no tem¨ª por mi vida pr¨¢cticamente en ning¨²n momento".
La tienda de campa?a no ofrec¨ªa refugio suficiente en los d¨ªas de lluvia, y el industrial se quej¨® en ocasiones de la humedad y del fr¨ªo. La zona donde se encontraba estaba situada, al parecer, sobre una cota bastante elevada. Los guardianes del industrial ocupaban otra tienda de campa?a, que el secuestrado nunca lleg¨® a ver, situada unos metros m¨¢s abajo.
El industrial afirma que las pocas conversaciones que mantuvo con sus secuestradores giraron siempre en torno a cuestiones intrascendentes y anecd¨®ticas no relacionadas con la pol¨ªtica, con el hecho mismo del secuestro o con las negociaciones entre su familia y la organizaci¨®n.
"Cuando escrib¨ª las dos cartas, ellos me indicaron que a?adiera la frase 'S¨¦ que ayer s¨¢bado echaron por televisi¨®n El ¨²ltimo safari', probablemente para dar constancia de la veracidad de las fechas de los escritos. Yo, por otra parte, no s¨¦ nada de las negociaciones y, la verdad, tampoco quiero saberlo".
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