La larga noche del Nembutal
Todav¨ªa se fabrica el Nembutal. Pero el barbit¨²rico c¨¦lebre que suicid¨® a Marilyn ya no es lo que era. El envase, la presentaci¨®n, el logotipo y el colorido anodino del f¨¢rmaco emiten ahora mismo un aire de tristeza rancia, de irremediable obsolescencia, que lo excluye del grupo de los medicamentos reciclados para la nueva est¨¦tica farmac¨¦utica, como las aspirinas, los optalidones o las biodraminas; aunque tampoco alcanza el codiciado estatuto de lo retro, al estilo de los frascos de sales de frutas o los tarros de perborato.Como en la ¨¦poca de Marilyn, contin¨²a el Nembutal autocalific¨¢ndose de hipn¨®tico, sedante y somn¨ªfero. Sin embargo, la lectura atenta de sus contraindicaciones, incompatibilidades y efectos secundarios apenas lo delatan como el poderoso instrumento m¨ªtico que fue en la d¨¦cada de los cincuenta, cuando empezaba a surgir en el horizonte de las grandes densidades urbanas la avasalladora clase social de los "insomn¨ªacos" aprendices de suicidas. El Nembutal era el barbit¨²rico simb¨®lico de la ¨¦poca en que los tejados comenzaban a cubrirse de antenas de televisi¨®n, el cine recurr¨ªa desesperadamente al cinemascope y el technicolor para evitar el hundimiento de la industria del star system, por culpa de las 625 l¨ªneas y de las 33 revoluciones por minuto y la enfermedad de moda era el stress. O sea, en la apoteosis de la segunda industrializaci¨®n.
Dulce sonido
El vidrioso tubo de Nembutal blanquecino ha sido sustituido por el envase plano y pl¨¢stico del Valium amarillento en la mesa de noche del insomne posindustrializado. Ya nadie se suicida con el viejo barbit¨²rico de la era dorada de la sociedad de consumo. Ni siquiera logra conciliar el sue?o o calmar las nuevas ansiedades del momento.
Pero el mito Marilyn, tal y como se fragu¨® y todav¨ªa se recita y oficia, est¨¢ inexcusablemente aliado con aquel famoso tranquilizante de dulce sonido final, fatal, mortal.
Se ha intentado explicar el proceso de canonizaci¨®n de Marilyn Monroe de mil maneras distintas. En realidad, esta man¨ªa ha originado todo un g¨¦nero literario de rango nost¨¢lgico a costa del ¨²ltimo gran ¨ªdolo del star system de Hollywood: la marilynolog¨ªa. Un mero resumen de las razones aducidas para justificar este indesmayable vedetismo (le lustros en la morada de los dioses electr¨®nicos, puede dejarnos consternados.
Unos hablan de su erotismo h¨²medo, otros insisten en el ritmo perturbador de sus rotundas caderas, los disc¨ªpulos de Warhol centran su adoraci¨®n en aquellos ambiguos labios permanentemente entreabiertos que pocos fot¨®grafos lograron atrapar cerrados ("los labios de Marilyn no eran besables, pero s¨ª muy fotog¨¦nicos"), los amantes de la literatura tr¨¢gica insisten en el destino desgraciado de Norma Jean en medio del infierno hollywoodiano, en aquellos estrepitosos fracasos sentimentales narrados por Norman Mailler y Truman Capote y que ella llevaba inscritos en su melanc¨®lica mirada ingenua. Lo com¨²n, en fin, es que los marilyn¨®logos cl¨¢sicos analoguen la chica del traje rojo y ajustado de Ni¨¢gara con el despertar impetuoso de sus reprimidas sexualidades y repitan la ya inevitable frase de Bazin: "Despu¨¦s de la guerra el erotismo cinematogr¨¢fico se desplaz¨® del muslo al seno. Marilyn Monroe lo ha hecho oscilar entre los dos".
Muerte mod¨¦lica
Todo es cierto. Pero mi interpretaci¨®n favorita en esta larga liturgia de divinizaci¨®n y adoraci¨®n planetaria est¨¢ relacionada con el Nembutal. El suicidio de Marilyn a manos del barbit¨²rico dominante es el acontecimiento espectacular que la sit¨²a en las cimas mitol¨®gicas. Porque no es la vida exitosa de la estrella la condici¨®n de su inmortalidad, sino su muerte mod¨¦lica. Los grandes h¨¦roes no mueren por casualidad, ni de cualquier manera. Sus finales tambi¨¦n son parte principal¨ªsima del show business porque desde siempre el sacrificio de los dioses es garant¨ªa de la supervivencia m¨ªtica. El verdadero rostro de las mitolog¨ªas actuales no es el de Eros, sino el de Thanatos.
Cada sociedad tiene sus codificados ritos sacrificantes en los que se reconoce la propia sociedad, y el tubo de pastillas de Nembutal era el s¨ªmbolo preciso del impulso de muerte que rondaba aquellos tiempos suicidas, urgidos de hipn¨®ticos, sedantes y somn¨ªferos para disfrazar la realidad indeseable.
Los finales tr¨¢gicos no son una anomal¨ªa en la industria de los finales felices, y hasta la noche del Nembutal Marilyn Monroe estuvo toda su vida buscando su muerte l¨®gica.
De la misma manera que James Dean eligi¨® el accidente de velocidad y John Lennon prefiri¨® el atentado callejero.
Babelia
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