El 'centro' viaja a Am¨¦rica
EL PRESIDENTE Calvo Sotelo regres¨® ayer de lo que podr¨ªa ser su viaje pol¨ªtico p¨®stumo a Am¨¦rica Latina, si se mantuvieran o florecieran algunos resultados cuando se complete el proceso de su lento desvanecimiento personal del retablo de la pol¨ªtica espa?ola: regres¨® contento, como siempre, al menos en sus declaraciones de Barajas, en las que rechaz¨® la met¨¢fora de que Espa?a seapuente, para nada -por m¨¢s que la palabra le sea grata, en tanto que ingeniero de caminos-, pero s¨ª capaz de mediar, dada nuestra pertenencia a la OTAN, por una parte,y nuestro hispanismo por otra, en ciertas tiranteces que p¨®dr¨ªa haber entre Europa y Am¨¦rica despu¨¦s del conflicto de las Malvinas. Tensiones que, afortunadamente, son menores de lo que se esperaba. El papel de mediador es hermoso. No obstante, para desempe?arlo hacen falta virtudes y condiciones muy caracter¨ªsticas. Se ha hecho cada vez m¨¢s dif¨ªcil, en vista de que las relaciones entre pa¨ªses de cualquier continente son ya muy directas y la posesi¨®n del idioma com¨²n, de ciertas tradiciones y de varias culturas no son tan necesarias como en otros tiempos. El Gobierno de UCD, que ha presidido toda la etapa democr¨¢tica desde el final. del Gabinete Arias Navarro hasta nuestros d¨ªas, le ha sido imposible ocupar el centro en cuestiones de pol¨ªtica interior; trata tambi¨¦n de llevar la vocaci¨®n de centro a dos aspectos muy conflictivos de la pol¨ªtica mundial, el de Latinoam¨¦rica y el de los pa¨ªses arabes. Parece una tarea desmedida para un partido que. necesita incluso de mediadores para poder soldar sus propios miembros, que se dispersan. El papel de media dor es, indudablemente, hermoso, pero no hay que dejar se llevar por su fascinaci¨®n hasta el punto de ofrecerlo para cada situaci¨®n; esa buena voluntad ha producido el equ¨ªvoco de que Calvo Sotelo apareciera como capaz de ofrecer una mediaci¨®n en el conflicto entre Per¨² y Ecuador, que ni siquiera se puede nombrar. El,ejercicio de la diplomacia comporta una cierta vaguedad, una cierta imprecisi¨®n, de manera que el diplom¨¢tico pueda efectivamente allanar conflictos, como es su oficio. Pero la pol¨ªtica exterior de un pa¨ªs, en cambio, tiene que ir m¨¢s all¨¢ de las limitaciones diplom¨¢ticas: necesita una definici¨®n y una claridad de conceptos. El caso de la Am¨¦rica Latina es enormemente complejo: en primer lugar, porque no se puede abarcar todo el continente como una totalidad. Se est¨¢n desarrollando en ¨¦l conflictos intemos de enorme importancia para su porvenir. En segundo lugar, la pol¨ªtica internacional trata esos conflictos y esas buscas de soluciones de distintas maneras: hay, en rasgos generales, una manera propia de Estados Unidos y otra, muy distinta, de Europa occidental. No puede haber, desgraciadamente, una manera Solamente espa?ola de considerar todo ese mundo en movimiento. El intento del Gobierno de UCD de mantener una equidistancia entre todos los puntos en litigio puede terminar convirti¨¦ndose en un inmovilismo y una perplejidad. En la ¨¦poca de Franco la inclinaci¨®n hacia Am¨¦rica y hacia los pa¨ªses ¨¢rabes ten¨ªa un sentid¨® muy claro: equilibrar el rechazo europeo, la distancia inicial que tomaron las Naciones Unidas con respecto a Espa?a y buscar caminos, incluso comerciales o industriales, cuando otros le estaban vedados. Aparte de que estemos pagando ahora, y muy fuertemente, esa imposibilidad espa?ola de acomodarse entonces al Mercado Com¨²n, la alternativa tuvo su ¨¦xito y sirvi¨® a sus inventores para, efectivamente, romper un cerco.
No puede tener ahora ese mismo sentido. Hay otras opciones, el mapa del mundo es distinto, occidente no forma un solo bloque, y Espa?a tiene que elegir la amistad con los reg¨ªmenes de Latinoam¨¦rica que precedan al nuestro en cuanto a democracia, o que puedan sumarse a ella, supone ya una definici¨®n clara y concreta, que no puede prestarse a equ¨ªvocos. La elecci¨®n acerca de si nos sumamos al sistema de di¨¢logo Norte-Sur, a¨²n tan maltrecho en nuestros d¨ªas (por las Malvinas y por Beirut), pero tan necesario todav¨ªa, o a la posici¨®n de Washington de tratar esas cuestiones como una parte esencial del gran problema Este-Oeste, es algo que tambi¨¦n convendr¨ªa definir. El cl¨¢sico dec¨ªa: "por ser con todos leal, ser para todos traidor". Podr¨ªa ser, con una apreciaci¨®n ¨®ptima, el epitafio de UCD en la vida pol¨ªtica nacional; es desdichado que pueda serlo en pol¨ªtica internacional, en la cual, por otra parte, no produce ninguna clase de beneficios. Es de suponer que el Gobierno que suceda al de UCD, aunque fuera capaz de seguir llam¨¢ndose UCD, repare en esa conicien tantas otras cosas la indefinici¨®n actual y logre un papel m¨¢s acorde, con nuestra realidad en la escena internacional.
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