Las medidas de Mitterrand
MITTERRAND SE ha visto obligado a entrar en el peligroso ciclo pol¨ªtico de las medidas especiales contra el terrorismo. El peligro est¨¢, principalmente, en aceptar las tesis, siempre interesadas, de que los medios propios de una democracia no son suficientes y hay que disponer de otros que, al mismo tiempo, disminuyan el contexto democr¨¢tico del r¨¦gimen: a la larga se ve que el terrorismo contin¨¹a y que se requieren medidas a¨²n mas estrechas, con nuevas restricciones de la democracia.El terrorismo que se desarrolla en suelo franc¨¦s en estos ¨²ltimos meses es, principalmente, de car¨¢cter extranjero o con motivaciones te¨®ricamente situadas fuera de Francia. La polic¨ªa francesa mantiene un control muy estricto de los extranjeros que viven legahnente en ese pais, y fuentes de informaci¨®n suficientes para saber d¨®nde y c¨®mo est¨¢n los que han entrado ilegalmente. Adem¨¢s est¨¢ la DST (Division de Surveillance du Territoire, contraespionaje) con tent¨¢culos extensos y con inteffc¨ªgatorios frecuentes y largos de los extranjeros que le inspiran menos confi a.
El fichero central que se anuncia como de nueva coci¨®n exist¨ªa ya con el r¨¦gimen anterior, y se describ¨ªa como un control absoluto sobre todos los ciudadanos, extranjeros o nacionales, de los que no quedaba a salvo ni su vida privada! todo pod¨ªa aparecer en las computadoras merced a las bandas magn¨¦ticas de los documentos de identidad. Las personas con mayor decisi¨®n democr¨¢tica se opon¨ªan a esta creaci¨®n: puede decirse que son las mismas que han votado a Mitterrand y al Gobierrio, socialista, que ofrec¨ªa ante ellos mayores garant¨ªas de libertad individual. La atenuaci¨®n de las medidas de vigilancia y control en las fronteras resultaba tambi¨¦n de un esfuerzo permanente de la izquierda y respond¨ªan a lo que se consideraba un esp¨ªritu franc¨¦s de pa¨ªs abierto, al mismo tiempo que a unas normas muy ,extendidas en todo el territorio de la Comunidad. Hoy se puede viajar por toda Europa con un simple documento de identidad y con apenas unos segundos de detenci¨®n en las fronteras. Una de las grandes conquistas europeas es esta facilidad del internacionalismo personal, de los grandes movimientos de poblaciones de un pa¨ªs a otro.
Es de suponer, por una parte, que esas libertades y facilidades son ya irreversibles -felizmente-; por otra, que los trasiegos de armas y de delincuentes no van a ser detenidos -desgraciadamente- por algunas medidas contrarias a esa libertad. De la misma manera que los grandes contrabandos no se han hecho nunca por las fronteras habituales, el contrabando del terrorismo tiene tambi¨¦n sus medios propios.
El aumento de los efectivos policiales en varios millares de personas es una medida que parece procedente. Lo delicado de la cuesti¨®n comienza, sobre todo, cuando a estos medios policiales se les suministra una serie de excepciones jur¨ªdicas que puedan aplicarse a todos los ciudadanos y que convierte a todos en sospechosos. Es ah¨ª, y en la proliferaci¨®n de la denuncia y en la vigilancia excesiva de todos y cada uno, donde comienza a da?arse el concepto global de la democracia. Y es hacia ese terrerno al que los contrarios a la democracia suelen empujar a los gobernantes dem¨®cratas. Est¨¢ suficientemente comprobado, por la historia y por la actualidad, que los reg¨ªmenes de comportamiento duro y aun tir¨¢nico no consiguen desarraigar las formas de subversi¨®n y de violencia, por mucho que las contrarresten con las suyas. Por el contrario, la violencia crece. La dureza con que Gran Breta?a trat¨® de responder al desaf¨ªo del Ulster da?¨® seriamente su vieja y tradicional imagen de pa¨ªs de las libertades y no logr¨®, ni por un momento, disminuir la gravedad del problema. Tambi¨¦n Alemania Occidental empa?¨® su imagen sin verdaderos resultados pr¨¢cticos.
No hay que desde?ar la coincidencia de que la principal dureza brit¨¢nica comenz¨® con un Gobierno laborista; la de Alemania, con los socialdem¨®cratas, y la de Francia, con un Gobierno socialista; como en Italia las absolutamente in¨²tiles leyes de excepci¨®n fueron, sobre todo, defendidas por comunistas y socialistas. Parece una vieja actitud defensiva y de complejo de inferioridad. Es a la izquierda a la que se culpa siempre de blandura y de tolerancia en todos los aspectos, y la que se ve obligada, por su propio complejo, a tomar medidas a las que se resiste la derecha Cu¨¢ndo est¨¢ en el poder. En la misma Francia fueron los Gobiernos socialistas -en los tiempos de Guy Mollet- los que defendieron su imagen de firmeza aumentando la capacidad represiva y militar de la guerra de Argelia y la persecuci¨®n de los franceses que optaban por la independencia argelina: tuvo que negar un sistema de derechas, con un cuasi golpe de Estado y un relativo general -de Gaulle- para que se normalizara la situaci¨®n y se entregara Argelia a los argelinos, que era la ¨²nica soluci¨®n real que ten¨ªa esa guerra. Aun as¨ª, fue respondido y desafiado por una intentona militar -la de la OAS- y un terrorismo urbano -en Par¨ªs-, del que formaban parte j¨®venes organizaciones fascista; junto a pol¨ªticos de la derecha -Bidault, Soustelle- Y a militares rebeldes. Qui¨¦n sabe lo que hubiera podido suceder si la entrega de Argelia la hubiesen hecho los gobernantes socialistas.
Esta paradoja de que cuando la izquierda llega al poder tenga que gobemar aceptando las presiones mayores de la derecha es uno de los problemas m¨¢s considerables de nuestro tiempo y uno de los creadores del desencanto pol¨ªtico. La izquierda se ve forzada a hacer demostraci¨®n o espect¨¢culo de su energ¨ªa de gobiemo, de forma que no siempre consigue aumentar las libertades, como aparece en su programa general, sino que llega a restringirlas.
Mitterrand no ha hecho apenas m¨¢s que comenzar este ciclo: puede arrastrarle m¨¢s lejos de lo que piensa ahora. En todo caso, estamos en el derecho de esperar que los cientos de miles de ciudadanos espa?oles que viven en Francia como trabajadores o como estudiantes, dentro de las leyes de Francia y de Espa?a, no sufran las consecuencias del espect¨¢culo con el que Mitterrand obsequia a la derecha -que no por eso le va a aceptar mejor-; y no ser¨ªa extra?o que los nuevos controles tuvieran ese resultado, aunque por razones pol¨ªticas, por miedos propios o por las razones que sean, Francia continuase amparando ciertos delincuentes espa?oles que atraviesan sus fronteras con toda facilidad y sin inquietarse demasiado por los controles en los puestos h¨¢bituales. El derecho de asilo no debe restringirse, y es una de las razones que han creado una cierta imagen de Francia; pero no debe extenderse tampoco c¨®modamente para amparar lo que excede, con mucho, de la mera pol¨ªtica.
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