Bipolarizaci¨®n, ?y por que no?
La crisis que padece el partido del Gobierno y su teflejo inevitable en la futura configuraci¨®n del arco pol¨ªtico espa?ol han vuelto a poner sobre el tapete un t¨¦rmino que parec¨ªa arrumbado en la terminolog¨ªa pol¨ªtica desde las primeras elecciones democr¨¢ticas. Se trata de la posible polarizaci¨®n de fuerzas que podr¨ªa producirse en Espa?a, caso de no surgir una tercera fuerza que se incrustase, como cu?a, para unos, o como dique de contenci¨®n, para otros, entre las dos tendencias naturales que parece van a canalizar el entusiasmo de los elect¨®res a nivel nacional en las pr¨®ximas elecciones y que, a la vista de los resultados gallegos y andaluces, no son otras que Alianza Popular y el Partido Socialista Obrero Espa?ol.Los que no est¨¢n de acuerdo con estos previsibles resultados -y, por desgracia, tambi¨¦n algunos que dicen estarlo- sacan en seguida a relucir, a manera de escudo, la espada de Damocles de la bipolarizaci¨®n y sus peligros.
Los argumentos son de sobra conocidos. Dos grandes fuerzas pol¨ªticas, una a la izquierda y otra a la derecha, son desestabilizadoras para una democracia fr¨¢gil y no consolidada, como la espa?ola. Los ejemplos de las grandes democracias del mundo occidental, como la inglesa, la americana, la alemana, la francesa, no son aplicables a Espa?a, porque, seg¨²n dicen, en frase de cursiler¨ªa sin par, "el c¨¦sped democr¨¢tico no ha sido segado lo suficiente en nuestro pa¨ªs". Por lo visto, se prefiere el modelo a la italiana, olvidando, entre otras cosas, que el propio Giovanni Spadolini ha pedido la reforma constitucional y el cambio de la ley elector¨¢l para conseguir un pa¨ªs m¨¢s gobernate pol¨ªticamente. Los defensores de esta v¨ªa concluyen sus interesados argumentos con un sombr¨ªo y tenebroso "acordaos del 36", algo que resiste tan poco el an¨¢lisis serio y objetivo como recordar la voladura del Maine, en 1898, para no renovar los acuerdos con Estados Unidos.
Nadie, que no est¨¦ cegado por sus intereses personales o, por la cerraz¨®n de ideolog¨ªas extremas de uno u otro signo puede establecer un paralelo veros¨ªmil entre la Espa?a de 1936 y la de 1982. S¨®lo una continuada regresi¨®n de nuestra econom¨ªa que nos devolviera a los niveles de carencia de aquellos ailos, un
caos a nivel de orden p¨²blico o una intensificaci¨®n a niveles intolerables para la sociedad espa?ola del intento terrorista-separatista de ETA podr¨ªa hacemos evocar con visos de credibilidad una situaci¨®n parecida a la de entonces. Y, aun as¨ª, es muy dudoso que el enfrentamiento se produjera. Pretender atribuir la tragedia del 36 a una polarizaci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas constituye, adem¨¢s de una simpleza, un craso error hist¨®rico.El enfrentamiento de entonces, larvado en la sociedad espa?ola durante cerca de siglo y medio, se produce no por la existencia de dos grandes bloques, sino a causa de la radicalizaci¨®n de esos bloques como consecuencia de la situaci¨®n espec¨ªfica de la Espa?a de los a?os treinta, no muy distinta, por cierto, de la prevalente en la Europa de entonces. El intento de crear un partido centrista por parte del poder institucional, representado por el presidente de la Rep¨²blica, Niceto Alcal¨¢ Zamora, en torno a Manuel Portela Valladares, no pod¨ªa, convencer a nadie -y no convenci¨®-, porque la situaci¨®n de Espa?a lo hac¨ªa invia-ble. Generalmente, y as¨ª lo probaron el partido de Vortela y la Uni¨®n Patri¨®tica, de Miguel Primo de Rivera, y est¨¢ a punto de probarlo la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, los partidos creados al amparo de los pechos. del por der est¨¢n condenados a disolverse como los azucarillos en caf¨¦ caliente tan pronto como el poder se pierda. Y es l¨®gico que as¨ª ocurra.
Es f¨¢cil ser ministro, subsecretario, director general o gobernador civil. Pero caminar en el desierto de la oposici¨®n o del ostracismo, sin coche oficial, sin honores, sin saludos, debe de ser muy arduo para algunos autotitulados pol¨ªticos
Por m¨¢s que mira uno en derredor, no se observa esa temida radicalizaci¨®n en los dos partidos principales del espectro pol¨ªtico. Los partidos son, ante todo y sobre todo, sus programas, y ni el programa del PSOE ni el de Alianza Popular est¨¢n radicalizados.. Y la explicaci¨®n, a mi juicio, no hay que buscarla en tenebrosos enga?os al electorado. Reside simplemente en el hecho de que tanto el socialismo como la derecha liberal-conservadora se han moderado porque la sociedad espa?ola de los a?os ochenta es una sociedad moderada, como lo ha probado de forma ejemplar en los a?os de la transici¨®n.
Por m¨¢s esfuezos que hago, no veo a Felipe Gonz¨¢lez declarando el mismo d¨ªa de su entrada en la Moncloa, si gana las elecciones, "el Estado soy yo" y naci¨®nalizando todo Io nacionalizable, ni a Manuel Fraga, en el caso opuesto, suprimiendo la Seguridad Social o las empresas p¨²blicas y persiguiendo a las fuerzas s¨ªndicales como un nuevo azote de sarracenos.
El presidente de UCD, Landelino Lavilla, acaba de declarar en Santander que el centro no es uiia figura geom¨¦trica. Es un buen comienzo, porque la teor¨ªa de su fundador, Adolfo Su¨¢rez, era justamente la contraria (no as¨ª la de su creador, Manuel Fraga, cuyo libro Teor¨ªa del centro, publicado en 1971, es lo suficientemente esclarecedor para el que quiera entenderlo). Pero, si no se b¨²sca la equidistancia, la cu?a entre las dos grandes formacion es pol¨ªticas, ?para qu¨¦ sirve un centro ficticio si esas dos grandes formaciones ya est¨¢n lo suficientemente centradas? Evidentemente, para poco. S¨®lo para ara?ar votos a uno y otro lado del mapa pol¨ªtico, con el peligro real de volver a tener un Parlamento a la italiana.
El bipartidismo ha demostrado su eficacia en las grandes democracias occidentales, y los partidos tradicionales de esas democracias conservador y laborista en el Reino Unido, dem¨®crata y republicano en Estados Unidos, democracia cristiana y social-democracia en la Rep¨²blica Federal de Alemania han tratado no de disgregarse y formar terceros partidos, sino de centrarse y albergar en su seno dos tendencias: una, radical, y otra, conservadora, pero siempro dentro de la misma etiqueta. Han moderado sus programas lo suficiente para poder ofrecer al electorado, cada cual desde su peculiar perspectiva, opciones viables de gobiemo. En nuestro caso, en lugar de intentar recrear un centro ficticio, parecer¨ªa m¨¢s aconsejable y ¨²til tratar de reforzar la moderaci¨®n dentro de la izquierda y la derecha. Todo lo que no tienda h¨¢cia eso constituir¨¢ una p¨¦rdida de tiempo y energ¨ªas y s¨®lo servir¨¢ para multiplicar hasta el infmito la sqpa de letras que invade en la actualidad el panorama pol¨ªtico espaf¨ªol. Y, en suma, impedir¨¢ la constituci¨®n de Gobiemos mayoritarios fuertes contrapesados por oposiciones responsables, ¨²nica forma, de asegurar una acci¨®n de gobiemo eficaz y la consolidaci¨®n definitiva de una democracia parlamentaria.
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