Felipe Gonz¨¢lez practica la petanca mientras se recupera de su lesi¨®n de tobillo
Vacaciones, lo que se dice vacaciones, ha habido pocas en el verano de Felipe Gonz¨¢lez. Disfrut¨®, s¨ª, una semana de reposo en las playas de Mazarr¨®n a principios de julio, pero a¨²n esos siete d¨ªas se vio sometido al agobiante cerco de los periodistas instalados, con las m¨¢quinas siempre a punto, a ciento cincuenta metros de su residencia estival. Las dem¨¢s jornadas del verano del l¨ªder socialista se reparten entre las jornadas matinales de despacho madrile?o y la pr¨¢ctica de la modalidad del veraneo de tarde.
Pero aun esa semana contada estuvo salpicada por las preocupaciones pol¨ªticas. "Hice dos o tres salidas en barca con los pescadores de la zona para comprobar que no queda ni pizca de pesca, que esa zona de la costa est¨¢ destrozada y lo seguir¨¢ estando a menos que se tomen medidas traum¨¢ticas pronto". Felipe rememora las expediciones estivales desde su despacho madrile?o, m¨¢s ancho que largo.El secretario general del PSOE continu¨® abrumado tierra adentro: "Visit¨¦ varios invernaderos donde se explotan los cultivos de primor, que tienen, a mi juicio, un gran inter¨¦s nacional. Porque en este pa¨ªs estamos todav¨ªa obcecados s¨®lo con la industria y no nos percatamos de que ah¨ª tenemos una fuente potencial de recursos, que adem¨¢s permitir¨ªa cambiar los h¨¢bitos alimentarios de los espa?oles".
A Felipe estas incursiones aqu¨ª y all¨¢ no le pesan. M¨¢s bien le sirven de distracci¨®n. "Me da placer pensar en estas cosas, que son mucho m¨¢s agradables y m¨¢s importantes que la energ¨ªa nuclear, por ejemplo". Dicho lo cual, vuelve a la carga: "Es como la desembocadura del r¨ªo Piedra, en Huelva, que re¨²ne unas condiciones ¨®ptimas, por el clima y el plancton, para montar piscifactor¨ªas como las que tienen los japoneses". Etc¨¦tera. Esta es la pol¨ªtic¨¢ que atrae al l¨ªder socialista. "La otra, la de los ataques personales, las grandes palabras, los gestos gradilocuentes, tiene poco de apasionante .
La palabra pasi¨®n
Felipe tiene delante un papel timbrado del Congreso de los Diputados con la inscripci¨®n "Felipe Gonz¨¢lez M¨¢rquez. Diputado por Madrid". Lo trae hacia s¨ª y escribe muy grande, en may¨²sculas, "PASION", y se queda mirando la palabra como absorto, a?orante.En Miraflores de la Sierra tienen los Gonz¨¢lez un chalecito, a pocos metros de la residencia del Nobel de Literatura, Vicente Aleixandre. All¨ª, ya es otro cantar. "Me levanto, generalmente, a las. seis, porque duermo menos que en invierno. Cuando tengo el tobillo en condiciones paseo por los montes, tranquilamente, sin prisas, junto con Santiago, un alba?il del pueblo, de 64 a?os".
Los informes y expedientes resbalan de las manos del primer secretario socialista, y su puesto lo ocupan escritos m¨¢s suculentos: despu¨¦s de viajar imaginariamente a la agitada Florencia de los M¨¦dici de la mano del M¨²jica La¨ªnez de Bomarzo, se ha adentrado en el universo imposible del Caballero inexistente, de Italo Calvino. Entre col y col, lechuga. Felipe repasa el pen¨²ltimo informe interno sobre otro mundo no menos laber¨ªntico: el Estado espa?ol, sus organismos, sus pasadizos subterr¨¢neos, sus intrigas. Y, siempre, esa atenci¨®n ,que crece, devoradora, por la Am¨¦rica hispana, alimentada, en este caso, por la relectura de Las venas abiertas de Am¨¦rica Latina, de Eduardo Galeano, y por la rememoraci¨®n del ¨²ltimo y reciente viaje por aquellas tierras.
Una victoria a la petanca
Esa carga invisible que parece pesar sobre los hombros de Felipe mientras permanece preso en los muros de Santa Engracia se disipa camino de la sierra. No bien llega a la casita de Miraflores que alquila todos los veranos, el l¨ªder socialista se despoja del atuendo veraniego y se muda a una ropa m¨¢s en consonancia con los aires serranos: un pantal¨®n de pana marr¨®n y unas botas montafieras que sujetan el tobillo dislocado.A partir de ese momento no existen m¨¢s leyes que las de la petanca ni m¨¢s preocupaciones que desplazar las bolas met¨¢licas del contrario para acercarse a la cochinita (bolita de referencia hecha en madera). Ya es posible hablar del juego sin que salgan a colaci¨®n los problemas de las galer¨ªas de donde se extrae el mineral de las pelotas, o divisar el paisaje sin referirse a las vicisitudes de la repoblaci¨®n forestal de estos parajes.
Las bromas, eso s¨ª, siguen teniendo como referencia apenas velada el otro juego, el pol¨ªtico. "No te prepares tanto", exhorta Felipe a su rival, "que te vas a parecer a Alfonso Guerra, que para lanzar la bola se pone como el disc¨®bolo". O bien, cuando las bolas de su compa?era de equipo se escoran indefectiblemente hacia la izquierda y el triunfo se aleja: "T¨² tienes una tendencia a la izquierda que no es razonable y que va a ser nuestra perdici¨®n".
Vino sin gaseosa
La pose de estadista, si es que la hubo, se difum¨ªna entre la polvareda levantada porel entrechocar de las bolas en el pasillo abierto en un costado del jard¨ªn por el trasiego del juego. "Os tenemos com¨ªa la moral", repite a sus contrarios el secretario del PSOE, con una insistencia que har¨ªa palidecer de envidia a los patentadores del Agitprop. Los oponentes se resisten a dejarse arrollar y Felipe asesora a su pareja: "Poquito m¨¢s suave, chiquiya, la mano m¨¢s suave". Desde la puerta de entrada llegan voces de amigos y vecinos que acuden portando sus dones. Qui¨¦n un capazo con fresas, qui¨¦n unas cervezas frescas y unas cortezas reci¨¦n hechas. "Lo malo de estas cortezas", comenta Felipe Gonz¨¢lez, "es que son de cerdo, de verdad". El trasvase de personas y enseres prosigue, pero el vencedor de la petanca no cede al reclamo de las bebidas gaseosas y apela de cuando. en cuando a una gigantesca bota de vino manchego para refrescar el gaznate.Hay un momento en que la tarde es noche, las luces son difusas y el triunfo indiscutible. Su compa?era de equipo, repuesta de las estrecheces de la cancha de petanca de Miraflores, comenta en chanza: "Menudas partidas de petanca nos vamos a jugar en la Moncloa, con todo el sitio que hay..., ?eh, Felipe?". Las risotadas de todos estallan libres. Felipe queda pensativo.
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