La ¨²ltima humillaci¨®n
Insensato pa¨ªs que sue?a con ser la d¨¦cima potencia del mundo y que tolera c¨®mo mueren sus gentes en verano, en Madrid: hasta alas unidades de vigilancia intensiva cierran en agosto en sus m¨¢s flamantes cl¨ªnicas y sus m¨¦dicos s¨®lo acuden, fugaz y vergonzantemente, a solicitar de sus enfermos en coma el vale que les perm¨ªtir¨¢ cobrar en la pagadur¨ªa... obviamente tambi¨¦n cerrada.Morir en Madrid en agosto puede ser una vejaci¨®n. As¨ª le ha sucedido a mi padre: despu¨¦s de haber llevado, con Manuel B. Coss¨ªo, Luis,CernudA,, Rafael Dieste y otros muchos poetas e intelectuales de las Misiones Pedag¨®gicas de la II Rep¨²blica, el Museo, Ambulante por los pueblos de Espa?a; despu¨¦s de desarrollar,durante m¨¢s de medio siglo las m¨¢s, importantes investigaciones audiovisuales que se. han hecho en Espa?a (y una d¨¦ las primeras del mundo); despu¨¦s de haber,cantado, incesantemente, al agua de Granada, al fuego de Castilla, al barro de Galicia, al aire de Iberia, mi padre, Jos¨¦ Val del Omar, ha mordido el polvo y el caos de Madrid. Los familiares y los pocos amigos y disc¨ªpulos que le acompa?amos a su descenso en el cementerio de La Almudena hemos vuelto a comprobar con espanto que morir en Madrid no es una catarsis b¨¦lica, como en la pel¨ªcula de Rossif, sino una verg¨¹enza cotidiana, como en las m¨¢s duras im¨¢genes de Bu?uel: carreras esperp¨¦nticas de coches en un cementerio capital¨ªno que todav¨ªa no sabe ordenar sus espacios para no entrecruzar distintos entierros y sembrar la perplejidad en los asistentes; sacerdotes inexistentes para musitar el ¨²ltimo rito, porque tambi¨¦n est¨¢n de vacaciones y no tienen suplentes; sepultureros que, despu¨¦s de echar la delgada capa de tierra sobre el f¨¦retro, esperan hasta el d¨ªa siguiente que vengan los canteros para que coloquen la losa, ya que su jornada acaba a las tres y no hay turno de tarde en un pa¨ªs con millones de parados. Si el pa¨ªs es todav¨ªa tragic¨®mico, la muerte de uno de sus hombres puede ser un nuevo fracaso y una ¨²ltima humillaci¨®n.
Val del Omar ha estado muriendo en Madrid desde hace m¨¢s de cuarenta a?os en que bur¨®cratas desinformados del ir¨®nicamente llamado Ministerio de informaci¨®n le daban largas a?o tras a?o por no atreverse a respaldar su sistema cinematogr¨¢fico Bi-Standard que, finalmente, patentar¨ªan los-italianos con el Techniscope. Otro de sus sistemas cinematogr¨¢ficos, el Super 16, ideado en los s¨®tanos de la vieja Escuela de Cine, en 1965, fue lanzado doce a?os despu¨¦s por los hermanos Taviani en su Padre Padrone, que gan¨® la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1977. Otras sesenta invenciones o desarrollos tecnol¨®gicos en el campo de la grabaci¨®n magn¨¦tica, de la diafon¨ªa, de la electroac¨²stica, de la visi¨®n t¨¢ctil, del cromotacto, de la laserfon¨ªa, duermen el sue?o de los justos.
Sus pel¨ªculas -pocas pel¨ªculas, pero -todas geniales- pertenecen, seg¨²n el primer te¨®rico cinematogr¨¢fico de habla espa?ola, Manuel Villegas L¨®pez, "a la historia universal del cinem¨¢, a la gran mitolog¨ªa del arte" (Insula, n? 184). Despu¨¦s de ganar premios en los festivales de Berl¨ªn, Bruselas y Cannes en los a?os cincuenta y sesenta, y despu¨¦s de haber abierto la antolog¨ªa del Cine Espa?ol de Vanguardia en el Centro Pompidou de Par¨ªs, en marzo de 1982, estas pel¨ªculas son pr¨¢cticamente desconocidas en Espa?a: los viejos cineastas espa?oles consideraban a Val del Omar como un cient¨ªfico inalcanzable; los.j¨®venes, como un poeta-m¨ªstico intraducible; precisamente porque, como los art¨ªfices del Renacimiento, ¨¦l no era un hombre unidimensional, sino un t¨¦cnico que respira arte y un artista que genera nuevas t¨¦cnicas. Algunos cr¨ªticos han intuido la profundidad de su genio. Ya en Der Tagesspiegel de Berl¨ªn (29 de junio de 1956), Haemmerling le calificaba como un Sch?nberg de la c¨¢mara, descubridor de la atonalidad del filme: "Ning¨²n pa¨ªs podr¨¢ sobrepasar el nivel que Espa?a ha alcanzado con Agua-espejo granadino, un filme sinf¨®nico que abre caminos completamente nuevos en la interpretaci¨®n ¨®ptica". Caminos empinados, sin embargo, que ¨¦l y muy pocos fieles han recorrido, pues la trivial?dad y dependencia literaria de la mayor¨ªa del cine y la televisi¨®n del mundo hacen de Val del Omar un genio inalcanzable, inclasificable, intraducible para quienes intentan descubrir el lenguaje del cine no a trav¨¦s del inmenso potencial propio del arte del siglo XX, sino mediante malas traducciones de literatura.
Val del Omar ha muerto: estaba muriendo en Madrid hace cuarenta a?os enfre el polvo y el caos burocr¨¢tico. Apenas hab¨ªa conseguido vivir -de milagro- en esta ciudad inh¨®spita, que desprecia cuanto ignora. Ha vuelto a la unidad que el tanto a?oraba, m¨¢s all¨¢ de la individualidad discontinua de que hablara Georges Bataille.
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