Los bajos fondos de la polic¨ªa pol¨ªtica salazarista
La temida polic¨ªa pol¨ªtica del r¨¦gimen dictatorial portugu¨¦s lleg¨® a elaborar cuatro millones de fichas
A pesar de tratarse de un cuerpo muerto, a pesar del polvo que ocho a?os de inactividad han acumulado ya sobre toneladas de documentos, apretujados sobre kil¨®metros de estanter¨ªas y en centenares de cajones, el paseo por estos archivos resulta escalofriante. Tal vez m¨¢s escolofriante que los relatos de los presos pol¨ªticos que pasaron por las manos de la siniestra PIDE (Polic¨ªa Internacional y de Defensa del Estado) y que hablan de torturas, de la estatua, de d¨ªas y semanas sin dormir, de torturadores y asesinos profesionales que trabajaron al servicio de la PIDE, personajes ¨¦stos que disfrutan hoy, en el sosiego del anonimato, de su estatuto de funcionarios del Estado, activos o no.Desde la creaci¨®n, en 1930, de la PIDE, reconvertida por Marcelo Caetano en los a?os sesenta en DGS (Direcci¨®n General de Seguridad), millares de funcionarios, bur¨®cratas meticulosos, han recopilado en peque?as fichas todos los datos que llegaron a su conocimiento sobre la vida pol¨ªtica, profesional y privada de centenares de miles de conciudadanos.
Al contrario de lo que la mayor¨ªa de los portugueses a¨²n hoy imagina, no era necesario, para tener una ficha abierta en la PIDE, ser miembro del Partido Comunista, peligroso agitador pol¨ªtico o intelectual ideol¨®gicamente hostil al Estado Novo. Bastaba pedir un empleo p¨²blico, solicitar un pasaporte, formar parte de un colegio profesional o estar afiliado a una asociaci¨®n estudiantil o de cualquier otro tipo, aun perfectamente legal, para pasar a los ficheros policiales.
En el fichero general de la PIDE constan cuatro millones de rect¨¢ngulos de cartulina con los datos personales de individuos que, por una raz¨®n u otra, atrajeron sobre s¨ª la atenci¨®n de la omnipresente PIDE.
Una atenci¨®n que no se relajar¨ªa nunca, gracias a la paciente y oscura labor de legiones de informadores dispuestos -en los barrios y en las aldeas, en los lugares de trabajo y en los de esparcimiento, en los establecimientos de ense?anza y en los cuarteles- a proporcionar problemas al pr¨®jimo a cambio de algunos (pocos) escudos.
El fichero con los nombres, direcciones y seud¨®nimos de los informadores de la PIDE desapareci¨® el 25 de abril de 1974. Uno de los ¨²ltimos dirigentes de la corporaci¨®n policial afirm¨® haberlo des truido personalmente antes de la ca¨ªda de la sede de Lisboa en manos de los militares sublevados.
A medida que los datos recogidos configuraban con mayor nitidez el perfil de un activo o potencial adversario del r¨¦gimen iban abri¨¦ndose nuevos expedientes en los archivos cada vez m¨¢s selectivos de la PIDE: servicio de informaci¨®n, centro de investigaci¨®n, gabinete t¨¦cnico. Del gabinete t¨¦cnico (GT) al tribunal especial (Tribunal Plenario), y de ¨¦ste a la c¨¢rcel, la distancia era generalmente corta.
En el GT la PIDE organizaba los expedientes de los opositores pol¨ªticos y de all¨ª emanaban las ¨®rdenes de captura si el individuo no se encontraba ya en sus manos.
Continuaci¨®n l¨®gica de los archivos del GT son los gruesos registros, con lomo de tela, uno para cada a?o, donde otros funcionarios concienzudos caligrafiaron con esmero las biograf¨ªas de los presos. Cada pie de p¨¢gina lleva una ilustraci¨®n: la fotograf¨ªa (frente, tres cuartos y perfil) del interesado, actualizada a cada nueva entrada en la c¨¢rcel. De 1933 a 1974 est¨¢n registrados cerca de 30.000 detenidos, cuya reclusi¨®n var¨ªa entre algunas semanas y decenas de a?os.
Archivos paralelos
La comisi¨®n de extinci¨®n de la PIDE-DGS tiene bajo su custodia otros muchos archivos, no menos impresionantes.
La Legi¨®n Portuguesa (LP) -el equivalente de la Falange Espa?ola- ten¨ªa sus propios servicios de informaci¨®n, muchas veces m¨¢s completos, eficaces y mejor dotados que los de la propia PIDE, cuyos dirigentes, a su vez, pod¨ªan ser objeto de vigilancia por parte de la LP, al igual que los altos dignata rios del r¨¦gimen o los grandes eni presarios.
En los archivos de la Legi¨®n figuran los ficheros (completos) de sus miembros, de sus informadores, de los individuos sometidos a control, de las organizaciones afiliadas, y un curioso inventario de los llamados hombres buenos, individuos que la LP consideraba como intelectual, pol¨ªtica y moralmente aptos para el desempe?o de importantes funciones.
Cuidadosamente fichados en archivos depositados en el reducto del Fuerte de Caixas, en los alrededores de Lisboa, antiguo presidio pol¨ªtico que muchos quisieran convertir en museo de la represi¨®n, est¨¢n tambi¨¦n los miembros del partido ¨²nico: la Uni¨®n Nacional de Antonio de Oliveira Salazar, la Acci¨®n Nacional Popular de Caetano (77.127 para la primera, 80.000 para su sucesora).
Del trabajo de estos inofensivos funcionarios resulta una enorme mole de papeles cuyo peso agobi¨®, durante. cerca de medio siglo, a toda la poblaci¨®n de un pa¨ªs, de varios pa¨ªses s¨ª se quiere, ya que hay tambi¨¦n archivos de la PIDE para cada una de las antiguas colonias portuguesas (261.000 expedientes individuales s¨®lo para Angola). En total, decenas de metros c¨²bicos de documentos, toneladas y toneladas de informaciones sobre la vida diaria de las gentes.
Cuando visit¨¢bamos salas y pasillos silenciosos como los de un convento, fr¨ªos y tristes como los de viejos hospitales, los periodistas portugueses manifestaban un asombro creciente, una dolorosa incredulidad. Hubo momentos de emoci¨®n cuando algunos, a petici¨®n propia, vieron por primera vez su ficha y se sintieron, por unos instantes, agarrados de nuevo por la m¨¢quina tirituradora de la polic¨ªa pol¨ªtica.
Fantasmas del pasado
Por casualidad -el acceso a los expedientes est¨¢ rigurosamente reservado-, un colega descubri¨® en su expediente una carta de una novia de sus tiempos de estudiante, carta que no lleg¨® nunca a su destino, utilizada por la PIDE.
Naturalmente, todo esto era conocido, denunciado y forma parte de la historia negra de la dictadura portuguesa. Pero ver el resultado de tanto esfuerzo humano canalizado hacia la delaci¨®n, la vigilancia, la represi¨®n, es otra cosa. Y los pocos periodistas extranjeros presentes, al comentar el car¨¢cter primitivo y artesanal de esta represi¨®n, pensaban en los fabulosos medios de control hoy d¨ªa existentes gracias a la inform¨¢tica, a los microfilmes y a todos los medios de la t¨¦cnica moderna audiovisual.
Podr¨ªa temerse que estos documentos puedan alimentar, tras la revoluci¨®n portuguesa de 1974, la sa?a vengativa de los vencedores. Algunos afirman que esto pod¨ªa haber acontecido en 1974-1975 cuando la comisi¨®n de extinci¨®n de la PIDE estuvo bajo el control de los partidos pol¨ªticos reci¨¦n creados.
Ahora la comisi¨®n de extinci¨®n de la PIDE ha comenzado a estudiar, a petici¨®n del Consejo de la Revoluci¨®n, la posible devoluci¨®n de los expedientes personales a sus v¨ªctimas y sigue a una decisi¨®n parlamentaria de que tales archivos sean entregados a la Asamablea.
De algunos de los expedientes desaparecieron documentos comprometedores, por una u otra raz¨®n, para los actuales dirigentes portugueses, pero desde que el general Antonio Ramalho Eanes, entonces jefe del Estado Mayor, confi¨® a las Fuerzas Armadas la custodia, y a la justicia militar la investigaci¨®n de los archivos, no se tienen noticias de abusos ni violaciones del secreto.
Una ley de 1975 orden¨® el castigo de todos los agentes de la PIDE-DGS, y a partir de documentos existentes se instruyeron los procesos judiciales. Las sentencias (v¨¦ase cuadro) no parecen haber sido excesivas.
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