?Rebeli¨®n juvenil o pasotismo?
En un libro publicado no hace mucho con el sugestivo t¨ªtulo de Rebeldes a la rep¨²blica, su autor, el catedr¨¢tico de Derecho Romano de la Universidad de Zaragoza, Jos¨¦ Luis Murga, tiende a demostrar que el fen¨®meno de la rebeli¨®n juvenil no es una constante de todas las ¨¦pocas hist¨®ricas; que es, s¨ª, un fen¨®meno com¨²n a todas las culturas, pero que s¨®lo cristaliza en determinadas ocasiones, en algunas de las cuales, como las de la antig¨¹edad cl¨¢sica grecorromana y la del per¨ªodo helen¨ªstico, es en las que ¨¦l centra su estudio, aunque sin dejar de hacer juicios comparativos con nuestro momento hist¨®rico.Una interesant¨ªsima manifestaci¨®n de este fen¨®meno de rebeld¨ªa, el m¨¢s importante sin duda de los tiempos modernos, fue la que tuvo lugar, en 1968, con el Mayo franc¨¦s y las revueltas estudiantiles de Berkeley y de algunas universidades alemanas.
Pues bien, si atendemos a las apariencias, ese esp¨ªritu est¨¢ hoy un tanto apagado. La juventud actual expresa su inconformismo de otra manera: mediante el llamado pasotismo, que, como su propio nombre indica, es todo lo contrario de activo; los j¨®venes centauros de que: hablaba Theodore Roszac en El nacimiento de una contracultura parecen haber sido engullidos por el sistema y forman parte ya de la maquinaria que quisieron destruir. ?Es eso bueno para la sociedad? Sinceramente, no estoy seguro de ello. Circunstancias profesionales me permitieron vivir en Par¨ªs en los ¨²ltimos d¨ªas de mayo de 1968 -con las paredes del metro y las fachadas del Barrio Latino cubiertas con el mensaje de La imaginaci¨®n al poder- y debo decir que, en mi opini¨®n, por encima de la explosi¨®n ¨¢crata que aquellos hechos representaban e incluso de cualquier intento de instrumentaci¨®n que hubiera detr¨¢s, para tratar de demostrar al general De Gaulle la debilidad de la grandeur francesa, la protesta juvenil fue sobre todo un grito de rechazo a la marginaci¨®n y falta de participaci¨®n que nuestra sociedad ofrece a los j¨®venes.
Una d¨¦cada despu¨¦s de aquella efervescencia juvenil se puede
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constatar, como antes dec¨ªa, que los rebeldes han sido asumidos por el sistema. Que las cosas hayan sucedido as¨ª, que a la rebeli¨®n de los centauros haya seguido el pasotismo es una prueba de que la juventud como tal no tiene el papel de coprotagonismo que le corresponde en la construcci¨®n del futuro de una sociedad nueva que es suya antes que de nadie. Si somos sinceros, hemos de reconocer que en el fondo de la cuesti¨®n late una profunda desconfianza hacia la capacidad innovadora que encierra toda aportaci¨®n juvenil y, por ello, se la ha instrumentalizado, utilizando (en el peor, en el m¨¢s negativo sentido del t¨¦rmino) su fuerza para mover el engranaje del consumismo, que, en definitiva, no es sino la base en que se apuntala un conservadurismo inmovilista, cuando no retr¨®grado.
Y esto es, pienso yo, lo contrario de lo que debe postular una pol¨ªtica sana y avanzada. Una pol¨ªtica as¨ª ha de lanzar a la juventud el reto de una participaci¨®n activa, que le conduzca a la superaci¨®n de ese pasotismo m¨¢s o menos conscientemente fomentado por quienes parecen pensar que estar a la moda es equivalente a progresismo, cuando la realidad es que el verdadero progresismo consiste en saber anticiparse a los acontecimientos, en verlos venir y tratar de encauzarlos por el camino adecuado, que no es siempre -ni much¨ªsimo menos- el camino de la moda de turno.
Aunque el hombre, en su esencia, no cambia, s¨ª cambian sus circunstancias, su entorno. Esto quiere decir que, aunque la lecci¨®n de la historia es algo que nunca debe dejar de tenerse en cuenta, s¨®lo relativamente nos interesa conocer c¨®mo terminaron las rebeliones que el profesor Murga estudia en su libro: la de los j¨®venes bacantes de Roma, la de los Macabeos, la que supuso el orfismo griego o la que promovi¨® Arist¨®nico de P¨¦rgamo, hijo del rey, contra la corrupci¨®n y la injusticia. Y nos interesa s¨®lo relativamente porque, si en otras ¨¦pocas la rebeld¨ªa juvenil era sofocada por la fuerza, el mundo de hoy ha encontrado, para quitarse el problema de encima, una forma m¨¢s sutil: el apetito consumista y el marco tecnocr¨¢tico con que se envuelven todas las soluciones de nuestra sociedad actual.
La tecnocracia, que, para el citado Roszac, es esa forma de evoluci¨®n en la cual una sociedad industrial alcanza la cumbre de su integraci¨®n organizativa o, en otras palabras, esa sociedad en la que los que gobiernan cubren su falta de decisi¨®n o de imaginaci¨®n remiti¨¦ndose a los expertos, los cuales, a su vez, se justifican porque se remiten a formas cient¨ªficas de pensamiento, m¨¢s all¨¢ de las cuales ya no queda santo a,que encomendarse; todo ello de manera que los hombres no t¨¦cnicos (entre los que se encuentran l¨®gicamente los j¨®venes en per¨ªodo de formaci¨®n) no pueden acercarse si quiera a las cuestiones m¨¢s peque?as, sencillas o aparentemente claras; la tecnocracia, iba a decir, y la sociedad de consumo producto de ella y el autoritarismo o paternalismo que la sustenta, ha logrado disolver la rebeld¨ªa sin aparente trauma, pero, de hecho, mediante un proceso quiz¨¢ m¨¢s peligroso, puesto, que si no es ostensible es precisamente porque sus efectos han sido aniquilantes: una juventud pasota que s¨®lo es molesta para los po derosos en un plano folkl¨®rico.
La historia vive unos tiempos de aceleraci¨®n como el mundo nunca ha conocido. Por tanto, no es ocioso preguntarse si el momento de la aut¨¦ntica rebeli¨®n juvenil es o no es esencialmente nuestro mismo presente hist¨®rico. Yo quiero pensar que tambi¨¦n detr¨¢s de la aparente pasividad del pasotismo sigue subsistiendo ese esp¨ªritu juvenil que impuls¨® los mejores logros de la contracultura: los del neoespiritualismo, y la b¨²squeda de una salida para la asfixia por los caminos de la cr¨ªtica a lo establecido, en lugar de acudir al escapismo de las drogas, psicod¨¦licas o no. Por eso, una de las misiones de esa pol¨ªtica progresista y avanzada de, que hablaba debe ser llevar un mensaje a toda la juventud con el lanzamiento de un reto que suponga un llamamiento a la participaci¨®n, pero de una manera tan di¨¢fana que aleje toda sospecha de utilizaci¨®n o instrumentalizaci¨®n; el ofrecimiento de un aut¨¦ntico coprotagonismo que, en el fondo, constituye la oportunidad de un relevo en la direcci¨®n de un mundo que, como antes dec¨ªa, es m¨¢s suyo que nuestro.
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