Un gasoducto que divide

Estados Unidos y sus aliados europeos contin¨²an en v¨ªas enfrentadas. Despu¨¦s de que se haya producido el primer choque entre Norteam¨¦rica y Francia por culpa del gasoducto siberiano, la Alianza Atl¨¢ntica est¨¢ amenazada con una nueva aver¨ªa: durante los pr¨®ximos d¨ªas la empresa brit¨¢nica John Brown Engeneering proyecta embarcar hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica varias turbinas.Con ello la Rep¨²blica Federal de Alemania tambi¨¦n quedar¨¢ implicada en el conflicto, ya que John Brown trabaja por encargo de la empresa alemana Mannesmann. En el caso de que Washington reaccione ante la inobservancia de sus ¨®rdenes de embargo de la misma manera que lo hizo con Francia -y todo parece indicarlo- , el consorcio Mannesmann saborear¨¢ tambi¨¦n la ira de los americanos. Pero m¨¢s penoso que las discordancias particulares con algunas empresas es el hecho de. que en ambas partes del Atl¨¢ntico se est¨¢ dejando que las cosas sigan su trayectoria: por primera vez, franceses, brit¨¢nicos, alemanes e italianos est¨¢n de acuerdo en rechazar las presiones norteamericanas, por distintos motivos pol¨ªticos, econ¨®micos y de principios. Norteam¨¦rica, por otra parte, dirigida por un hombre al que le faltan los m¨¢s elementales conocimientos sobre Europa y su historia, sigue apostando obstinadamente en la idea de que la credibilidad pol¨ªtica se reconoce en la fidelidad a los principios que se dan a conocer: inicialmente el boicot al gasoducto se consider¨® una aportaci¨®n al restablecimiento de las libertades en Polonia.

Entretanto, la libertad polaca est¨¢ a punto de ser olvidada en medio de las disputas trasatl¨¢nticas. Tanto en Washington como en las capitales de Europa Occidental deber¨ªan abandonarse las posturas de prestigio y emprender r¨¢pidamente algo que evite una guerra comercial.(...)

30 de agosto