Una cierta, decepci¨®n
Mario Vargas Llosa tiene un elevado n¨²mero de lectores y, por tanto, de admiradores en Espa?a. Los merece, y no los va a perder por su entrada en este otro g¨¦nero literario que es el teatro. Pero tampoco se va a ganar al p¨²blico teatral, al menos por ahora.La se?orita de Tacna est¨¢ compuesta por dos planos simult¨¢neos: el de un escritor que trata de hacer una narraci¨®n de amor y el de sus personajes familiares que le piden vida, como en Pirandello. Viven los personajes ante nosotros como dentro de la conciencia del escritor, reconstruyendo sus vidas: sobre todo, esta vieja se?orita sin para¨ªso, esta Do?a Rosita sin l¨ªrica, que salta de una vejez caqu¨¦ctica a la alegr¨ªa esperanzada de su juventud, y viceversa. En las viejas preceptivas de teatro se dec¨ªa que era un defecto contar en escena acciones que deben ser representadas. Muchas reglas de la vieja preceptiva han saltado por los aires, afortunadamente. Pero ¨¦sta sigue en pie, por lo menos, en este tipo de teatro. Todo est¨¢ narrado, y hasta las escenas vividas, reproducidas, se transforman en narraci¨®n. El verbo de Vargas Llosa, tan c¨¢lido sobre el papel, se enfr¨ªa en el escenario -aunque muchas veces sea reconocible su calidad literaria-, se hace ret¨®rico. Y, finalmente, produce el tedio, que se transmite a la sala.
La se?orita de Tacna, de Mario Vargas Llosa
Int¨¦rpretes: Aurora Bautista, Rosa Fontana, Daniel Dicenta, Paco Bernal, Julieta Serrano, Carlos Lucena, Rosalia Dans, Fabio Le¨®n, Juan Jes¨²s Valverde. Escenograf¨ªa de Jorge Sarudiansky. Figurines de Mar¨ªa Julia Bertolo. Director: Emilio Alfaro. Estreno: teatro Reina Victoria. 9 de septiembre de 1982.
Caer en la caricatura
Quiz¨¢ con el ¨¢nimo de compensar, el director de la obra, Emilio Alfaro, carga la mano del teatralismo. No hay concordancia entre la quietud, la finura del texto y la exageraci¨®n de los personajes. La simulaci¨®n de la ancianidad en el teatro es siempre muy peligrosa: puede caer en la caricatura. Y cae. Sus v¨ªctimas, en este caso, son Aurora Bautista, Julieta Serrano y Carlos Lucena. Aurora Bautista tiene la posibilidad de rescatar su personalidad en las escenas en que su personaje es juvenil: le da vivacidad, vitalidad sin exageraci¨®n, le presta su buena voz. Julieta Serrano apenas tiene estas ocasiones y menos a¨²n Carlos Lucena. Daniel Dicenta es el escritor que lucha con la dificultad de llevar al papel su imaginaci¨®n, sus recuerdos. Personaje t¨ªpico, que siempre ronda el t¨®pico: en esta representaci¨®n entra de lleno en ¨¦l. Los dem¨¢s son papeles de complemento.Rosal¨ªa Dans sufre uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles de la obra: una larga y activa escena de desnudo, que molesta -a pesar del atractivo irreprochable de su figura- por incongruente y porque en ¨¦l se ve la trampa del "teatralismo" de compensaci¨®n. El resultado es adverso: resulta ser el ¨²nico hecho vivo de la obra que hace ver lo muerto, lo inane, de todo lo dem¨¢s.
Babelia
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