La 'patata caliente' que engorda a Rumasa
Fidecaya, nacida en 1952, se convirti¨® en una verdadera patata caliente, para sus due?os y la propia Administraci¨®n p¨²blica, desde el momento en que la crisis inmobiliaria empez¨® a frustrar o dificultar las posibilidades de especulaci¨®n. Eso lo suscriben hoy a media voz quienes se han asomado a sus tripas. El diagn¨®stico t¨¦cnico es que, como Sofico y otros nombres de triste recuerdo, basaba su actividad en captar dinero a alto coste, s¨®lo soportable cuando el mercado al que se dirige ofrece movilidad y plusval¨ªas.Si se tiene en cuenta tambi¨¦n que los privilegios de un status peculiar de entidad de ahorro particular ten¨ªan como contrapartida fuertes controles administrativos, y que la ca¨ªda del negocio fue afrontada con menos profesionalidad que inter¨¦s en salir del problema con r¨¢pidos beneficios, se explica f¨¢cilmente que todos los ¨²ltimos responsables trataran de no quemarse y pasar el problema a otros. Tras ocho a?os en manos del grupo fundacional, Fidecaya estuvo otros ocho bajo la tutela de Julio Mu?oz Ramonet, hoy as¨ªduo de los tribunales. En 1968, tres a?os despu¨¦s de una intervenci¨®n de la Direcci¨®n General de Seguros que durar¨ªa hasta julio de 1971, llega por primera vez Miguel Soriano Carrasco, quien lo dej¨® unos a?os (hubo inspecciones en 1974 y 1977), y volvi¨® en 1978, con la idea de hacer un gran grupo financiero-inmobiliario junto a Promobanc.
Los requerimientos oficiales de recomposici¨®n patrimonial, as¨ª como la actitud de salvar Promobanc al margen de la suerte de Fidecaya, desaconsejaron a Soriano seguir con su proyecto. En este contexto, Hacienda conoci¨® informes preocupantes y hasta propuestas de liquidaci¨®n, y trat¨® de aprovechar un proyecto de ley para pasar a Econom¨ªa el regalo envenenado de Fidecaya. Antes, Soriano present¨® al comprador Alfaro, quien en principio parec¨ªa convencido en obtener ayudas oficiales como complemento a los 5.309 millones de d¨¦ficit patrimonial consolidado por el consejo de administraci¨®n oficioso a finales de 19,80.
El final es m¨¢s conocido. El grupo holand¨¦s que financia otros negocios de Alfaro anunci¨® un embargo contra ¨¦ste, lo que deterior¨® todav¨ªa m¨¢s la liquidez. En tres meses, estaba en marcha la liquidaci¨®n y la garant¨ªa de ahorros. Como no fructificaron soluciones globales, se empez¨® a encargar devoluciones a las cajas y, luego, enseguida, a Rumasa.
Este holding -otros antes no quisieron -recibi¨® una liqui
dez que le habr¨¢ del parado varios cientos de millones. Tambi¨¦n una ganancia de imagen para su docena y media de bancos, que parece hari reciclado en apertura de cuentas al menos un 80% del dinero. Ya ha podido abrir veinticinco oficinas nuevas y proyecta otras 40.
Adem¨¢s, el valor de los 6.000 millones de patrimoilio que recibir¨¢ est¨¢ calculado como si tuviera que realizarse ahora; y es susceptible de mejores ocasiones o de econom¨ªas de escala. Tiene al menos veinte a?os para pagar al Estado.
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