C¨®mo erradicar la miseria
Michael Harrington, al principio de los a?os sesenta, trat¨® de persuadir a las autoridades norteamericanas de que la pobreza es costosa, porque exige el mantenimiento de cuerpos de polic¨ªa que aseguren el respeto a la propiedad privada, sistemas de seguridad en los centros de trabajo, en las viviendas y en los edificios p¨²blicos, etc¨¦tera; porque genera la criminalidad organizada y de los delincuentes antes pobres y luego enriquecidos. La pobreza exige mayores niveles de alumbrado p¨²blico en ciudades, urbanizaciones y pueblos; m¨¢s hospitales para enfermos f¨ªsicos y trastornos ps¨ªquicos; m¨¢s c¨¢rceles y reformatorios; y, a la postre, significa que una parte considerable de la poblaci¨®n queda al margen de la cultura, de las nuevas tecnolog¨ªas, convirti¨¦ndose as¨ª en una verg¨¹enza y en un lastre para el resto de la sociedad.Alguna mella hicieron todos esos argumentos en la Administraci¨®n norteamericana; los programas sociales de la New Society, de Lyndon B. Johnson, no fueron ajenos a las denuncias mencionadas, aunque, desde luego, entraron a la postre en una contradicci¨®n infernal con la escalada en la guerra de Vietnam.
En el caso concreto de Espa?a y teniendo en cuenta la situaci¨®n estructural agravada por la crisis, los problemas de la pobreza dif¨ªcilmente se resolver¨¢n con los "resortes autom¨¢ticos del mercado". Por el contrario, hay que tomar buena nota de que hoy el mercado ya no es ni el zoco ni la plaza de los tiempos pasados, ni un ejemplo de competencia perfecta. M¨¢s bien es un amplio espacio donde est¨¢n presentes las formaciones monopol¨ªsticas de los grandes grupos econ¨®micos, los conglomerados, las transnacionales, las empresas p¨²blicas -que a veces no tienen de p¨²blico nada m¨¢s que el nombre-, las organizaciones patronales, los sindicatos, los agricultores organizados con vistas a los precios de regulaci¨®n y las organizaciones -todav¨ªa bastante d¨¦biles en nuestro caso- de la defensa de los consumidores, y de los ecologistas que aspiran a conservar el medio ambiente.
Los intereses generales
Ese amplio espacio que es el nuevo mercado de hoy, con tantos protagonistas sociales, debe tener unas reglas de juego, que ya no pueden ser por m¨¢s tiempo las te¨®ricas de la mano invisible; una mano que acaba convirti¨¦ndose en la de los intereses m¨¢s poderosos. El nuevo mercado, para que funcione, necesita de una negociaci¨®n permanente, debe ser un foro con reglas concretas de discusi¨®n y decisi¨®n, y con una relaci¨®n tambi¨¦n concreta con los poderes p¨²blicos, que han de adoptar las resoluciones finales en defensa de los intereses generales.
Y digo todo esto porque en una econom¨ªa de mercado pura, la pobreza y los grandes desequilibrios no se tienen en cuenta; o tal vez s¨®lo cuando la mendicidad o la irritaci¨®n llegan a niveles demasiado ostensibles.
Por el contrario, en una econom¨ªa que combine mercado y planificaci¨®n, uno de los objetivos deber¨ªa ser, la erradicaci¨®n de la pobreza y la disminuci¨®n progresiva de los grandes desequilibrios de riqueza y renta, tanto a nivel territorial como personal.
En el repertorio de ideas, simplemente enunciadas como medidas para acabar con la pobreza en nuestro pa¨ªs, yo dir¨ªa que entre las m¨¢s importantes podr¨ªan encontrarse las siguientes:
1. La reforma agraria necesaria y posible, tanto por razones hist¨®ricas de devoluci¨®n como por razones de dignidad y de necesidad econ¨®mica; para acabar con el paro semipermanente de centenares de miles de obreros agr¨ªcolas sin tierra, y para poner fin a la verg¨¹enza del empleo comunitario. Con la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables de 1979, y las necesarias encuestas, se tratar¨ªa de una pperaci¨®n de relativamente poco coste y socialmente muy rentable.
2. Medidas efectivas para los peque?os agricultores, con exenciones fiscales para las nuevas cooperativas, con la supresi¨®n de la contribuci¨®n territorial r¨²stica (acompa?ada de la oportuna compensaci¨®n a los peque?os municipios) y con la dr¨¢stica simplificaci¨®n del sistema de seguridad social agraria.
3. Un nuevo enfoque sobre las peque?as empresas no agr¨ªcolas, m¨¢ximas creadoras de empleo y origen del mejor esp¨ªritu empresarial; igual¨¢ndolas, para empezar, con las grandes sociedades mercantiles en cuanto a la desgravaci¨®n del 15% del capital que en ellas se ¨ªnvierte.
4. Desarrollo regional efectivo, mucho m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites muy modestos que permite la configuraci¨®n previsible del Fondo de Compensaci¨®n Interterritorial, especific¨¢ndose los prop¨®sitos de desarrollo en t¨¦rminos m¨¢s r¨¢pidos (conctetados en proyectos p¨²blicos y privados) para las regiones m¨¢s atrasadas.
5. Un nuevo ¨¦nfasis en los problemas del urbanismo, vivienda y medio ambiente, para hacer efectivos los prop¨®sitos de los art¨ªculos 47 y 45 de la Constituci¨®n de 1978, de garantizar la no especulaci¨®n con el suelo urbano, el acceso a la vivienda digna y el medio ambiente adecuado.
6. Y quedan otros muchos problemas, entre ellos los de la sanidad, seguridad social, educaci¨®n y cultura, como palancas de verdadera liberaci¨®n y de erradicaci¨®n de esa otra pobreza que, si menos tangible, es a¨²n m¨¢s radicalmente antihumana que el simple no tener: el no saber, o el no poder saber para no poder hacer.
1.300 millones de pobres
Para terminar, se?alemos que habiendo bolsas de pobreza importantes en Espa?a, la situaci¨®n fuera de nuestro pa¨ªs, en muchas latitudes, es bastante m¨¢s dram¨¢tica. En pa¨ªses de nuestro propio idioma y entronque cultural, en la Am¨¦rica hispanohablante; entre nuestro amable vecino de enfrente y en todo el continente africano; en el Asia meridional y en el sureste asi¨¢tico. En todas esas ¨¢reas hay quinientos millones de personas en situaci¨®n de malnutrici¨®n, y unos ochocientos millones m¨¢s que padecen gravemente el flagelo de la pobreza. Por eso, habiendo un problema nacional entre nosotros, tambi¨¦n hay un problema general de toda la humanidad. Y, desde luego, no seremos capaces de resolver ni siquiera nuestros propios problemas si no tomamos conciencia del mundo que nos rodea. A la postre, la peor pobreza es la de esp¨ªritu; la de aquellos que se gu¨ªan por sus cortos intereses propios, la de los ciegos que no quieren ver y la de los sordos que no quieren o¨ªr.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.