La desaparici¨®n de Gracia de M¨®naco puede acarrear problemas al peque?o principado
Una vida truncada, una familia en peligro y un pa¨ªs, el suyo de adopci¨®n, al borde de graves problemas. Este es el balance m¨ªnimo de la muerte de la princesa Gracia de M¨®naco, llorada por todos aquellos que vieron en ella un paradigma de belleza y de buen hacer.
Su vida, la de una millonaria norteamericana apasionada por el cine, que un d¨ªa decidi¨® convertirse en princesa y protagonizar uno de los romances m¨¢s novelescos que se recuerdan, no estuvo exenta de dificultades. Sin embargo, su tenacidad y su resoluci¨®n le permitieron sortear los problemas que se abalanzaron sobre su familia y sobre el Principado de M¨®naco.Cuando Gracia de M¨®naco se cas¨® con Raniero III, en abril de 1956, M¨®naco estaba a punto de caer en manos del naviero griego Arist¨®teles Onasis, cuya compa?¨ªa se expand¨ªa sin cesar por el Mare Nostrum. Patricia Kelly luch¨® hombro con hombro junto con Rainiero para evitar que Onasis satisficiera su sue?o; y lo consigui¨®, en una batalla de la cual el viejo John Kelly, padre de Gracia y millonario testarudo, no estuvo ausente.
Pero aparte la ayuda econ¨®mica que el rey del ladrillo, como se llamaba a Kelly padre, brind¨® al entonces d¨¦bil principado, la bell¨ªsima Gracia aport¨® como principal dote a su matrimonio su propia imagen, que desde entonces se convertir¨ªa en la imagen de marca del Principado de M¨®naco.
Con su personalidad y con su rostro, M¨®naco adquiri¨® el car¨¢cter de s¨ªmbolo que precisaba para ganar la guerra, no s¨®lo a los codiciosos condottieri griegos, sino tambi¨¦n a la vecina ciudad de Niza, peligroso rival tur¨ªstico y econ¨®mico de Montecarlo.
Gracias a la princesa fallecida, M¨®naco gan¨® la guerra y afianz¨® su independencia. No s¨®lo subsisti¨®, sino que rescat¨® con fuerza sus tradiciones, para convertirse m¨¢s tarde en un emporio financiero, refugio de millonarios y de jugadores, de bancos y de inmobiliarias, que han sabido transformar en pulm¨®n de la Costa Azul los rocosos parajes y las abrigadas playas de Montecarlo.
En el plano personal, la vida de Gracia de M¨®naco fue espinosa en ocasiones, cuando se sab¨ªa rechazada o dif¨ªcilmente admitida por algunos miembros de una aristocracia europea que no le perdonaba su condici¨®n de reci¨¦n llegada, etiqueta bajo la cual se ocultaba, muy probablemente, una despiadada envidia por la belleza y la distinci¨®n de la norteamericana.
Permanentemente observada por aquellas viejas damas centroeuropeas, Gracia de M¨®naco sorte¨® todas las pruebas con tanta soltura que lleg¨® a aplicar otras pruebas similares a sus dos hijas: Carolina, nacida el 26 de enero de 1957, nueve meses y cinco d¨ªas despu¨¦s de la boda de Gracia y Raniero, y Estefan¨ªa, de diecisiete a?os.
Carolina, de una belleza enormemente c¨¢lida, se ha caracterizado siempre por su irreprimible deseo de vivir y de gozar. Casada con Phillipe Junot, un hombre enormemente experimentado que hoy encuentra problemas para asentarse en M¨®naco tras su separaci¨®n, Carolina inici¨® un idilio con Roberto Rossellini, el bello mancebo hijo del cineasta italiano y la actriz Ingrid Bergman, recientemente fallecida.
Cuando la boda de Carolina y Roberto se hab¨ªa anunciado ya, la primog¨¦nita de los Grimaldi viaj¨® en secreto a una isla paradisiaca junto al tenista argentino Guillermo Vilas.
Con expresi¨®n de dulzura, algunas ancianas de Montecarlo comentaban la bondad de Robertino, extraordinariamente sol¨ªcito durante los funerales para evitar sufrimientos y brindar compa?¨ªa a su ex novia, amada por ¨¦l con certeza todav¨ªa.
Estefan¨ªa, que mantiene una amistad intensa con Paul Belmondo, hijo del actor galo de nariz arrugada, no parece menos ardiente que su hermana mayor. Muy bella tambi¨¦n y codiciada por todos los varones de la jet society europea, ¨¢rabe y americana, se ha visto envuelta en una red de suposiciones por los enigmas que han rodeado, y todav¨ªa rodean, la muerte de su madre en el accidente que tambi¨¦n sufri¨® la joven.
Gracia de M¨®naco, que s¨®lo lleva enterrada dos d¨ªas, no sabr¨¢ nunca si Carolina alcanzar¨¢ la estabilidad sentimental, ni si Estefan¨ªa se curar¨¢ de sus lesiones en la columna vertebral, ni si el pr¨ªncipe Raniero superar¨¢ la postraci¨®n en la que ha ca¨ªdo.
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