La incorporaci¨®n de Espa?a a la OTAN, el acontecimiento mas destacado en las relaciones exteriores.
La pol¨ªtica exterior espa?ola en el transcurso de la primera legislatura constitucional, que abarca el per¨ªodo de mayo de 1979 a septiembre de 1982, gira en tomo a tres grandes temas: OTAN, Mercado Com¨²n y Gibraltar. De ellos, el ingreso de Espa?a en la Alianza Atl¨¢ntica constituye, por su trascendencia y por las controversias internas y externas que ha originado, la piedra angular de las relaciones exteriores de nuestro pa¨ªs en los ¨²ltimos a?os.Para propios y extra?os, Gobierno y oposici¨®n, partidarios y detractores, la incorporaci¨®n de Espa?a a la OTAN constituye una cuesti¨®n fundamental, un hito en esas relaciones exteriores y un tema que promete, al no haber sido todav¨ªa objeto de ratificaci¨®n ,parlamentaria, seguir durante mucho tiempo en el primer plano de la actualidad, especialmente si los socialistas ganan las pr¨®ximas elecciones. En efecto, el PSOE, que nunca consider¨® suficiente una simple mayor¨ªa parlamentaria para decidir un tema de tal magnitud, acaba de reiterar la semana pasada, por boca de su secretario general, Felipe Gonz¨¢lez, su intenci¨®n de congelar la incorporaci¨®n de Espa?a a la estructura militar de la Alianza en un primer paso, y someter la pertenencia de nuestro pa¨ªs a refer¨¦ndum si sale vencedor en los pr¨®ximos comicios.
Pero esa incorporaci¨®n de Espa?a a la OTAN no s¨®lo ha provocado un vivo debate entre Gobierno y oposici¨®n, sino que en su d¨ªa fue objeto de fuertes contradicciones internas en el seno del Gabinete Su¨¢rez, donde el entonces titular de la Moncloa y su equipo de colaboradores diplom¨¢ticos fueron siempre partidarios de retrasar al m¨¢ximo la entrada de Espa?a, en contra de la opci¨®n del ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, claramente a fa vor de la adhesi¨®n, espa?ola. Las tensiones Presidencia-Exteriores alcanzaron su cota- m¨¢lma con motivo de unas declaraciones de Oreja a EL PAIS en mayo de 1980, en las que el ministro se mostraba favorable al ingreso de Espa?a y se?alaba 1981 como el a?o en que deb¨ªa producirse tal ingreso. Las declaraciones fueron pr¨¢cticamente desautorizadas por el presidente Su¨¢rez y hay motivos m¨¢s que suficientes para pensar que el relevo ministerial de Oreja, en septiembre de ese a?o, estuvo motivado en gran- medida por su posici¨®n decididamente atlantista.
Si las simplificaciones fuesen posibles en un tema tan complejo como el de las relaciones internacionales, se podr¨ªa decir que la pol¨ªtica exterior espa?ola se inicia en la legislatura con unos tintes latinoamericanos y de apoyo al Tercer Mundo, matizados por una pol¨ªtica com¨²n a los Gobiernos Su¨¢rez y Calvo Sotelo en los temas de Mercado Com¨²n y Gibraltar, para terminar con la adopci¨®n de una opci¨®n atl¨¢ntica.
Etapa Oreja
Esta opci¨®n se materializa y culmina el 5 de junio de este a?o, con la recepci¨®n de Espa?a como miembro n¨²mero diecis¨¦is de la OTAN, en una ceremonia celebrada en la sede de la Organizaci¨®n en Bruselas y en la que nuestro pa¨ªs est¨¢ representado por el ministro de Asuntos Exteriores, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca. Marcelino Oreja, ministro de Asuntos Exteriores desde la designaci¨®n de Adolfo Su¨¢rez como presidente del Gobierno en julio de 1976, es mantenido en su cargo tras las elecciones de 1979. En esta etapa aprovec¨® para conseguir una normalizaci¨®n plena de las relaciones diplom¨¢ticas entre Espa?a y el resto del mundo, principalmente con la Europa- democr¨¢tica, con un ¨¦nfasis especial en los contactos con el mundo latinoamericano, ¨¢rabe y africano. Pr¨¢cticamente, Oreja inicia los contactos entre Espa?a y las naciones del continente negro, a las que realiza cerca de una veintena de viajes. Fruto importante de esa pol¨ªtica africana de Espa?a, una dimensi¨®n totalmente nueva en nuestra pol¨ªtica exterior, es conseguir la pr¨¢ctica desaparici¨®n del tema de Canarias del orden del d¨ªa de las reuniones de la OUA (Organizaci¨®n para la Unidad Africana).
En las relaciones con los pa¨ªses del Magreb, Oreja intenta una pol¨ªtica de equilibrio y colaboraci¨®n con Marruecos y Argelia, que no produce los resultados apetecidos. El acercamiento a Argelia, las diversas visitas a la capital argelina por parte de los altos funcionarios de la Administraci¨®n, incluido el presidente Su¨¢rez, y el apoyo espa?ol a la autodeterminaci¨®n saharaui como culminaci¨®n del proceso del Sahara producen vivas suspicacias en la capital marroqu¨ª, a pesar de una visita real a Rabat en junio de 1979, en la que el monarca alau¨ª vuelve a poner de relieve la importancia de las relaciones entre Espa?a y Marruecos para la estabilidad en la zona. Cap¨ªtulo, importante en la etapa de Oreja como ministro es la sustituci¨®n de dos acuerdos heredados del r¨¦gimen anterior: el Concordato con la Santa Sede de 1953 y el Pacto Ib¨¦rico, y su adecuaci¨®n a las nuevas realidades constitucionales. Espa?a firma en este per¨ªodo cuatro acuerdos con el Vaticano, que cubren las relaciones con la Santa Sede en los terrenos jur¨ªdico, econ¨®mico, de educaci¨®n y de asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas, y un tratado de cooperaci¨®n hispano-luso que regula toda la gama de las relaciones entre los dos pa¨ªses.
El Pacto Andino
Como consecuencia de las fruct¨ªferas visitas de los Reyes a Latinoam¨¦rica en 1976 y 1977 y la entrada de Espa?a en el Pacto Andino en 1979, en calidad de observador, las relaciones entre nuestro pa¨ªs y el continente latinoamericano registran un auge sin precedentes, con consecuencias econ¨®micas, pol¨ªticas y culturales importantes para Espa?a. Entre 1979 y 1980, Su¨¢rez y Oreja realizan nueve viajes a diversos pa¨ªses del continente que, evidentemente, se traducen en una positiva presencia espa?ola en todos los campos. La suspensi¨®n de reuniones de cancilleres de los pa¨ªses andinos, como consecuencia del golpe de Garc¨ªa Meza en Bolivia, primero, el conflicto fronterizo ecuatoperuano, despu¨¦s, y el contencioso entre Colombia y Venezuela, por ¨²ltimo, hacen que la presencia espa?ola en la zona aparezca m¨¢s debilitada en la etapa siguiente de P¨¦rez-Llorca.
La reivindicaci¨®n espa?ola de Gibraltar es objeto de atenci¨®n preferente por parte de Marcelino Oreja, buen conocedor del tema por sus a?os al frente del Gabinete de Fernando Mar¨ªa Castiella. En su haber hay que anotarle haber conseguido el 10 de abril de 1980 la declaraci¨®n conjunta hispano-brit¨¢nica de Lisboa, firmada en nombre del Reino Unido por el entonces secretario del Foreing Office, lord Carrington. La declaraci¨®n, que ser¨¢ luego analizada con detalle, supon¨ªa el desbloqueo, por primera vez, de las negociaciones sobre el futuro del Pe?¨®n, y constituye la pieza clave sobre la que han de discurrir las conversaciones entre los dos pa¨ªses cuando se produzca su reanudaci¨®n en la pr¨®xima legislatura.
En septiembre de 1979 ocurren dos hechos que producen un gran desconcierto en las canciller¨ªas occidentales y que marcan el inicio de un cierto tercermundismo en la concepci¨®n de la pol¨ªtica exterior espa?ola. Se trata de la participaci¨®n de Espa?a, como pa¨ªs invitado, en la Conferencia de los no Alineados, celebrada en La Habana, y la visita oficial a Madrid del l¨ªder de la OLP, Yasir Arafat, recibido con todos los honores por el presidente Su¨¢rez. Los dos acontecimientos, inspirados en la Presidencia del Gobiemo, suponen un distanciamiento entre las concepciones de pol¨ªtica exterior mantenidas por la c¨²spide del ejecutivo y el ministro Oreja, que culmina al plantearse el tema de la adhesi¨®n de Espa?a a la Alianza Atl¨¢ntica y que se traduce en el relevo del titular de Exteriores en septiembre de 1980.
Etapa P¨¦rez-Llorca
A pesar de su condici¨®n de diplom¨¢tico, la llegada de Jos¨¦ -Pedro P¨¦rez-Llorca al palacio de Santa Cruz produce sorpresa en los medios pol¨ªticos de la capital de Espa?a, dado su total apartamiento de los temas internacionales. P¨¦rez-Llorca se encuentra un Ministerio de Asuntos Exteriores mediatizado en sus decisiones por la influencia del grupo de fontaneros de la Moncloa y con algunas parcelas importantes -negociaciones con las Comunidades Europeas y cooperaci¨®n con Guinea- en manos ajenas.
La dimisi¨®n de Adolfo Su¨¢rez, en enero de, 1981, le da al nuevo ministro la oportunidad de reforzar la unidad de acci¨®n exterior. Confirmado en el cargo por el presidente Calvo Sotelo, P¨¦rez-Llorca recupera as¨ª para su Ministerio la negociaci¨®n de la adhesi¨®n de Espa?a a las Comunidades Europeas y centraliza en el palacio de Santa Cruz el tema de la cooperaci¨®n con Guinea Ecuatorial, anteriormente dependiente de la Presidencia del Gobierno.
Igualmente, P¨¦rez-Llorca va sustituyendo los embajadores pol¨ªticos nombrados en la ¨¦poca de Su¨¢rez por profesionales de la carrera diplom¨¢tica. La ¨²ltima sustituci¨®n, que se produce este verano, es el cambio de Jos¨¦ Llad¨® en la Embajada de Washington, por el diplom¨¢tico Nu?o Aguirre de C¨¢rcer.
El peso espec¨ªfico del Ministerio de Asuntos Exteriores se hace sentir en la Administraci¨®n durante todo el Gobierno de Calvo Sotelo, lo que se traduce, entre otras cosas, en un aumento presupuestario dedicado a la cooperaci¨®n t¨¦cnica internacional.
Presupuesto limitado
Sin embargo, hay que resaltar a este respecto qlue la cantidad destinada por los presupuestos Generales del Estado al Ministerio de Asuntos Exteriores sigue siendo rid¨ªcula para un pa¨ªs de las caracter¨ªsticas de Espa?a, que pretende jugar un papel destacado entre los pa¨ªses del Tercer Mundo, especialmente en Latinoam¨¦rica. Si se excluye al Departamento de Administraci¨®n Tenitorial, Asuntos Exteriores es el ministerio peor dotado de toda la Administraci¨®n, con un total de 17.697 millones de pesetas en el ejercicio de 1982. Con esa cantidad el ministerio tiene que llevar adelante la acci¨®n exterior de Espa?a y pagar a cerca de 4.000 funcionarios, de los que 662 pertenecen a la carrera diplom¨¢tica.
P¨¦rez-Llorca, que intenta en los momentos ¨ªniciales de su actuaci¨®n llevar a cabo un¨¢ pol¨ªtica de continuidad con la de su antecesor, cambia de t¨¢ctica por los compromisos internacionales de Espa?a y por la prioridad atl¨¢ntica introducida en nuestra pol¨ªtica exterior desde el mismo momento por Calvo Sotelo. El jefe del ejecutivo se compromete en su discurso de investidura ante las Cortes a conseguir la incorporaci¨®n de Espa?a a la OTAN durante su mandato.
A partir de ese momento, la pol¨ªtica exterior espa?ola realiza un giro de 180 grados en relaci¨®n con la etapa anterior. El gobierno se esfuerza en subrayar que la incorporaci¨®n de Espa?a a la OTAN fue una decisi¨®n totalmente espa?ola. En palabras de P¨¦rez-Llorca a este peri¨®dico, "nadie nos empuj¨® a ella y actuamos teniendo en cuenta exclusivamente el inter¨¦s nacional, aunque entiendo que otros conciban el servicio a ese inter¨¦s de forma distinta".
Aparte de la pol¨¦mica interna suscitada la, decisi¨®n, esta levant¨® y levanta fuertes suspicacias en Portugal e Italia, recelosas en el tema de la ubicaci¨®n de los mandos de la organizaci¨®n, mientras que otros pa¨ªses, como Grecia, Dinamarca, Noruega y Holanda, se resistieron durante meses a la ratificaci¨®n parlamentaria como consecuencia de la oposici¨®n del Partido Socialista Obrero Espa?ol a la entrada de Espa?a en la Comunidad Atl¨¢ntica.
Otra negociaci¨®n importante, con connotaciones a la vez atl¨¢nticas y bilaterales, la constituye durante este per¨ªodo la renegociaci¨®n del Convenio de Defensa con Estados Unidos, caducado en septiembre de 1981 y renovado, ya dentro del marco de los acuerdos entre Washington y los pa¨ªses miembros de la Organizaci¨®n Atl¨¢ntica, el 2 de julio de este a?o. El complejo acuerdo, que regula toda la gama de relaciones entre Espa?a y Estados Unidos, tendr¨¢ que ser objeto de ratificaci¨®n por las nuevas C¨¢maras, y el partido socialista, partiendo en todo momento de la renovaci¨®n, ya ha anunciado que piensa solicitar revisiones parciales.
Europa espera
En el tema de la negociaci¨®n Espa?a-Comunidades Europeas hay que registrar la invitaci¨®n formulada a Espa?a durante la presidencia belga en el primer semestre de este a?o a participar, junto con Portugal, dos veces al a?o a nivel ministerial y otras dos a nivel de directores de pol¨ªtica exterior, en las reuniones de cooperaci¨®n pol¨ªtica del Mercado Com¨²n. Por otra parte se han cerrado hasta ahora seis cap¨ªtulos, de los diecis¨¦is en los que est¨¢ estructurada la negociaci¨®n Espa?a-CEE. Pero la crisis de la Comunidad a causa de la pol¨ªtica com¨²n agr¨ªcola y la contribuci¨®n presupuestaria, junto al permanente boicoteo franc¨¦s, con la excusa unas veces de la competencia agraria espa?ola y otras por motivos electorales, har¨¢n pr¨¢cticamente imposible que se cumplan, los plazos anunciados por el gobierno, que preve¨ªan una entrada de nuestro pa¨ªs en el Mercado com¨²n el primero de enero de 1984.
Gibraltar es el tercero de los grandes temas. Por primera vez en el largo contencioso que separa a Espa?a y Gran Breta?a desde la p¨¦rdida del Pe?¨®n, en 1704, los jefes de Gobierno de los dos pa¨ªses, Margaret Thatcher y Leopoldo Calvo Sotelo, se re¨²nen en Londres, el 8 de enero de este a?o, y acuerdan, en un comunicado hist¨®rico, poner en marcha la Declaraci¨®n de Lisboa de abril de 1982, en virtud de la cual se establece la fecha del 20 de abril para la apertura de la verja por parte espa?ola a cambio de un inicio de las conversaciones "sobre todos los aspectos del contencioso, incluida la soberan¨ªa", y una reciprocidad en el trato de los espa?oles en el Pe?¨®n por parte brit¨¢nica. Tres meses despu¨¦s, Argentina proceder¨ªa a la invasi¨®n de las Malvinas, dando al traste, entre otras cosas, con la negociaci¨®n hispano-brit¨¢nica sobre Gibraltar, otra de las cuestiones que tendr¨¢n que ser abordadas por el nuevo Gobierno que surja de las elecciones.
Por ¨²ltimo, hay que destacar en este per¨ªodo la centralizaci¨®n y coordinaci¨®n en el Ministerio de Asuntos Exteriores de las relaciones con Guinea Ecuatorial, lo que permite el establecimiento de un programa de cooperaci¨®n con la antigua colonia espa?ola, que culmina con la celebraci¨®n de una conferencia de donantes, bajo el patrocinio de Naciones Unidas, en abril de este a?o.
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