Para prevenir el desencanto
Esta vez parece que va en serio. Dentro de unos d¨ªas, Espa?a debe tener el primer Gobierno de izquierdas desde la Segunda Rep¨²blica, y los 40.000 a?os de franquismo, posfranquismo, tardofranquismo y retrofranquismo podr¨¢n darse finalmente por acabados: que ustedes y yo tengamos salud para verlo e iniciativa y coraje para aprovecharlo. En este bendito pa¨ªs, para alegrarse hasta las l¨¢grimas de los triunfos de la izquierda no hace falta tener fe en ninguna ideolog¨ªa milenarista: basta con mirar las caras y los curr¨ªculos de los prohombres de derechas. Ahora bien, una vez conseguido el triunfo electoral, ya sabemos lo que inevitablemente ha de sobrevenir: la universal decepci¨®n, el desencanto. Junto a los interesados que desde el d¨ªa siguiente de haber perdido las elecciones comenzar¨¢n a decir que todo est¨¢ peor que nunca (lo cual me parece muy bien y es la tarea de la oposici¨®n, adem¨¢s de ¨²nica forma legal que tienen de vender su alternativa para el futuro), junto a los ex fan¨¢ticos de izquierdas, que fueron entusiastas de la izquierda totalitaria y ahora no le perdonan ni una a la izquierda democr¨¢tica, los cuales seguir¨¢n riendo las gracias a Friedman, Reagan o el liberal de turno, han de figurar los desencantados que dir¨¢n "?pues, vaya!, aqu¨ª no ha pasado nada...". A estos ¨²ltimos dirijo, prospectivamente, las reflexiones que siguen. En cierto sentido, que gane la izquierda y aqu¨ª no pase nada est¨¢ muy bien; en otro sentido, la cosa tiene menos gracia. Est¨¢ muy bien que gane la izquierda democr¨¢tica (que es, por cierto, la ¨²nica que, afortunadamente, puede ganar) y aqu¨ª no haya golpe de Estado, ni redoble de tambores, ni terrorismo bancario en la Bolsa, ni persecuci¨®n revanchista de ning¨²n tipo (lo cual no quiere decir que se permita a ciertos se?ores seguir campando por sus respetos como en tiempos del abuelito dictador), ni albanismo o castrismo de vergonzante guardarrop¨ªa (o vergonzosa ideolog¨ªa); pero estar¨ªa fatal que aqu¨ª ganase la Izquierda y no pasara nada; es decir, nada diferente a si hubiera ganado la derecha, ni en lo econ¨®mico, ni en lo social, ni en lo cultural. Aceptemos, pues, que ha de pasar algo, aunque, en otro importante sentido, todo -es decir, el prop¨®sito democratizador- seguir¨¢ fundamentalmente intacto. Y aun as¨ª, ya digo, habr¨¢ desencanto. Puede considerarse tal decepci¨®n como un homenaje a la izquierda y el certificado mejor de su necesidad pol¨ªtica: porque de la derecha nadie puede desencantarse ni desilusionarse, ya que con ella nadie ha estado nunca encantado -salvo los c¨ªnicos y los explotadores- ni cabe hacerse ilusiones: las personas decentes de derechas -no dudo ni por un momento que las haya, y numerosas- lo son por desconfianza o resignaci¨®n, pero por ilusi¨®n, nunca. Tres grandes cuestiones orientan la elecci¨®n pol¨ªtica de cualquier persona con la cabeza sobre los hombros: la libertad, la justicia y la seguridad. Veamos por qu¨¦ nadie puede hacerse ilusiones respecto a las propuestas de la derecha sobre estos temas, antes de volver al inexorable desencanto que seguir¨¢ al triunfo de la izquierda y de sugerir los remedios para prevenirlo.Con la libertad pasa, ¨²ltimamente algo muy curioso: hay quien intenta hacer creer que la garantizar¨¢n mejor los que se fabrican su apodo pol¨ªtico a partir del sonido verbal que la designa. Bautizarse como liberal, o libertario, o liberador no es ¨ªndice inequ¨ªvoco de vocaci¨®n y proyecto de libertad pol¨ªtica, lo mismo que esos malos vates que incorporan a sus versos chapuceros la palabra poes¨ªa (recuerdo aquella se?ora que me dec¨ªa: "Adoro la poes¨ªa porque... ?es tan po¨¦tica!") no por ello aumentan la dosis l¨ªrica de sus engendros. La libertad fundamental en la vida comunitaria es la de no verse determinado necesariamente por el azar biol¨®gico o por el linaje, por el ciego mecanismo de un mercado que no respeta m¨¢s que el provecho individual o por las arbitrariedades de un poder absoluto: lo dem¨¢s son pamplinas. Hablar de la libre empresa es como hablar de ca¨ªda libre: a fin de cuentas se impone la dura ley de la gravedad. Libertad es plan, proyecto, previsi¨®n, solidaridad, creatividad plural con visi¨®n social, protecci¨®n de quien la requiere y la merece, no la supuesta posibilidad de elegir entre los diversos resultados irremediables de las carambolas jugadas por los rapaces due?os econ¨®micos del mundo. La libertad individual de llegar a rico no hace m¨¢s libre la dictadura que el dinero incontrolado ejerce all¨ª donde le dejan. Pero ?y las otras libertades, las que afectan a la vida cotidiana? Pues bien, la cosa es m¨¢s evidente todav¨ªa: todas las libertades que en los ¨²ltimos dos siglos han ampliado los m¨¢rgenes de participaci¨®n y opci¨®n en los pa¨ªses avanzados son el resultado de los combates que la izquierda ha llevado a cabo contra el conservadurismo. La Prensa libre y cr¨ªtica, el sufragio femenino, la abolici¨®n de la pena de muerte, la objeci¨®n de conciencia, la ense?anza laica, el divorcio, el aborto, los anticonceptivos, la reforma de c¨¢rceles y centros de internamiento psiqui¨¢trico, la reivindicaci¨®n del polimorfismo sexual, y tantas otras libertades concretas han llegado a las legislaciones (all¨ª donde han llegado) provenientes del ideario de: la izquierda y gracias a su esfuerzo pol¨ªtico. Me refiero, naturalmente, y aunque sea casi redundancia decirlo, a la izquierda no autoritaria, a la que une un prop¨®sito de radical transformaci¨®n econ¨®mica con los ideales emancipadores, antijer¨¢rquicos y antiburocr¨¢ticos de la mejor tradici¨®n anarquista. ?Acaso vamos a creer a estas alturas del curso y en este pa¨ªs que la liberalizaci¨®n de las costumbres, en cualquier sentido m¨ªnimamente estimable y no manipulado del t¨¦rmino, vendr¨¢ de los jesuitones, del Opus, de los patrioteros desmelenados, de los agentes de ventas de la Trilateral, de los p¨ªos banqueros que se inquietan hasta el fondo de sus arcas por. el retraso de la visita del Papa, de quienes truenan contra los males de la droga y la delincuencia juvenil, confundiendo as¨ª los efectos con la causa, de los enemigos del divorcio, del aborto y hasta de la p¨ªldora, de los partidarios de la ense?anza y la convivencia conyugal concebidas como un cruce entre el rosario en familia del padre Peyton y Dallas, de los propugnadores de lo que podr¨ªamos llamar modelo Mundiespa?a y de sedicentes liberales que no tienen empacho en aliarse con ellos? Es l¨®gico, inevitable casi, que quien se interese por la libertad pol¨ªtica vote a ?a izquierda, si es que ha de votar.
El tema de la justicia puede -despacharse en menos palabras, pues nunca ha sido el caballo de batalla de la derecha. Hay que. hacer notar, sin embargo, la contraposici¨®n de enfoques de ambos talantes pol¨ªticos respecto al binomio libertad/justicia. Mientras la izquierda aplica la libertad para resolver las cuestiones en el ¨¢mbito de lo personal (pareja, drogas, pluralidad ideol¨®gica, sexualidad at¨ªpica, etc¨¦tera) y la justicia para afrontar los litigios sociales, la derecha tiende a introducir la libertad (entendida como ausencia de control, restricci¨®n o plan econ¨®mico) en los conflictos sociales y, en cambio, recurre, a la justicia (en el sentido mas coercitivo y policial del t¨¦rmino) para que resuelva lo tocante a las buenas o malas costumbres. ?Que la derecha m¨¢s pragm¨¢tica y moderada, llamada centro, ha mejorado mucho en el tratamiento de estas cuestiones? Bueno, ya se ver¨¢; de momento, desconfiemos de las imitaciones y prefiramos los productos m¨¢s genuinos de libertad y justicia, seg¨²n una traza que puede rastrearse por la historia de la izquierda hasta la mism¨ªsima Ilustraci¨®n. Un profesor de ¨¦tica escoc¨¦s, Alasdair MacIntyre, tiene escrito que "la pol¨ªtica moderna es la guerra civil continuada por otros medios", y no se refiere solamente al caso espa?ol ni much¨ªsimo menos. Alguien m¨¢s optimista dir¨ªa que la pol¨ªtica moderna es la guerra civil (o, si se prefiere, la lucha de clases) evitada y quiz¨¢ resuelta por otros medios. Por ello, la primac¨ªa de una cierta idea de justicia es inevitable, aunque tal justicia no sea puramente "hacer justicia", ni mucho menos ajusticiar: m¨¢s bien se trata del concepto plat¨®nico de justicia como armon¨ªa y del aristot¨¦lico de la justicia como compensaci¨®n. Una sociedad justa no es una sociedad sin conflictos -hay que despertar de una vez de ese tipo de ideales-, sino una sociedad que admite espacios y rituales no directamente violentos donde dirimir los que se le presentan. Tales espacios y rituales son los que la justicia -como instituci¨®n pol¨ªtica, no como virtud moral- se encarga de determinar, de conservar y, si es preciso, de imponer a los radicalmente injustos. ?Vamos a creer, hoy, aqu¨ª, que las imprescindibles normas de justicia para afrontar el paro, la especulaci¨®n fraudulenta con la vivienda, con los alimentos o con la Seguridad Social, la situaci¨®n del campo andaluz o la miner¨ªa asturiana, el desempleo juvenil, el abandono cultural de la periferia de las grandes ciudades y de la totalidad de tantas peque?as, vamos a creer que son los banqueros de la CEOE, los humanistas cristianos (?ay, si Marsilio Ficino o Picco della Mir¨¢ndola levantaran la cabeza!) y los ex alcaldes del Movimiento, quienes por arte de magia van a saber y querer establecerlas? Yo no s¨¦ si la izquierda podr¨¢ o sabr¨¢ afrontar suficientemente. estos problemas; pero estoy cierto de que los otros ni pueden querer ni quieren saber.
Seguridad es lo que la derecha ofrece principalmente al elector. Seguridad de que no perder¨¢ sus ahorros, de que no ser¨¢ invadido por los cosacos del Don ni violado o robado en una callejuela al volver una noche del cine; seguridad, ante todo, de que su mundo no se ver¨¢ alterado por ideas inoportunas ni por costumbres provocativas, de que todo seguir¨¢ estando bajo control. Sin embargo, cada vez hay m¨¢s gente que se da cuenta de que una sociedad es m¨¢s segura no cuanta m¨¢s presi¨®n policial soporta, sino cuanta m¨¢s libertad y justicia disfruta. En una sociedad rigida y dogm¨¢tica, las alteraciones, las crisis y hasta las modas son mucho m¨¢s peligrosas que en una comunidad flexible y participativa. Por lo dem¨¢s, el orden del mundo no mejorar¨ªa ni poco ni mucho mientras siga prevaleciendo el modelo paranoico de sociedad. Seguridad, hoy, no es acumular armas mientras se cuentan febrilmente las del adversario (eso es m¨¢s bien pat¨¦tica inseguridad), sino ejercerse en el coraje y la imaginaci¨®n que permitir¨¢n el gradual desarme. Seguridad es neutralidad y alternativa razonada al manique¨ªsmo de los dos grandes bloques. Una pol¨ªtica que pretenda realmente conseguir seguridad para los ciudadanos puede no ser antimilitar, pero ha de ser necesariament e antimilitarista y debe oponerse radicalmente a la l¨®gica militar y belicosa del "ojo por ojo", si vis pacem, para bellum, "ellos o nosotros", etc¨¦tera. Tambi¨¦n ha de plantearse sin paliativos la pregunta de qui¨¦n nos defiende de nuestros defensores y de la peligros¨ªsima acumulaci¨®n de medios defensivos. Seguridad, s¨ª, pero en serio: seguridad de no
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ser impunemente despedido del puesto de trabajo y seguridad de que la tortura est¨¢ efectivamente erradicada de c¨¢rceles y comisar¨ªas; seguridad en las calles conseguida no a fuerza de reprimir a los desesperados, sino luchando por disminuir los motivos de la desesperaci¨®n; seguridad de que el Ej¨¦rcito y la. polic¨ªa no contar¨¢n con m¨¢s iniciativa que la determinada por sus leg¨ªtimas autoridades civiles (esperamos que, acaben de una vez esas literalmente deshonrosas manifestaciones de se?ores uniformados que nos tranquilizan sobre sus intenciones de respetar al Gobierno mayoritariamente elegido, como si su tan proclamado honor no se lo impusiera as¨ª sin m¨¢s alharacas, lo mismo que a profesores, abogados. o cocineros); seguridad de que se combatir¨¢ al terrorismo con toda la fuerza pol¨ªtica del la ley, pero no con la pura ley de la fuerza; seguridad de que los periodistas podr¨¢n ejercer su oficio informativo y cr¨ªtico sin tab¨²es y que los ciudadanos no deber¨¢n soportar la calumnia sin derecho a respuesta legal; seguridad de que nuestro territorio no se convertir¨¢ en muestrario de las muy inseguras centrales nucleares (?a ver si el famoso sol de Espa?a es utilizado para algo m¨¢s en¨¦rgico que coplas y anuncios!), ni nuestros mares en dep¨®sito de residuos radiactivos; seguridad de que no seremos base ni avanzadilla de intereses estrat¨¦gicos extranjeros que s¨®lo por desvar¨ªo imperialista pueden ser identificados sin m¨¢s con los nuestros, etc¨¦tera. La derecha en Espa?a, sea derecha-derecha o centro-derecha, es hist¨®rica y f¨¢cticamente incapaz de garantizar esta aut¨¦ntica y compleja seguridad, como tiene de sobra demostrado. Es la ocasi¨®n de comprobar lo que puede hacerse desde la izquierda.
?Por qu¨¦, empero, podemos profetizar con certeza el desencanto tras el triunfo de la izquierda democr¨¢tica en las pr¨®ximas elecciones? Primero, como ya hemos dicho, porque habr¨¢ muchos interesados en que nos desilusionemos enseguida. Seg¨²n algunos expertos, de las dificultades econ¨®micas de Francia: tienen la culpa los fatales socialistas; de las de Reagan o Pinochet. la crisis de la que nadie puede librarse. Seguro que aqu¨ª tratan en seguida de lavarnos el cerebro con la misma melod¨ªa. En segundo lugar, porque los intereses olig¨¢rquicos, abusos y arbitrariedades autoritarias que vemos y deploramos no son m¨¢s que atisbos de la cueva de dragones que subyace. Y a la que habr¨¢ que meterle mano, aunque algunos de los beneficiarios del antiguo r¨¦gimen clamen de inmediato contra el totalitarismo y el revanchismo de quienes mermen sus privilegios. Pero las ramificaciones y arraigo del mal s¨®lo se ver¨¢n despu¨¦s, cuando el nuevo equipo est¨¦ in situ, por lo que son de esperar complicaciones no previstas que retrasen algunas de las mejoras deseables. Tercero, por las propias insuficiencias del partido mayoritario de izquierda triufante: ser preferible al adversario no le hace a uno definitivamente perfecto. Junto a una izquierda. perspicaz y decidida (aunque no necesariamente demag¨®gica: ni marxhist¨¦rica), hay en el PSOE mucho estatalista a ultranza, ordenancista y memo: recordemos el patinazo de algunos cerebelos socialistas en el affaire Herrera de la Mancha, o la actuaci¨®n del partido en Euskadi, uno de los sitios donde m¨¢s falta hace tacto para frenar brotes energum¨¦nicos, y donde a veces lo han hecho tan mal que parec¨ªan provocadores. Olvidar el hegemonismo sectario y abrirse a la colaboraci¨®n con otras formaciones de izquierda (sobre todo de signo autonomista radical, para curarse un poco del loapismo jacobino que puede empeorar con el poder) podr¨ªa ayudar a paliar estas insuficiencias. Y, en cuarto lugar, porque ning¨²n Gobierno, por s¨ª solo, hace la felicidad de los ciudadanos No todo puede esperarse de los de arriba ni exigirse a los que mandan, salvo el que est¨¦n lo menos arriba y manden lo menos impermeablemente que sea posible. Creo que con un Gobierno de izquierdas podremos no estar "todos un¨¢nimes" (como dec¨ªa Guillermo Brown), pero al menos tendremos interlocutores que hablen un lenguaje m¨¢s parecido al nuestro y a los que podamos hacer reproches de modo m¨¢s constructivo. Pues, en ¨²ltimo t¨¦rmino, lo m¨¢s nuevo, lo m¨¢s inventivo, lo m¨¢s revolucionario debe surgir de los movimientos sociales, no del Gobierno. Nada peor que un pa¨ªs en el que el m¨¢s progre es el Gobierno... El desencanto se previene participando, lo que supone algo m¨¢s que ir a votar. Cierto viejo chiste habla del inmigrante que quer¨ªa ir a Am¨¦rica a hacer fortuna, pues le hab¨ªan dicho que all¨ª las calles estaban pavimentadas de oro, y al llegar a la tierra prometida descubri¨® tres cosas: que las calles de Am¨¦rica no estaban pavimentadas de oro; que no estaban pavimentadas, y que ten¨ªa que pavimentarlas ¨¦l. Del mismo modo, la generalizaci¨®n progresiva de la autogesti¨®n es lo ¨²nico que puede profundizar la democracia, pero es algo que no puede. dar ning¨²n Gobierno por s¨ª mismo, sino s¨®lo nuestra intervenci¨®n en la organizaci¨®n de lo que nos afecta. En ciertos campos -sobre todo en educaci¨®n y en el obtuso feudo universitario- es imprescindible poner en marcha una voluntad experimental, que no tiene por qu¨¦ salir enterita del caletre de ning¨²n ministro, pero que ha de contar con su paciente y flexible apoyo. Nuestra firme apuesta -la de algunos que no somos ni pol¨ªticos ni apol¨ªticos, sino ¨¦ticamente antipol¨ªticos- es que un Gobierno de izquierdas puede ayudarnos hoy a que pavimentemos entre todos ese plural camino hacia la comunidad libre, justa y segura que nadie puede pavimentar por nosotros, ni con oro, ni con simples promesas electorales.
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