La lucha de la temporada de ¨®pera de Oviedo por mantener un nivel digno
Dice una voz popular que las representaciones de ¨®pera -en Oviedo y en tantos otros sitios-, como los toros de Victorino, salen buenas o muy malas, pero casi nunca se limitan a cumplir. Y no falta un tanto de verdad en ese dicho, quiz¨¢ porque la ¨®pera, como la lidia, tom¨® su esencia del drama, tiene en ¨¦l su raz¨®n de ser, y el drama, por su sentimiento de agon¨ªa, no admite medias tintas: o conmueve o carece de sentido.Esta dicotom¨ªa incontestable supone planteamientos espec¨ªficos a la hora de programar o enjuiciar una temporada: se trata de establecer una comunicaci¨®n con el espectador distinta de la mera pirotecnia vocal; se trata de potenciar la capacidad de sentir la actio per musicam; se trata, en defitiva, de revitalizar el melodrama, sin detrimento del fen¨®meno musical.
Contemplado desde esta ¨®ptica, resulta relativamente sencillo comprender que es necesaria una profunda renovaci¨®n de criterios para salvar el espect¨¢culo. Contemplado desde esta ¨®ptica, tambi¨¦n es evidente que el XXXV Festival de Opera de Oviedo, que el pasado s¨¢bado-finaliz¨® con la segunda de las representaciones de Don Carlo, de Verdi, no consigui¨®, por lo general, mantener un nivel de calidad elevado.
Dignidad m¨ªnima
Y es que comporta dificultades rayanas en lo t¨¦cnicamente imposible crear las condiciones objetivas que garanticen cierta dignidad m¨ªnima en un festival que se desarrolla a velocidad vertiginosa -un nuevo t¨ªtulo cada dos d¨ªas- por mucho que no se regateen esfuerzos a la hora de contratar cantantes: Jaime Aragall, Juan Pons, Justino D¨ªaz, Mariella Devia o Natalia Troitskaia no pueden suplir, a base de genio personal e intuici¨®n, los considerables defectos estructurales que se arrastran, como no pudieron hacerlo el pasado a?o Manuguerra, Sardinero o el propio Kraus, y no podr¨¢n, el pr¨®ximo, Montserrat Caball¨¦, Atlantof o Carreras, si se confirman los adelantos de laprogramaci¨®n. El propio Carreras protagoniz¨® en la segunda jornada de este festival un extraordinario Andrea Chenier, que, en un contexto m¨¢s veros¨ªmil, habr¨ªa sido, sin duda, una representaci¨®n para la historia.Parece, pues, evidente que el objetivo primario a conseguir ser¨ªa programar las funciones con una cadencia que permitiese una preparaci¨®n m¨¢s reposada de cada t¨ªtulo. Lo cual, mediando, dir¨ªa Borges, tantas llaves secretas y arduas ¨¢lgebras de lo que no sabremos nunca, no aparece como tarea sencilla, en primer lugar por razones de disponibilidad del propio teatro, ya que, al aumentar el n¨²mero de fechas que el Ayuntamiento, su actual propietario, debe reservar para este uso, se complica, en alguna forma, la adjudicaci¨®n de su explotaci¨®n, que ha de resolverse en un futuro muy pr¨®ximo.
Pero en donde radica el verdadero problema -que, a fin de cuentas, lo de las fechas del teatro son menores- es en la ausencia de, conjuntos estables, coros y orquesta que eviten los costes, pr¨¢cticamente insostenibles con los actuales presupuestos, que supondr¨ªa un alargamiento de la temporada. No hay tal. Asturias tiene una Orquesta Sinf¨®nica, que cubri¨®, en ocasiones, a lo largo de los a?os, sus temporadas de ¨®pera. Es cierto, sin embargo, que, a ra¨ªz de la profunda crisis que provoc¨® en sus filas la marcha de Benito Lauret, de actuaci¨®n tan controvertida, la AAAO tuvo que optar, sin duda con buen criterio, por contratar otras orquestas (la Sinf¨®nica de Karlovy Vary y la de la Opera de Brno), con menores costes y rendimientos netamente superiores, pero ahora, afortunadamente, las causas que indujeron tal decisi¨®n est¨¢n cambiando. Soplan aires de renovaci¨®n en la Orquesta de Asturias y no parece descabellado pensar que, a partir del pr¨®ximo a?o, puedan estar de nuevo en el foso. Lo que carece de sentido es que, dependiendo el conjunto, como depende, de las instituciones regionales, su coste sea igual o superior al de una formaci¨®n extranjera. Y una forma indirecta de proteger y subvencionar la temporada ser¨ªa incluir, total o parcialmente, sus ensayos y funciones en la programaci¨®n anual.
Los problemas relativos al coro parecen tener, igualmente, soluciones viables: dando por sentado que resulta de todo punto inexcusable abordar la creaci¨®n de un coro especializado; se tratar¨ªa, en tanto se consolida esta iniciativa, de contratar al habitual -y excelente- de la ABAO solamente para un cuerpo de tres o cuatro representaciones consecutivas, encargando las restantes a una o vanas de las diversas agrupaciones regionales, que pueden, sin duda, acometer su montaje con ¨¦xito.
Y as¨ª, apuntalados los pilares b¨¢sicos de la infraestructura del espect¨¢culo -teatro, orquesta, coros- y contando con las fechas necesarias para ensayos? parece obvio que conseguir puestas en escena dignas no ser¨¢ tanto cuesti¨®n de presupuestos como de encargar los montajes a casi cualquiera de los magn¨ªficos registas de que ahora se dispone y en quienes prive -a¨²n quedan- el deseo de crear; de coordinar esfuerzos entre sociedades organizadoras y, por supuesto, de negociar con la Administraci¨®n la dotaci¨®n de nuevas partidas presupuestarias para este fin. Negociaciones que, a no dudar, han de verse favorecidas por la decidida postura de la AAAO de implantar funciones populares fuera de abono, que permitan acercarse al g¨¦nero a tantos como, hasta ahora, con el teatro copado por tradici¨®n, no hab¨ªan podido hacerlo. Porque la ¨®pera, tal y como declaraba a EL PA?S Alfredo Kraus hace no muchos d¨ªas, es un espect¨¢culo, por desgracia, a¨²n de minor¨ªas. Pero conviene sentar que los par¨¢metros que definan esas minor¨ªas no deben ser, en absoluto, los econ¨®micos.
Babelia
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