La econom¨ªa de la oferta y la distribuci¨®n de la renta
Desde la econom¨ªa de la oferta se mantiene, que se deben reducir los impuestos, especialmente de aquellos que tienen una elevada capacidad de ahorro; esto es, de los individuos con niveles elevados de renta, as¨ª como de las emptesas, pues de esta forma se acrecentar¨¢ la inversi¨®n, y el crecimiento. Desde esta perspectiva se argumenta que una estrategia apropiada para reducir el desempleo, adem¨¢s de reducir los salanos, consiste en alcanzar un crecimiento sostenido del producto nacional mediante un aumento de la formaci¨®n de capital, para lo cual se consideran imprescindibles las medidas antes citadas. Aunque como consecuencia de estas reducciones impositivas se admite que la distribuci¨®n de la renta resultante ser¨¢ menos equitativa, le se?ala, sin embargo, que esto s¨®lo ser¨¢ as¨ª de forma temporal, ya que las iniciativas tomadas aumentar¨¢n la tarta a repartir, y al final todos resultar¨¢n beneficiados.Ante la aparente contundencia y originalidad de estos argumentos debe ofrecerse una serie de precisiones. En primer lugar hay que se?alar que los mismos no son nuevos, sino que han sido profusamente empleados en la literatura del crecimiento y el desarrollo econ¨®mico, y que desde,. esta misma literatura llega una primera llamada de alerta. A la luz de la reciente experiencia se observa que, a pesar de las fuertes tasas de crecimento experimentadas por algunos de los pa¨ªses menos desarrollados, la distribuci¨®n de la renta, en la mayor parte de los mismos, reflej¨® mayores desigualdades. Sin embargo, el supuesto habitual, entre los defensores del desarrollo mediante medidas similares a las citadas, era que habr¨ªa un aumento de la desigualdad hasta un cierto nivel y luego mejorar¨ªa la distribuci¨®n de la renta. La evidencia muestra, sin embargo, que ese proceso no ha tenido lugar y no parece, por tanto, que una tasa creciente de desarrollo sea una garant¨ªa contra la pobreza ni contra una injusta distribuci¨®n de la renta.
Reducci¨®n fiscal
En segundo lugar, pi¨¦nsese, que las reducciones fiscales propugnadas ocasionar¨¢n, al menos, a corto plazo, una disminuci¨®n de los ingresos del Gobierno, y para evitar aumentos excesivos en el d¨¦ficit p¨²blico se propugnar¨¢n, paralelamente, reducciones en los gastos p¨²blicos. Dada la naturaleza del gasto p¨²blico, las partidas que sufrir¨¢n las mayores presiones para verse reducidas ser¨¢n los pagos de transferencia y ciertos programas de ayuda a colectivos poco favorecidos. La evidencia de la econom¨ªa norteamericana lo demuestra as¨ª, y adem¨¢s los economistas de oferta lo justifican diciendo que dichos gastos tienen un efecto negativo sobre la productividad y los incentivos para trabajar.
Al analizar conjuntamente las reducciones en los impuestos y las restricciones en los gastos p¨²blicos resulta m¨¢s evidente el efecto regresivo sobre la distribuci¨®n de la renta. Por un lado, las tasas impositivas se reducen para aquellos individuos con niveles, de renta superiores y, por otro, se eliminan o reducen aquellas partidas de gasto dirigidas a colectivos situados en los estratos inferiores de renta.
Cabe argumentar en consecuencia que el hipot¨¦tico aumento en la producci¨®n propugnado s¨®lo a expensas de los menos productivos, como eufem¨ªsticamente se denomina a los individuos de menor renta, implicar¨¢ un precio demasiado elevado en t¨¦rminos de equidad.
Rechazar o matizar las medidas propuestas no implica opci¨®n a favor del estancamiento. Debe se?alarse que el nexo de uni¨®n entre desigualdad y crecimiento no es tan estrecho como sugieren los economistas de oferta. Puede haber crecimiento sin aumentos importantes en la desigualdad de la distribuci¨®n de la renta. As¨ª, ciertos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, como Taiwan, Costa Rica o Singapur, han logrado tasas de crecimiento relativamente altas sin los aspectos pedudiciales del empeor¨ªamiento en la distribuci¨®n de la renta. En esos pa¨ªses se ha evidenciado que la preocupaci¨®n por factores tales como el acceso generalizado a los medios productivos y el desarrollo de los recursos humanos ha contribuido a lograr una estrategia de crecimiento en la que las diferencias de renta no han aumentado. En su mayor parte, esta preocupaci¨®n se ha concretado en ayudas a los peque?os agricultores, en t¨¦rminos de pol¨ªticas de precios agr¨ªcocolas favorables y subvenciones financieras que les han facilitado el acceso a la propiedad de la tierra.
De cara a la problem¨¢tica de buena parte de las econom¨ªas occidentales, no parece desacertado tener presentes estas iniciativas y readaptarlas seg¨²n las circunstancias. Un apoyo m¨¢s activo al peque?o propietario y a la autonom¨ªa administrativa pueden ser medidas a tomar. Un mayor crecimiento, sin empeorar la distribuci¨®n de la renta de las econom¨ªas occidentales, se podr¨ªa lograr potenciando proyectos y empresas cooperativas y ciertos programas de ayuda al peque?o industrial y comerciante. De esta forma se. fomentar¨ªa la iniciativa privada y se impulsar¨ªa a ciertos elementos din¨¢micos que no pueden desarrollar su capacidad productiva por la dificultad de acceder a la propiedad de los medios de producci¨®n.
Parad¨®jicamente, la justificaci¨®n de estas medidas se podr¨ªa establecer en t¨¦rminos de uno de los argumentos clave de la econom¨ªa de la oferta: la potenciaci¨®n de los incentivos. Como se ha se?alado repetidamente, el desarrollo de los derechos de propiedad es una pieza b¨¢sica del crecimiento capitalista, pues estimula los incentivos humanos. Desde esta perspectiva, el apoyo al acceso a la propiedad de los individuos antes se?alados no s¨®lo contribuir¨ªa a mejorar la distribuci¨®n de la renta, sino que tambi¨¦n incentivar¨ªa el trabajo. Las iniciativas en favor del peque?o propietario contribuir¨ªan adem¨¢s a reducir el problema del desempleo, haciendo innecesarios ciertos pagos de transferencias y, a la vez, podr¨ªan afectar favorablemente a la inflaci¨®n, pues aumentar¨ªan la oferta de productos disponibles.
Por supuesto que este tipo de medidas, aunque puedan justificarse empleando aumentos propios de la econom¨ªa de la oferta, no resultar¨¢n gratas a los economistas de oferta o neoliberales, ya que implicar¨ªan una cierta dosis de intervencionismo en el libre juego del mercado, y ello supondr¨ªa un claro sacrilegio contra la ortodoxia liberal.
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