La violencia
La violencia viene siendo el discurso paralelo de nuestra democracia. Cuando la democracia se recrudece saludablemente (todo el anecdotario electoral nos sorprende porque somos nuevos en la movida: en Alemania tambi¨¦n hay "fugas"), entonces es cuando una cadena de explosiones (en este caso) parafrasea tartamudeante lo que dicen los pol¨ªticos.Giorgio Manganelli, un gran escritor italiano que est¨¢ entre Kafka y Borges, ahora editado en Espa?a por Jorge. Herralde / Anagrama, describe as¨ª la violencia: "Mientras tanto, por doquier, la vida se hace inestable, amenazan nuevas guerras. Los muertos previstos se preparan, y la tierra se reblandece, en espera de fosas. Por todas partes se pegan carteles que explican la sangre". Por todas partes, hoy, en Espa?a, se pegan carteles que explican el futuro, pero el raroterrismo pega sus carteles de ruido, explicando la sangre inexplicable y previsible, como los muertos de Manganelli. La Sala Olimpia inicia brillantemente una temporada de teatro otro con Marcel Marceau. Entre el trabajo chaplinesco y un tanto mordor¨¦ del gran mimo, hay un n¨²mero llamado La Justicia. Si la violencia es la sintaxis del ruido, Marceau hace un prodigioso editorial en silencio sobre / contra la pena de muerte, que es o ha sido uno de los temas controvertidos en la actual campa?a para la cosa. Tras caracterizar toda la liturgia universal y consabida de la ley, Marceau enlaza, en un solo trazo genial, el p¨¦same del abogado defensor con la pingaleta del ajusticiado. Fue lo m¨¢s aplaudido en el estreno, claro, porque, ni el mimo, como arte puro, es inocente. Ya sabemos una cosa: que los espectadores del Olimpia -bocatas jam¨®n, latas de cocacola- no votar¨¢n que vuelva la pena de muerte.
Pena de muerte, "carteles que explican la sangre" (Manganelli), bomba en las oficinas del carnet de identidad, para dejarnos a todos sin identidad. Tres expresiones que yo resumo en una: la violencia es civil. Felipe Gonz¨¢lez ha dicho que, si gana, investigar¨¢ las tramas civiles del 23 / nosequ¨¦. La violencia quiere ser el discurso paralelo del "humanismo cristiano" que parece haberse convertido en slogan de la derecha / izquierda, para los idus de marzo. Cenamos en Lhardy con Mart¨ªn Prieto y Juan Grijalvo para estrenar el libro de MP sobre Campamento. El libro es una bella, sosegada y profunda reflexi¨®n jacobina sobre la violencia. Menos mal cuando la violencia se resuelve en un libro. Se presenta otro, de un l¨ªder pol¨ªtico, titulado as¨ª como El ca?¨®n giratorio o El ca?¨®n circular. La violencia es civil. Isaac Chocron trae de Caracas su espect¨¢culo La revoluci¨®n. Concha Zardoya, Garciasol, Jorge Urrutia y Leopoldo de Luis se disponen a conmemorar a Miguel Hern¨¢ndez, un poeta que naci¨® ge¨®rgico y virgiliano, anacre¨®ntico de Orihuela, y a quien le fueron llenando los versos de violencia. La violencia sobrecoge porque es siempre evocadora, de otras violencias. Pretende desacreditar la democracia record¨¢ndonos que, como dec¨ªa Josep Pl¨¢ (aunque los violentos no le hayan le¨ªdo), "en todo hombre hay un devorador de algo". El hombre como la primera especie depredadora, seg¨²n divulgaba Rodr¨ªguez de la Fuente. Pero se ve claro que unos pol¨ªticos son m¨¢s devoradores /depredadores que otros.
En principio, parece que la violencia est¨¢ reclamando m¨¢s orden, m¨¢s energ¨ªa, haciendo campa?a por los m¨¢s duros. Creo que el da?o de la violencia es m¨¢s grave: traduce la democracia a ruido y ruinas. La glosa gr¨¢fica o literaria de los atentados (esta misma) ilustra involuntariamente la democracia como violencia. Lo peor de la violencia es que tambi¨¦n es literatura.
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