Geograf¨ªa pol¨ªtica
Vallecas en la estrellas, el primer cielo de octubre, luna creciente y gran movida rockera de Ramonc¨ªn en su barrio/matriz, Cine Manchego. De pasada, veo y leo las vallas electorales de Vallecas. A algunos pol¨ªticos de derecha les han pintado ya, madrugadoramente, el bigotillo Chaplin/Hitler/Franco. Se repite la palabra fascista, de eco en eco, haciendo de una valla eco de la anterior, y hasta hay el erudito al spray que recuerda las ¨²ltimas represiones sangrientas de hace seis a?os. Un grafista no s¨¦ si parcial, pero desde luego magistral, ha convertido un anagrama pol¨ªtico en el retrato obsesivo de Hitler, poni¨¦ndole ojitos a las letras, un flequillo encima y el bigotito debajo. Dec¨ªa un vanguarlista que Chaplin fue "todo el domingo de 1920". Hitler, por la otra punta, ha sido todo el martes negro del siglo. Con un bigote para dos, como hubiera dicho el nolvidable Miguel Mihura. M¨¢s lue consecuencias fanatizantes, saco de esta lectura de las vallas le la periferia la consecuencia de jue, en estos tiempos tan politizados, nos hemos olvidado de la geograf¨ªa pol¨ªtica. Fraga, Landelino, Su¨¢rez, no son lo mismo en Cibeles que en el Paseo Federico Garc¨ªa Lorca de Vallecas. La sofemasa cambia y se radicaliza en uarenta duros de taxi. El liberal onservador del casco urbano se -ansforma en fascista pasado el luente de Vallecas. Y los valleanos tambi¨¦n votan. Y son un cuarto de Madrid. Un cuarto de poblaci¨®n. Lo que en Madrid mueve m¨¢s de un mill¨®n de dem¨®cratas naturales de la calle y en la calle, contra el 23/nosequ¨¦, en Barcelona apenas mueve nada. La movida madrile?a no llega igual a toda la geograf¨ªa pol¨ªtica. Me lo dice el periodista Ferm¨ªn Bocos, lleno de marcha y de talento:-Aqu¨ª en Madrid est¨¢is los monstruos sagrados, and¨¢is todos revueltos y os d¨¢is muchos abrazos.Lo que el carlista Javier Mar¨ªa Pascual llamaba "la farsa del madrile?ismo". Tienes raz¨®n, Ferm¨ªn, amor, pero la farsa del madrile?ismo no pasa de las Ventas del Esp¨ªritu Santo, de la plaza de toros y la Sacramental. Los muertos, un poco m¨¢s all¨¢ -cementerio civil- ya son extrema izquierda. Landelino Lavilla se hace con el poder en Madrid y no vende una papeleta para.la rifa de cacerolas en Ja¨¦n. La uced¨¦ se aprieta como un solo Su¨¢rez (viven de ignorarle/a?orarle), aqu¨ª en la Villa, y en la Ciudad Condal siguen, las fugas. Marguerite Youreenar, la gran escritora francesa, se ha puesto, de moda, ya de vieja, por sus sagas realistas y palizas. Pero Alfaguara publica Fuegos, su gran libro de juventud, sexo y vanguardia. Entonces s¨ª que era un gran poeta, y no una serializadora. La geografla literar¨ªa, tan cambiante como la geografla pol¨ªtica, ha jugado con ella. Lo dijo De Gaulle:
-A Francia le conviene una guerra de vez en cuando para que los franceses aprendan geograf¨ªa
La guerra civil espa?ola, tan desastrosa, sirvi¨®, cuando menos, para que el mundo se enterase de d¨®nde estaba Espa?a. Nacho Camu?as, diputado de la uced¨¦ por Valladolid, confund¨ªa hasta ayer dos pueblos de la provincia, Medina del Campo y Medina de Rioseco. Clama al cielo de Miguel Delibes, rico de perdices rojas.
En Madrid nos estamos enterando de por d¨®nde cae Ja¨¦n gracias a que fue el precio de Landelino. En la farmacia ya me piden receta para todo. En el pueblo tambi¨¦n. Y el portero autom¨¢tico, y la gr¨²a. Todo esto, que nos integra en la geograf¨ªa pol¨ªtica de Europa, los cuarentailistas lo ven como entorpecimientos de la democracia. No somos la Tercera Rep¨²blica Francesa, Javier Pradera, memori¨®n, amor, que Dreyfus, cuando menos, tuvo de su parte a Zola y Marcel Proust. Dos grandes. escritores cantando a un militar. Son casos de la geograf¨ªa pol¨ªtica. Uno, aqu¨ª, recordando esas cosas, ha hablado de Guti¨¦rrez Mellado como de "un claro caballero de roc¨ªo". Lo que nos separa del Mercado Com¨²n Europeo no es la geograf¨ªa econ¨®mica, sino la geograf¨ªa pol¨ªtica. Las mayor¨ªas naturales mueren en Madrid, mueren en provincias. Ramonc¨ªn, a tope.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.