El paro es la primera preocupaci¨®n de los vascos, pero los factores ideol¨®gicos influyen m¨¢s en el voto
La profunda transformaci¨®n de los factores en que se apoyo el auge industrial vasco -fundamentalmente, la existencia de una mano de obra y una energ¨ªa baratas- ha determinado la r¨¢pida p¨¦rdida de posiciones de ?a econom¨ªa de Euskadi. As¨ª, las provincias de Vizcaya y Guipuzcoa, que en 1973 ocupaban los lugares primero y tercero en la clasificaci¨®n provincial de renta per capita, hab¨ªan pasado seis a?os despu¨¦s -los ¨²ltimos datos disponibles son de 1979- a ocupar los puestos noveno y sexto, respectivamente. La tasa de desempleo, que en 1973 era de un 3,11 % -dos puntos por debajo de la media nacional- es actualmente de un 18%, es decir, un 3% m¨¢s que la media espa?ola. El incremento anual de la inversi¨®n, de +9,8% entre 19,70 y 1974, era para 1980 de un -32,61%.Datos de este tipo serv¨ªan a Antxon P¨¦rez Calleja, ex director del servicio de estudios de la Caja Laboral Popular, para concluir, en un congreso sobre pol¨ªtica industrial celebrado en Bilbao hace un a?o, que la p¨¦rdida de competitividad de la industria vasca en su conjunto e, incluso, de viabilidad de sectores enteros era debida, tanto o m¨¢s que a la falta de demanda, a una oferta industrial caduca. La ausencia de orientaciones pol¨ªticas claras para dirigir el imprescindible reajuste -s¨®lo posible desde una administraci¨®n aut¨®noma vasca y dirigido hacia el mercado mundial-, la cortedad de miras de un empresariado que prefer¨ªa ceder en el terreno salarial a compartir las decisiones con los trabajadores, y la orientaci¨®n un tanto corporativista de los reci¨¦n legalizados sindicatos obreros, que hab¨ªan visto reforzada su capacidad de negociaci¨®n al calor de las expectativas abiertas por la agon¨ªa del franquismo e inicio de la transici¨®n -expectativas abiertas por m¨¢s acusadas en una zona de vieja industrializaci¨®n y gran tradici¨®n reivindicativa, como el Pa¨ªs Vasco- ser¨ªan, para P¨¦rez Calleja, las causas determinantes de la actual crisis de la industria vasca.
En un estudio sobre Problemas del desempleo en Euskadi, el mismo autor hab¨ªa llegado, en 1978, a la siguiente dram¨¢tica conclusi¨®n: "El problema (del paro en Euskadi) no s¨®lo parece dificil, sino que no tiene soluci¨®n alguna, por lo menos a corto plazo". De este diagn¨®stico de la situaci¨®n parece que deber¨ªan deducirse unas expectativas y unas ofertas electorales que pusieran en primer plano cuestiones como la reconversi¨®n industrial, los subsidios al desempleo o el papel del sector p¨²blico vasco en el relanzamiento de la inversi¨®n. Ciertamente, algo de ello hay en los programas de la mayor¨ªa de los partidos -y, bastante m¨¢s que en anteriores ocasiones, en el caso particular del PNV-. Pero lo cierto es que su papel en la oferta electoral, tal como ¨¦sta llega a los ciudadanos (esl¨®ganes, discursos, carteles), es extremadamente reducido.
Seguramente no ser¨ªa justo, sin embargo, reprochar a los dise?adores de las campa?as esta disociaci¨®n entre las preocupaciones fundamentales de los ciudadanos y la oferta electoral. Porque lo cierto es que, tanto las elecciones celebradas en Euskadi desde el 15 de junio de 1977, como los estudios sociol¨®gicos m¨¢s solventes hechos en los ¨²ltimos a?os, han puesto de relieve que esa disociaci¨®n forma parte del comportamiento electoral de los vascos de hoy. La sobredeterminaci¨®n ideol¨®gica -efecto a su vez de la sobredramatizaci¨®n de la vida cotidiana vasca por el franquismo- sigue siendo el factor decisivo en la conformaci¨®n de la actitud electoral de los ciudadanos de Euskadi.
El historiador Javier Corcuera, autor de una tesis sobre los or¨ªgenes ideol¨®gicos del nacionalismo vasco, considera que el reforzamiento electoral de dicha corriente respecto a las cotas alcanzadas en la II Rep¨²blica es, en gran parte, consecuencia de la entrada en liza de la izquierda abertzale radical, fundamentalmente representada por Herri Batasuna. En 1977, antes de la formaci¨®n de dicha coalici¨®n, los resultados reflejaban grosso modo los de las elecciones de 1936: un tercio para los nacionalistas, un tercio para la izquierda, un 20% para la derecha centralista y el resto abstenci¨®n. En 1979, sin embargo, la abstenci¨®n pas¨® del 23% al 35% y la izquierda no nacionalista descendi¨® al 18,7%. Esta tendencia se agudizar¨ªa a¨²n en las elecciones auton¨®micas de 1980.
En opini¨®n de Corcuera, la presencia de HB, al recoger la radicalizaci¨®n social y expresarla en clave nacionalista, no s¨®lo debilita a la izquierda, sino que fortalece indirectamente al PNV. HB tendr¨ªa, en ese sentido, el efecto de desviar los problemas de la sociedad vasca del terreno que le es propio al nacionalismo como globalidad ideol¨®gica, en el que la hegemon¨ªa del PNV es incontestable. El que partidos como MCE y LCR, cuya influencia pol¨ªtica y social en Euskadi en el final de la dictadura fue indiscutible, hayan acabado por dar su apoyo electoral a HB, ilustra de manera concreta este fen¨®meno.
Prueba de la preponderancia del factor ideol¨®gico en la configuraci¨®n del panorama electoral vasco ser¨ªa la actitud de los inmigrantes (que suponen, en primera o segunda generaci¨®n, entre un 45% y un 50% de la poblaci¨®n actual de Euskadi). El estudio Abertzales y vascos, realizado hace dos a?os por los profesores P¨¦rez Agote, Garmendia y Parra Luna ha puesto de relieve que son precisamente los inmigrantes con un menor nivel de identificaci¨®n vasquista quienes, pol¨ªticamente, se proclaman m¨¢s nacionalistas y m¨¢s independentistas. La percepci¨®n de las contradicciones y conflictos propios en clave de inadaptaci¨®n tender¨ªa a superarse, seg¨²n la publicaci¨®n citada, mediante la adscripci¨®n a partidos percibidos como los m¨¢s radicales.
En un estudio sobre los barrios de Bilbao, realizado hace poco m¨¢s de un a?o por el profesor Larrea Gayarre, llama la atenci¨®n que en el de Ocharcoaga (construido en los a?os sesenta para albergar a los miles de inmigrantes que ocupaban las chabolas del cintur¨®n de Bilbao), la polarizaci¨®n del voto no se produce tanto entre el PNV y el PSOE o entre el PNV y HB -que ser¨ªan los dos modelos preponderantes- como entre el PSOE y HB. Aunque es imposible asegurarlo, tal polarizaci¨®n reflejar¨ªa, en el sentido de otra hip¨®tesis apuntada en Abertzales y vascos, que es precisamente la fracci¨®n menos integrada, menos vasquista y menos madura pol¨ªticamente la que busca su identificaci¨®n mediante el voto independentista radical, mientras que el sector m¨¢s maduro y, mejor adaptado a lo vasco orientar¨ªa su opci¨®n hacia la izquierda no nacionalista.
El significado del voto HB
Pero, naturalmente, la psicolog¨ªa no puede explicarlo todo, es decir: tales reacciones psicol¨®gicas en busca de una r¨¢pida autoidentificaci¨®n y reconocimiento social apenas tendr¨ªan reflejo electoral, si no fuera porque se apoyan en fen¨®menos sociales m¨¢s profundos. M¨¢s concretamente: si el ascenso global del nacionalismo -que entre 1977 y 1980 vio incrementar su peso en 203.000 votos- se debe en gran parte a los m¨¢s de 150.000 votos aportados por HB, no hay que olvidar que, seg¨²n el estudio antes citado, el 42% de los parados declaraban, en junio de 1980, su intenci¨®n de votar a dicha coalici¨®n. El mismo dato le¨ªdo verticalmente indicar¨ªa que el 12,5% de los votos de HB proven¨ªan de trabajadores sin empleo. El dato indicar¨ªa que en la formaci¨®n del voto HB existe una componente de protesta radical contra una situaci¨®n social injusta.
Sin embargo, quedar¨ªa por explicar por qu¨¦, en Euskadi, cuatro de cada diez parados estar¨ªan dispuestos a dar su voto a una coalici¨®n que, no s¨®lo no presenta un programa electoral contra el desempleo, sino que se abstiene de presentar cualquier clase de programa (a no ser que se considere tal la enumeraci¨®n de los puntos de la alternativa KAS -amnist¨ªa, expulsi¨®n de las fuerzas de seguridad, etc¨¦tera-. Pero los propios dirigentes de HB han reconocido que no se trata de un programa electoral, sino de "una propuesta para la normalizaci¨®n -es decir: pacificaci¨®n- de Euskadi").
Como quedar¨ªan por aclarar, entre otros enigmas, las razones de que entre las peticiones p¨²blicas de voto para HB, realizadas estos d¨ªas, figure, junto a la extrema izquierda marxista (MCE y LCR), el sector m¨¢s conservador del nacionalismo vasco, representado por el colectivo "Euzkotarrak", formado por disidentes del PNV en desacuerdo con la l¨ªnea represetnada por Arzallus. Es posible pues, que haya que recurrir a otras categor¨ªas no estrictamente sociol¨®gicas -por ejemplo, las apuntadas por Juan Aranzadi en su estudio sobre Milenarismo vasco- para explicar comportamientos electorales como los se?alados.
Podr¨ªan adelantarse, sin embargo, dos consideraciones generales: que el atractivo de HB para un amplio sector de la poblaci¨®n no depende de HB misma, sino de ETA: que en situaciones de crisis aguda, cuando todo parece imposible ("el paro no tiene soluci¨®n"),
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estrategia y utop¨ªa pueden acabar coincidiendo (y confundi¨¦ndose). Ambas consideraciones est¨¢n relacionadas entre s¨ª.En opini¨®n del soci¨®logo Alfonso P¨¦rez Agote, lo que fundamentalmente est¨¢ en juego en estas elecciones, en Euskadi -y lo que preocupa a la mayor¨ªa de la gente- "no es tanto qui¨¦n va a ganar o perder como la clarificaci¨®n de cu¨¢l es el nivel actual de adhesi¨®n y rechazo a la violencia". En ese sentido, el ¨ªndice m¨¢s significativo ser¨¢, para P¨¦rez Agote, "el que resulte de la comparaci¨®n entre los resultados obtenidos por HB y los de Euskadiko Ezkerra". Es decir: entre una fuerza expl¨ªcitamente apoyada por ETA y otra que simboliza el paulatino alejamiento de la actividad armada.
Los datos disponibles sobre la evoluci¨®n del nivel de aceptaci¨®n de la violencia son poco clarificadores, sobre todo por el amplio porcentaje de personas que, en las encuestas realizadas, se niegan a responder a la cuesti¨®n planteada y por el m¨¦todo indirecto como se trata de obtener la respuesta. As¨ª, en el ¨²ltimo informe Foessa, un 50% de los encuestados consideran que los miembros de ETA son "patriotas" o "idealistas", mientras un 29% los consideran "manipulados" y un 13%, "locos" o "criminales". Sin embargo, s¨®lo un 3,5% de la poblaci¨®n, seg¨²n la encuesta realizada por el equipo de Ruiz Olabuenaga, se declara partidario de la v¨ªa violenta para la independencia. Y tan s¨®lo un 1,5% de los encuestados por los autores de Abertzales y vascos eran abiertamente partidaricis de la violencia, aunque el 3,8% se mostraba de acuerdo con la f¨®rinula "m¨¢s violencia que negociaciones" y otro 14,5%, con la f¨®rmula "m¨¢s negociaci¨®n que violencia". Con todo, el 79,9% defend¨ªa la v¨ªa de la negociaci¨®n pac¨ªfica.
Parece existir, pues, un desfase entre la adhesi¨®n y reconocimiento a los practicantes de la violencia (o, en todo caso, su exculpaci¨®n: "rnanipulados"), y la aceptaci¨®n de la v¨ªa por ellos elegida. Tambi¨¦n parece evidente que el rechazo pol¨ªtico o ¨¦tico de la violenciano equivale autom¨¢ticamente a una identificaci¨®n o apoyo a las v¨ªctimas de aqu¨¦lla. Entre las distintas interpretaciones posibles sobre las causas de esa adhesi¨®n personal -que parece ser m¨¢s decisiva a la hora de emitir el voto que el eventual rechazo racional de la v¨ªa violenta como tal- habr¨ªa que tomar muy particularmente en consideraci¨®n la adelantada, ahora hace tres a?os, por Luis Michelena. Para este catedr¨¢tico y ling¨¹ista vasco, ETA act¨²a como un poder f¨¢ctico, y expl¨ªcitamente militar. Un poder f¨¢ctico que, como todo poder, es capaz de suscitar, junto al rechazo de unos, el mismo tipo de identificaci¨®n, en otros, que define la relaci¨®n de fascinaci¨®n entre el d¨¦bil y el que posee la fuerza. Porque si es evidente que ETA es, en general, menos poderosa que el peor petrechado ej¨¦rcito del m¨¢s min¨²sculo pa¨ªs, no lo es menos que, en el 90% de las acciones que emprende (una emboscada a una patrulla, un atentado contra un militar retirado o una explosi¨®n contra un establecimiento), la relaci¨®n de fuerzas particular le es ampliamente favorable. De ah¨ª su fuerza como efectivo (y determinante) poder f¨¢ctico y su atractivo como objeto de admiraci¨®n y pidhesi¨®n pasiva. Desde esta perspectiva, la discusi¨®n sobre si el voto HB debe o no identificarse con la adhesi¨®n a ETA (a sus fines y a sus m¨¦todos) carece de significaci¨®n pr¨¢ctica desde el momento en que, de todas formas, ETA considera que as¨ª es, en efecto.
Por ello mismo, en opini¨®n de Jos¨¦ Ram¨®n Recalde, que fue director del Departamento de Derechos Humanos del Consejo General Vasco, la desaparici¨®n de la violencia pol¨ªtica no ser¨¢ el efecto de ninguna alternativa milagrosa o decisi¨®n genial de los gobernantes, sino de "la paulatina tensi¨®n en la conciencia colectiva de los ciudadanos vascos de que la llamada v¨ªa violenta no es tal, sino un callej¨®n sin salida". Es decir, seg¨²n los autores de Abertzales y vascos -y la encuesta en que se apoya la obra-, de la comprensi¨®n de que "aquella violencia sanguinaria no vale ya pr¨¢cticamente para riada positivo (como parece ya comprenderse mayoritariamente, seg¨²n nuestra encuesta): la gente percibe que los medios violentos se convierten en fines o que la violencia, como la droga, crea dependencia. La violencia se resiste a morir... por institito de conservaci¨®n".
Pero, precisamente porque HB extrae su capacidad de atracci¨®n de su papel vicarial, ese instinto de conservaci¨®n le afecta decisivamente, hasta el punto de determinar en gran medida su actuaci¨®n pol¨ªtica pr¨¢ctica. S¨®lo desde esa perspectiva podr¨ªa tener explicaci¨®n su silencio ante atentados producidos en el inicio de una campa?a electoral en la que aparece como posible una victoria de la izquierda.
Si ganan los socialistas
En opini¨®n del ya citado Jos¨¦ Ram¨®n Recalde, autor de una tesis sobre la teor¨ªa de la naci¨®n (a punto de ser publicada bajo el t¨ªtulo de La construcci¨®n de las naciones), lo que est¨¢ en juego en estas elecciones es la posibilidad, por primera vez en medio siglo, de un triunfo de la izquierda que, si va acompa?ado de un ascenso socialista en Euskadi, permitir¨¢ quiz¨¢ "quebrar la l¨ªnea asimilacionista de construcci¨®n del proyecto nacional vasco impuesta por la ideolog¨ªa dominante nacionalista, y sustituirla por una v¨ªa fundada no en las pretendidas esencias de lo vasco, sino en la plural sociedad realmente existente hoy".
En el mismo sentido, el historiador Javier Corcuera considera un dato positivo el que, por primera vez desde el inicio de la transici¨®n, "la atenci¨®n del electorado no se limite a los problemas internos de Euskadi, sino que contemple estos en relaci¨®n a la posibilidad de un cambio pol¨ªtico general..." Esta dimensi¨®n de las elecciones "dificulta una nueva campa?a centrada en la oposici¨®n Euskadi-Madrid" y, si los resultados confirman el progreso socialista, permitir¨ªa "sustituir la actual bipolarizaci¨®n nacionalistas-estatalistas por la oposici¨®n derecha-izquierda, que no s¨®lo tendr¨ªa un efecto racionalizador de la vida pol¨ªtica, sino que favorecer¨ªa la aparici¨®n de una alternativa progresista al actual proyecto nacional representado por el PNV". Para Corcuera, esa alternativa progresista "s¨®lo puede venir de las fuerzas que consigan aglutinar en torno a un proyecto com¨²n partidos como el PSOE y Euskadiko Ezkerra".
Este ¨²ltimo partido constituye en bastantes aspectos el reverso de HB. Con un origen com¨²n, sus trayectorias han sido tan claramente divergentes que cualquier posible encuentro entre EE y HB habr¨ªa que interpretarlo como el producido entre quien va a un lugar y quien regresa de ¨¦l. Del conglomerado de fuerzas que inicialmente convergieron en HB, los partidos ESB, LAIA y un sector de ANV se separaron hace tiempo de la coalici¨®n (si bien tales rupturas no tuvieron repercusi¨®n electoral alguna). Por el contrario, EE, nacida de la reconversi¨®n en partido de un sector de ETApm, ha conseguido aglutinar a sectores procedentes de diversas corrientes y, en particular, al sector del PCE que sigui¨® a Lertxundi.
Su discurso pol¨ªtico se ha centrado, en el ¨²ltimo per¨ªodo, en dos ideas fundamentales: la necesidad de suscitar una din¨¢mica capaz de dar salidas viables al problemas de la violencia y la necesidad de definir un terreno pol¨ªtico de encuentro entre las corrientes socialista y comunista, por una parte, y la izquierda nacionalista y no nacionalista, por otra. Este ¨²ltimo aspecto supon¨ªa un corte radical con la tradici¨®n asimilacionista del nacionalismo en general y de la izquierda abertzale en particular.
El punto de vista cl¨¢sico de la izquierda abertzale era, no hace mucho, expresado por uno de sus principales ide¨®logos, Emilio L¨®pez Ad¨¢n, Beltza, de esta forma: "Creo que poco a poco se va decantando la idea de que un partido obrero independentista no puede representar a toda la clase obrera del Pa¨ªs Vasco (y, a la inversa, tampoco lo puede otro espa?olista), y que la unidad obrera ha de hacerse partiendo de la existencia de dos clases obreras nacionalmente diferentes, cuyos combates tienen amplios intereses comunes, ninguna contradicci¨®n antagonista... y objetivos diferentes en diversos aspectos ligados a la cuesti¨®n nacional" (Beltza, Nacionalismo vasco y clases sociales, 1976).
Euskadiko Ezkerra, que cuenta con seis diputados en el Parlamento vasco (frente a once de HB y nueve del PSOE), es, sin embargo, el ¨²nico partido que ha mantenido una l¨ªnea ascendente regular en las sucesivas convocatorias electorales (61.000 votos en 1977, 82.000, en 1979; 90.000, en 1980). Pero, sobre todo, su peculiar situaci¨®n en el mapa pol¨ªtico le convierte, seg¨²n confirman diversas encuestas, en la segunda opci¨®n electoral de una gran parte de votantes actuales tan heterog¨¦neos como el PNV, HB, PSOE y PCE. De ah¨ª, por una parte, el car¨¢cter de alternativa a largo plazo que trata de resaltar EE en su campa?a, y, por otra, el papel de potencial armonizador entre diversas corrientes que puede jugar este partido.
Respecto a la campa?a electoral como tal, es fundamental, en opini¨®n del rector de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, Gregorio Monreal: "Que el imprescindible compromiso intelectual poselectoral que permita un r¨¢pido desarrollo del estatuto de autonom¨ªa no se frustre por una campa?a visceral que haga imposible cualquier acuerdo posterior". Junto a ello, ser¨ªa de desear, en opini¨®n de Monreal, "que esta campa?a lo fuera ante todo de educaci¨®n del ciudadano en torno a cuestiones como la falta de soluciones milagrosas a la crisis econ¨®mica, los reales riesgos existentes para el sistema democr¨¢tico, la consideraci¨®n de a qui¨¦n favorece el redicalismo en este momento, y, sobre todo, para predicar la tolerancia que, si es necesaria en cualquier parte del mundo, es imprescindible en un pa¨ªs tan plural, por tantas razones, como Euskadi".
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