El salario del miedo
Un destacado beneficiario de nuestra derecha pura y dura circula por el centro de Madrid, por los aleda?os del Centro Col¨®n, donde entre otras personas de respeto habita el general Sabino Fern¨¢ndez Campo, secretario de la Casa Real. Pasea por la acera cuando se destapa una alcantarilla y emerge por ella un hombre con buzo de obrero. El beneficiario reconoce la cara de un teniente coronel del Ej¨¦rcito destinado en la Inteligencia del Estado. "?Pero fulano, qu¨¦ haces aqu¨ª y de esta guisa!". Y el aludido, naufragando entre la amistad y la sorpresa, se confiesa: "Pues chico, que vengo de pincharle el tel¨¦fono a La¨ªna".Quien contaba la an¨¦cdota (rigurosamente ver¨ªdica) con nombres y apellidos argumentaba adem¨¢s que este Gobierno no ten¨ªa intervenidos m¨¢s de doscientos tel¨¦fonos. Ignacio Aguirre, secretario de Estado para la Informaci¨®n cabeceaba dudoso -le pagan por eso- de la cifra y del cuento. Pero ah¨ª est¨¢ fotografiado n¨ªtidamente todo el clima moral de la direcci¨®n pol¨ªtica de este pa¨ªs.
El candidato socialista ha parado por un d¨ªa su caravana en Madrid y ha volado despu¨¦s a Euskadi, en un infame vuelo de "Aviaco" que demuestra la veracidad de la teor¨ªa de Kuuta Jukosky sobre la sustentaci¨®n de superficies planas en corrientes a¨¦reas y la estupidez de las concesiones monopol¨ªsticas. No quiero ser abstruso: Kuuta Jukosky demostr¨® que los aviones vuelan, pero yo me qued¨¦ ayer en tierra pese a llegar media hora antes de la demostraci¨®n de la sustentaci¨®n sobre fluidos. Toda una tarde en coche hasta San Sebasti¨¢n para escuchar al l¨ªder socialista hacer una oferta de paz en esta ciudad machacada por el terror. No ha cogido el autob¨²s y por tierras vascas su seguridad le ha metido en el auto blindado de Johny Falcone y El galleta, sus ch¨®feres de seguridad. La Polic¨ªa Nacional protege su hotel en Bil.bao, donde te cruzas con Mario Onaind¨ªa, Pilar Mir¨®, Eduardo Sotillos, o con cenas explicativas de Euskadiko Ezkerra, a m¨¢s de la iron¨ªa del l¨ªder que flota tras la habitual conferencia de Prensa: "No quiero ser cruel ni recordarle al se?or Ros¨®n mi pol¨¦mica con ¨¦l en el Congreso a cuenta de las negociaciones de Txiki Benegas con la ETA". Y se muestra de acuerdo con la intenci¨®n de ¨²ltima hora de este Gobierno de mirar a los ojos al terror y facilitar a un sector de ETA el siempre dif¨ªcil paso de apearse del tigre de la lucha armada.
Se queja de toda la suciedad subyacente en es la campa?a aparentemente tan ¨¢tona, de correcci¨®n de formas en la superficie y trufamiento de rumores: golpes de Estado por fasc¨ªculos, terrorismo incierto, alarma popular, induci¨®n a los ni?os de que perder¨¢n su colegio con un triunfo socialista, o a los rentistas modestos de que el PSOE recorre Espa?a en un autob¨²s con la intenci¨®n de nacionalizarles la maceta del balc¨®n. Felipe se r¨ªe de todo esto, en p¨²blico, pero se le advierte dolorido por toda la guerra sucia que est¨¢ alfombrando su autob¨²s electoral. Con los militares resulta exquisito, pero no puede evitar un punto de impaciencia al tratar lo obvio. As¨ª, si Aramburu Topete, director general- de la Guardia Civil, conf¨ªa en la sensatez de los socialistas, el l¨ªder expresa a su vez su confianza en la sensatez de Aramburu Topete. No oculta el hecho de que est¨¢ harto de declaraciones militares de sumisi¨®n constitucional. Cuando le hablas del tema -el golpe contra una Administraci¨®n socialista- se llena de hast¨ªo, en ese reconocimiento inconsciente que todos nos hacemos: "?C¨®mo se puede hacer pol¨ªtica bajo este chantaje?".
-Pero, Felipe -le aduces- la gente sale acongojada de los cines en que han visto Missing. Tiene raz¨®n Carrillo cuando sugiere que hay qu¨¦ pasar esta pel¨ªcula por televisi¨®n.
El caballo socialista, un punto harto de pel¨ªculas de miedo, intenta romper lo que estima un c¨ªrculo infernal de iniciados: que una clase period¨ªstica, pol¨ªtica, intelectual, con acceso a zonas privilegiadas de informaci¨®n -por m¨¢s que muchas veces sea informaci¨®n podrida- est¨¢ obsesionada con una asonada que no preocupa a los ciudadanos comunes. El caso es que al llegar a Bilbao te preguntan por el sentido de las ¨²ltimas audiencias de la Zarzuela y que en los corrillos de enterados se discuten las posibilidades de que Tejero obtenga un acta de diputado por Madrid. Si as¨ª fuera, la votaci¨®n de indignidad sugerida por Felipe de nada servir¨ªa, por cuanto el mandato popular, "el acta", prima sobre la decisi¨®n de la C¨¢mara. Y ah¨ª el "n¨²mero". Ayer me comentaba un cualificado periodista: "Aqu¨ª hay un voto de locura que quiere ver a Tejero en el Parlamento". Y un candidato al Congreso: "Yo no me siento con ¨¦l" . Y un jurista: "Pues te vas a sentar, porque si sale, pese a los estudios jur¨ªdicos que- est¨¢ haciendo el Gobierno, hay que sacarlo de la c¨¢rcel para constituir la C¨¢mara". Alguien, ut¨®pico pero sensato, sugiere encerrar a los magistrados de la Sala Segunda del Supremo, en concilio, hasta que dictaminen -cuanto antes- los recursos judiciales que pesan sobre Tejero y sus amigos. Man¨ªas, discusiones y problemas t¨ªpicos y t¨®picos de Madrid. Cuando escapas de esa neurosis y traspasas las alambradas que "Aviaco" pone entre el futuro triunfo socialista y la libre informaci¨®n, acabas recordando que la red de alta tensi¨®n la nacionaliz¨® en Francia el general De Gaulle cuando sac¨® a las tropas alemanas de Par¨ªs, y que ya est¨¢ bien de tanto cuento y de tantas amenazas. Porque de quien gane estas elecciones se espera, entre otras cosas, no ver a los oficiales de nuestro Ej¨¦rcito salir de las alcantarillas disfrazados de pocero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.