Rumores y crisis bancarias
LA APARICION de las crisis bancarias est¨¢, por supuesto, ¨ªntimamente ligada a la recesi¨®n econ¨®mica, aunque en el caso espa?ol tambi¨¦n han influido caracter¨ªsticas propias. Una buena parte de los bancos que en 1977-1978 comenzaron a encontrar dificultades eran precisamente entidades reci¨¦n inscritas en el Registro de Bancos y Banqueros o que hab¨ªan pasado a nuevas manos con escasa experiencia financiera. Las medidas liberalizadoras de 1974 para la creaci¨®n de nuevos bancos y su instrumentaci¨®n por el anterior r¨¦gimen pol¨ªtico incurrieron con excesiva frecuencia en el favoritismo, que llevaba a la profesi¨®n de banqueros a personas inexpertas, pero pol¨ªticamente bien situadas. Adem¨¢s, el clima especulativo de comienzos del decenio estimulaba la compra de bancos, aunque hubiese que pagar un precio muy elevado.Estos altos precios eran posibles porque desde la sociedad compradora se hac¨ªa efectiva una peque?a cantidad al portador, mientras que el resto se pagaba con letras avaladas por el propio banco objeto de venta. Los dep¨®sitos serv¨ªan, as¨ª, para que terceras personas adquirieran el capital y la propiedad de una entidad de cr¨¦dito. Despu¨¦s, si la sociedad compradora que hab¨ªa recibido pr¨¦stamos y avales del banco de su propiedad no obten¨ªa la rentabilidad que le permit¨ªa hacer frente a sus obligaciones, simplemente desaparec¨ªa y el banco se responsabilizaba de las garant¨ªas.
Todas estas turbias manipulaciones subsistieron mientras la pol¨ªtica de expansi¨®n a ultranza de Barrera, P¨¦rez de Bricio y otros tantos ilustres prohombres de la derecha se traduc¨ªa en un alegre crecimiento de la cantidad de dinero que, entre otras cosas, cubr¨ªa las verdaderas realidades patrimoniales de muchos bancos. El precio para el resto de la sociedad fue una tasa de inflaci¨®n del 30% anual y un d¨¦ficit de la balanza de pagos totalmente insostenible. La pol¨ªtica monetaria fruto de los acuerdos de la Moncloa, que pretendi¨® restablecer el equilibrio interior y exterior, encareci¨® el coste del dinero y dificult¨® la financiaci¨®n a trav¨¦s del mercado interbancario. En efecto, las entidades de cr¨¦dito cuya solvencia resultaba dudosa para los otros prestamistas bancarios no pudieron impedir que saliesen a la luz todas sus irregularidades. La contracci¨®n monetaria tambi¨¦n influy¨®, sin embargo, en aquellos bancos cuya gesti¨®n simplemente hab¨ªa sido menos cuidadosa o que hab¨ªa persistido en un crecimiento dif¨ªcil de sostener en un clima de recesi¨®n industrial.
El Banco de Navarra constituye la primera alerta. La entidad quiebra y, aunque la totalidad de los depositantes recuperaron su dinero, el hundimiento financiero de muchas sociedades filiales desencadenar¨ªa una fricci¨®n que iba a ser ya permanente, de sus administradores con el Banco de Espa?a. La pretensi¨®n de que el Estado se hiciese cargo de todas las p¨¦rdidas y de que los negocios particulares de car¨¢cter especulativo continuasen procurando beneficios a unos promotores bien introducidos en la vieja maquinaria estatal no consigui¨® prosperar. La reacci¨®n fue la de acusar a las instituciones p¨²blicas o a sus directivos de oponerse a la econom¨ªa de mercado y pretender la nacionalizaci¨®n solapada e inexorable de los negocios privados. A veces, la acusaci¨®n los titul¨® de rabiosos liberales que se desinteresaban por los peque?os ahorradores. En definitiva, el viejo argumento de rojos o masones para encubrir el fanatismo de los intereses particulares.
La realidad, sin embargo, se ha encargado de desmentir estas acusaciones. Los bancos en dificultades, saneados con el apoyo del Estado, han vuelto en su casi totalidad a manos de otros bancos privados, capaces de administrarlos correctamente. Asimismo se han garantizado todos los dep¨®sitos inferiores al mill¨®n y medio de pesetas, mientras que la inspecci¨®n de la autoridad monetaria se ha intensificado y se han aumentado las previsiones para insolvencia, en detrimento de la distribuci¨®n de beneficios. En definitiva, se han salvaguardado los intereses de los ahorradores y aumentado la vigilancia y el control p¨²blico en la gesti¨®n de los bancos, as¨ª como tambi¨¦n de las cajas de ahorro y de las cooperativas de cr¨¦dito.
Lo que s¨ª ha faltado en este proceso ha sido un m¨ªnimo de ejemplaridad para los presuntos autores de delitos de apropiaci¨®n indebida o de utilizaci¨®n abusiva del dinero que les hab¨ªan confiado los depositantes. La coartada por la falta de definici¨®n del delito eco¨®mico ha jugado, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, a favor de unos cuantos desalmados especuladores. Su desverg¨¹enza y la impunidad de que disfrutan, como las de quienes les favorecieron en sus manejos desde la esfera oficial, tambi¨¦n se pone especialmente de manifiesto en momentos de confirmaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas como son las pr¨®ximas elecciones legislativas.
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